El transporte sostenible es un desafío para las ciudades

Es posible que en ocasiones no seamos conscientes pero, si echamos la vista hacia atrás, rápidamente nos damos cuenta de que, durante miles de años, el transporte ha sido un factor determinante en el desarrollo de nuestras ciudades. Y es que, si nos fijamos en la forma y el crecimiento de las grandes urbes, tanto las históricas como las nuevas, no cabe duda del papel que en ellas han jugado las infraestructuras de transporte.

Hoy por hoy, el vertiginoso crecimiento de nuestras ciudades está conformando un nuevo panorama urbano en el que la gestión de un sistema de transporte eficiente ha trascendido de la Administración para transformarse en algo que tiene un impacto directo en la vida cotidiana de los ciudadanos.

Más allá del color de los trenes, cuál será exactamente su ruta o su velocidad, una gran parte de la población comienza a cuestionarse si realmente se trata de un transporte fiable, que contribuya a reducir la contaminación y apoye, a su vez, el crecimiento de nuevas áreas urbanas. Y no cabe duda de que, actualmente, y con el creciente auge de las llamadas smart cities, estas premisas deben ir ganando cada vez una mayor presencia en las tomas de decisiones sobre la localización o el tipo de transporte a implantar.

Sin embargo, no podemos conformarnos con eso. Debemos ir un paso más allá y lograr un equilibrio entre un transporte público seguro, que además de eficiente sea atractivo, y unas políticas que promuevan que los ciudadanos lo elijan frente al resto de opciones. Es sólo cuestión de tiempo que todos los vehículos -en particular los que circulan por las ciudades- sean de emisiones ultra bajas o cero. Esto es algo que puede llegar en 5 o en 50 años pero, sin duda, sucederá como consecuencia del aumento de la densidad en los núcleos urbanos y de las crecientes expectativas sobre cómo hacer de las ciudades un lugar agradable para vivir.

Para ello, debemos centrarnos en aquellas tecnologías cuyo impacto en la reducción de la contaminación y el CO2 sea mayor. En este sentido, toman especial protagonismo las tecnologías eléctricas asequibles como, por ejemplo, los vehículos híbridos eléctricos enchufables. La implantación de estos modelos es sencilla, porque muchas de ellos ya están disponibles, pero ahora son la industria y las administraciones las que tienen que centrarse en acelerar el proceso de adaptación con medidas como la renovación de la flota de autobuses y taxis, o el impulso de políticas de economía colaborativa como el uso compartido de vehículos eléctricos.

No cabe duda de que, si consultamos a los ciudadanos, la amplia mayoría preferiría conducir coches más limpios ya que, además de sentir que están aportando su granito de arena para la preservación del entorno, representan un importante ahorro para sus bolsillos. Sin embargo, la realidad es que, hoy por hoy, adquirir un coche respetuoso con el medio ambiente es muy caro. Ahora más que nunca, es necesario contar con un respaldo por parte de las autoridades reguladoras a la hora de aplicar políticas que fomenten su uso.



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