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Es la tormenta perfecta: a la falta del aceite de girasol ucraniano se suma la prohibición de exportar palma anunciada por Indonesia y las malas cosechas en América.

El conflicto de Ucrania ha puesto patas arriba muchos mercados y disparado los precios de las materias primas y el gasto de las familias. Solo el «Índice de precios de los alimentos» se ha situado en marzo en un promedio de 159,3 puntos, es decir, ha subido un 12,6% más que en febrero, según publica la FAO: «Con un salto gigante que lo ha llevado al nivel más elevado desde su creación en el año 1990. El último aumento obedece a los nuevos máximos históricos de los aceites vegetales, los cereales y la carne, mientras que también han subido notablemente los del azúcar y los productos lácteos».

El mercado de los aceites es una más entre las commodities afectadas por el conflicto, primero por la paralización en las exportaciones de aceite de girasol de la zona del Mar Negro. Sólo Ucrania aseguraba un 50% del comercio mundial de esta grasa vegetal. Por otro lado, «Rusia que exporta un 28% del aceite de girasol del mundo, acaba de introducir una cuota para regular las exportaciones, tras haber aumentado a principios de abril un 20% los impuestos a las ventas al exterior», según detalla la agencia France Presse (AFP).

Escasez de aceite de girasol

La amenaza de escasez ha disparado las cotizaciones de las oleaginosas. Según FAO se ha disparado el precio del aceite de girasol, pero también el de palma, soja y colza, sometidos a una creciente demanda. La industria a nivel mundial, obligada por las circunstancias, ha aumentado su interés por estas otras variantes de colza, orujo, aceite de oliva y de palma.

«El aceite de soja subió un 16,5% desde principios de abril en el mercado estadounidense, y la canola (colza modificada de Canadá) se ubica por encima de los 1.000 euros por tonelada para las entregas en mayo para los mercados europeos. En las góndolas de los supermercados, en varios países, el aceite de girasol escasea y los consumidores se apuran a llevarse las botellas que quedan en los estantes», sigue narrando AFP.

En España, el conflicto en Ucrania también ha supuesto una paralización en la entrada de hasta 500.000 toneladas de aceite de girasol y escenas de acopio en los supermercados, algunos de los cuales han limitado el acceso al aceite de girasol embotellado. Por contra, ha reforzado la presencia del aceite de oliva español en los mercados internacionales.

Y esto se ha traducido en un aumento de precios. «Ahora el litro se vende a 3,5 euros, mientras que en 2021 estaba en 2,80 euros», comenta Arturo Hernán Gómez, técnico responsable de Ganadería y Olivar de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja). Además, se da otra circunstancia, y es que este año la producción española también ha sido mucho mayor que la de sus competidores directos Grecia, Túnez e Italia.

Factores que perturban el mercado de oleaginosas

No es solo la guerra, otros factores se han sumado a las perturbaciones del mercado de oleaginosas. Los precios del crudo, han disparado los costes de las exportaciones. También hay una menor disponibilidad de semillas debido a las recientes sequías en Canadá y Sudamérica. Esto ha provocado malas cosechas de soja y canola. Pero es que a todo esto se suman las restricciones anunciadas por el gobierno de Turquía que limitan la exportación de aceite de oliva y, desde esta semana, el anuncio de Indonesia de prohibir la exportación de aceite de palma para asegurar su suministro interno y poner fin a la escalada de precios que afecta a su población.

Un anuncio delicado si se tiene en cuenta que Indonesia es el primer productor de palma del mundo y exporta aproximadamente un 75% de lo que cultiva (le sigue Malasia como productor mundial. Entre ambos copan el 85% del mercado internacional). Como ya informaba La Razón en un reciente artículo: «El país sufre desde noviembre una escasez de aceite de palma refinado, el más utilizado para cocinar en el archipiélago del sudeste asiático, al favorecer los productores las exportaciones para beneficiarse de la subida de los precios mundiales del producto, aprovechando el aumento de la demanda a nivel global».

Más 7% de subida

La primera consecuencia del anuncio del gobierno indonesio ha sido un aumento del precio de un 7% en cuestión de horas y una mayor tensión para el mercado internacional del aceite vegetal.

Aún no está nada clara la intención del gobierno indonesio tras semanas de anuncios contradictorios. Es decir, falta saber qué tipo de exportaciones prohibe, si incluye los productos crudos utilizados para cocinar o los refinados o todo. Y es que el presidente de Indonesia Joko Widodo, declaró primero que suspendería las exportaciones de aceite de cocina y de las materias primas utilizadas para fabricarlo a partir del jueves 5 de mayo, aunque luego se retractó asegurando que dejaría al margen al aceite crudo de las restricciones.

