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El lince ibérico (Lynx pardinus) es un grandioso felino de orejas puntiagudas y pelaje moteado, endémico de España y Portugal. Pesa entre 10 y 14 kilos y se caracteriza por la enorme fuerza de sus cortas patas, lo que le permite saltar mucho más alto. Además, cuenta con poderosas mandíbulas y una vista y oído impecables con las que aprovecha al máximo la escasa luz nocturna y percibe el movimiento de una presa a decenas de metros de distancia.

No obstante, la caza furtiva, los atropellos, la degradación de su hábitat natural y la desaparición del conejo –base de su dieta– estuvieron a punto de acabar con esta joya de la naturaleza a finales de los años 90. En 2002, la IUCN incluyó al lince ibérico en la máxima categoría de amenaza que se le puede otorgar a una especie antes de que se considere extinta. Así, pasó a ser la única especie de felino del planeta declarada «en peligro crítico de extinción». Si la tendencia actual continúa, a mediados de la próxima década podría llegar a pasar a ser considerado «vulnerable».

Lince ibérico

Debido a la creciente preocupación por la precaria situación del lince ibérico, a finales de los 90 se comenzó a trabajar en su recuperación directamente sobre el terreno. En este sentido el programa europeo Life ha resultado clave. Gracias a los fondos aportados por la UE y por las Administraciones españolas, se han podido realizar convenios con propietarios de fincas cinegéticas en las que sobrevivían los últimos linces y se ha creado una red de cuatro centros de cría en cautividad que han permitido más tarde las reintroducciones en áreas bien conservadas.

De esta forma, la especie ha pasado de ocupar dos últimos reductos –en Doñana (Huelva) y en Andújar (Jaén)– a vivir en Extremadura, Castilla-La Mancha y el sur de Portugal. El siguiente paso será reforzar la unión mediante corredores entre las poblaciones que ya hay en la Península. Para ello se está a la espera de que la Comisión Europea apruebe un nuevo programa Life, que sería el tercero consecutivo desde 2002.

Así, gracias a «un trabajo continuo y conjunto de más de 20 administraciones y organizaciones, además de muchos particulares» –ha señalado el WWF–, la población del lince ibérico ha pasado, según el último censo, de apenas 94 linces en 2002 a los 1.111 en 2020 (el máximo numérico registrado desde que existen programas de seguimiento del lince).

De ellos, 239 son hembras reproductoras (frente a las 27 del año 2002), un dato extremadamente importante puesto que se estima que, para alcanzar una población totalmente viable y fuera de peligro, la población tendría que alcanzar al menos los 3.000-3.500 individuos, de los cuales 750 deberían ser hembras reproductoras. Este es el objetivo para 2040.

Optimismo, sí, pero con moderación

Sin embargo, aunque esta curva demográfica permita un cierto optimismo, no debemos cantar victoria: los expertos piden prudencia, ya que la situación del lince ibérico sigue siendo muy delicada.

Por un lado, el aumento de población se ha realizado gracias a grandes esfuerzos en conservación y reintroducción, algo que resulta difícilmente sostenible a largo plazo; por otro lado, las mencionadas amenazas a las que se enfrenta este felino y las causas que casi provocaron su extinción hace veinte años no han desaparecido.

Es más, los atropellos se han multiplicado y, aunque este problema tendría una solución relativamente sencilla porque casi todos se producen en cuatro puntos negros conocidos, la Administración todavía no ha actuado para ponerles remedio (pese a que, en teoría, sí que entra en sus planes). El furtivismo es la segunda causa de mortandad de la especie y constituye un delito con un coste muy diferente según la comunidad autónoma donde se produzca que varía de los 4.207 a los 90.000 euros.

Fuente: STOP CAMBIO CLIMÁTICO,

Artículo de referencia: https://stopcambioclimatico.azurewebsites.net/2021/11/17/la-poblacion-de-lince-iberico-supera-el-millon-de-ejemplares/,



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