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Ignición, combustible y sequía son los ingredientes perfectos para generar incendios forestales. El primero enciende la chispa, los dos siguientes la alimentan y propagan. Son tres factores cuyo incremento no es lineal, pero la variación en ellos puede contribuir a aumentar o disminuir la voracidad del fuego. Un estudio elaborado por el CSIC rebela el funcionamiento de estos patrones, sus umbrales y la estrecha relación que mantienen con las condiciones meteorológicas.

Las igniciones pueden desencadenar incendios por causas naturales o debido al factor humano. La caída de un rayo, una erupción volcánica y un encendido espontáneo de materia orgánica no son causas tan comunes como la acción humana sobre el ecosistema. Sea de manera accidental (un cigarrillo mal apagado, fogatas descontroladas, cableado eléctrico) o deliberada, este tipo de fuegos suponen el porcentaje más alto todos los años, con más de un 90%.

De manera secundaria afectan las construcciones que abren nuevas vías y pasos al fuego, así como las carreteras y praderas exóticas, que son más inflamables que la vegetación forestal natural. Por lo tanto una medida preventiva sería disminuir los factores antropogénicos.

«En momentos en los que la alerta de incendios es máxima seguramente se tendría que prohibir ir al campo, hacer excursiones a la montaña, ir a los chalets del monte y evitar esta generación de igniciones», recomienda Juli G. Pausas, uno de los líderes de esta investigación publicada en la revista Frontiers in Ecology and the Environment.

Incendios

En la generación de combustible que propaga los incendios influyen factores como la estructura de las plantas de la zona, su inflamabilidad y las especies invasoras (como el eucalipto); la agricultura e infraestructuras tanto urbanas como rurales y su posterior abandono.

Como desveló recientemente el informe anual de WWF, el vacío rural junto al consiguiente abandono de las actividades que van unidas a este entorno (pastoreo, ganadería extensiva…), contribuyen a una propagación excesiva del fuego. «Incendios en los que los bomberos se enfrentan a grandes dificultades, porque son tan potentes que ya no se apagan con agua, ya que se evapora», afirma Pausas.

La solución a corto plazo para este problema, que atajaría los factores de combustión, son los paisajes mosaico. Cortafuegos, que gracias a la variación de la flora y la geografía consiguen acortar la duración de estos siniestros. Se trata de imitar la antigua explotación del campo, que contribuía a la heterogeneidad de materiales, impidiendo una propagación nefasta.

Calentamiento global

Aun así la mayor preocupación de cara al futuro es el calentamiento global, que según los investigadores es el punto más complicado y debe gestionarse con una mirada a largo plazo. Este punto afecta directamente a la sequía, pues aparece en territorios donde apenas existía esta problemática y acaban viendo arrasadas sus hectáreas.

«Con temperaturas muy elevadas y vientos secos, los umbrales para generar incendios se ven minimizados; aparecen mayores oportunidades de ignición, combustible y sequía», explica el experto. Por lo tanto, las condiciones climáticas juegan un papel fundamental en este fenómeno que se repite todos los veranos; y cada vez en más estaciones anuales.

Uno de los mayores protagonistas es el viento, ya que afecta directamente al comportamiento de los incendios. Desde su inicio, gracias a la capacidad de alimentar al fuego con oxígeno, hasta la dirección en la que puede propagarse que afectará a la forma que tome el siniestro. También influye en la longitud y profundidad de las llamas, o en la sequedad de la vegetación.

Si se suman estas nefastas consecuencias a la subida de temperaturas, se genera la mezcla ideal para sufrir estos episodios durante todo el año. «Cuando incrementa el calor, la ventana temporal de las estaciones en las que puede aparecer el fuego también aumenta», asegura el investigador. La subida generalizada en el termómetro se debe al cambio climático que, según Pausa, el ser humano está combatiendo muy tímidamente.

Tomar medidas con conocimiento de causa

Todas estas medidas se deben tomar con conocimiento sobre el terreno donde está surgiendo el fenómeno. Por ejemplo, los ecosistemas herbáceos y leñosos responden de diferentes maneras y, por lo tanto, requieren estrategias de gestión distintas. Lo mismo sucede con el tipo de actividad, flora y fauna propia de cada región, que necesitará soluciones lo más individualizadas posible.

Las consecuencias que tendría la falta de aplicación de soluciones se han visto ya en países como Australia y Los Ángeles: incendios de sexta generación, que solo se esfuman cuando arrasan con todo. «Si se superan los tres límites, y se hace en condiciones climáticas máximas, pueden generar incendios no solo extensos, también agresivos e intensos«, advierte Pausa.

Fuente: ELENA G.DÍEZ / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/07/29/60f01c7bfdddff4b1f8b45b7.html,



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