«El anuncio es poco claro. El presidente indonesio ha cambiado tres veces de mensaje en una semana diciendo que lo que dejaba de exportar era aceite destilado, luego crudo, etcétera. A día de hoy no se sabe lo que van a exportar o no. Si no se hubieran producido estos mensajes contradictorios en un contexto ya marcado por el conflicto de Ucrania no se habría generado tanto revuelo y confusión», opina Jorge de Saja, director de la Asociación Nacional de Empresas para el Fomento de las Oleaginosas y su Extracción (Afoex).

¿Un aceite de éxito?

El de palma se ha convertido en uno de los más utilizados del mundo y según el International Food Policy Research Institute (Ifpri) su producción puede llegar a duplicarse de aquí a 2050. Se utiliza en una enorme cantidad de productos procesados (se calcula que hasta un 50% de ellos incluyen esta grasa) como pizzas, margarinas, patatas fritas, galletas, cremas, chocolates o helado. También está presente en velas, productos de limpieza, cosméticos y en los tanques de los coches que repostan biodiésel. Además, no hay que olvidar que en países del sudeste asiático como Indonesia se utiliza sobre todo para cocinar.

Su éxito se debe a sus propiedades (por ejemplo, su textura) y a su precio. Todo esto popularizó su usó a partir de los años 90. De hecho, se calcula que a día de hoy consumimos ocho kilos por persona y año. Sin embargo, el aceite de palma lleva en entredicho desde hace unos años porque su consumo está vinculado con problemas de salud y medioambientales. Una ingesta excesiva se relaciona con enfermedades cardiovasculares, subida en los niveles de colesterol o de peso debido a la elevada concentración de grasas saturadas que contiene.

La Organización Mundial de la Salud, de hecho, recomienda limitar su consumo. Su producción, por su parte, se relaciona con problemas de deforestación. Según datos de Ifpri, el cultivo de la palma está detrás de la pérdida de un 45% de la superficie boscosa del sudeste asiático y de un 31% de la de América del Sur. Muchos animales sufren la amenaza de la desaparición de estas áreas: desde orangutanes a tigres y rinocerontes de Sumatra. Pero es que además de la pérdida de biodiversidad, la deforestación agrava el complejo problema del cambio climático.

Mala prensa

La mala prensa que persigue al cultivo de la palma ha provocado movimientos en su contra. En 2017 muchas cadenas de supermercados en Europa pedían a sus proveedores que dejaran de utilizar este ingrediente en sus productos a raíz de una polémica que se iniciaba con la petición que la ministra de Ecología francesa de aquel momento, Ségolène Royal, hacía a los franceses para que dejar ande comprarla famosa Nutella.

En aquel momento apareció por Europa la Mesa Redonda por el Aceite Sostenible (RSPO en sus siglas en inglés), un sello de sostenibilidad en el que participan los productores, las industrias implicadas y ONG y que asegura que el aceite de palma que se usa en las industrias proviene de cultivos sostenibles y no de deforestación.

Sin embargo, el sello a día de hoy sigue levantando sospechas, al menos entre las organizaciones conservacionistas. Hace es casos meses The Guardian publicaba un informe elaborado por Greenpeace y TheTreeMap en el que se afirma que «casi una quinta parte de la tierra utilizada para las plantaciones de palma aceitera en Indonesia se encuentra en la zona forestal del país, a pesar de que existe una ley que prohíbe esa actividad. Hasta 535.000 hectáreas tienen algún tipo de certificación, incluso del esquema de la RSPO».

Crisis de precios

Habrá que esperar a ver de qué manera afecta el anuncio de Indonesia al mercado de los oleaginosas «La ubicuidad de los aceites vegetales en todo tipo de productos desde dulces hasta combustible significa que las acciones de Indonesia podrían influir en la inflación mundial de durante mucho tiempo», dice una artículo de Bloomberg.

Sin embargo, desde Afoex no creen que la situación se vaya a alargar demasiado en el tiempo. Además, hay otro factor a tener en cuenta: «La prohibición de Indonesia solo supondrá un cambio de grasas. Habrá más apetito por otros aceites como el de soja o el de colza. Nadie está especialmente preocupado en el sector, pero sí sorprendido. España puede ganar más volumen de exportación de aceite de soja, colza y orujo», dice de Saja.

A partir de otoño, es esperable un alivio en los precios cuando se sumen a la oferta las nuevas siembras de girasol que se están haciendo en campos de barbecho de Europa para paliar la ausencia del producto de Ucrania.

Fuente: EVA MARTÍNEZ RULL / LA RAZÓN

Artículo de referencia: https://www.larazon.es/medio-ambiente/20220506/yvskj52kxvewxhzgs77soyq5z4.html



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