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Durante décadas, y a través de las imágenes por satélite, se ha estimado que entre el 20% y el 40% de la superficie terrestre permanecía más o menos «intacta». Un estudio dirigido por el biólogo de la Universidad de Cambridge Andrew Plumptre y publicado en Frontiers is Forests and Global Change, ha estimado ahora que apenas el 3% de los ecosistemas terrestres en superficie pueden considerarse realmente «intactos».

El estudio ha causado cierta controversia y ha merecido críticas como la del profesor de la Universidad de Queensland James Watson, que asegura que la estimación ha sido «claramente minimizada» y que hace un flaco favor a los científicos que trabajan por salvar espacios «ecológicamente intactos» en planeta.

Andrew Plumptre se defiende alegando que Watson ha publicado papeles científicos a partir del «mismo tipo de datos» y sostiene que la estimación -aunque aproximada- es más fiable de la que existía hasta ahora porque no se ciñe exclusivamente a las imágenes por satélite, sino que está complementada con observaciones en tierra, incluida la información sobre pérdida o extinción de especies en los últimos 500 años.

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Ecosistemas terrestres

Los investigadores de Cambridge han usado mapas de rastreo de un total de 7.000 especies, incluidas en la Lista Roja de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza. La mayoría de los datos son de mamíferos aunque también se incluyen aves, reptiles y anfibios.

«Hay un límite en los que los satélites pueden captar, que es básicamente la masa vegetal», advierte el profesor de Cambridge, especializado en la conservación de bosques tropicales y al frente de la iniciativa Key Biodiversity Areas (Zonas Clave de Biodiversidad). «Nuestro estudio permite ir más allá y descubrir el efecto de acciones humanas como la caza bajo la capa vegetal, así como el impacto de las especies invasivas».

El estudio no concluye que solo quede un 3% de la superficie terrestre sin «tocar» por la mano humana. La especies invasivas y la propagación de plagas y enfermedades pueden alterar igualmente los ecosistemas sin necesidad que se produzca la «destrucción de los hábitats» asociadas con el avance de nuestra especie, aunque a veces pueda haber una relación indirecta.

«Las especies invasivas son una amenaza particular en islas como Nueva Zelanda o Australia», advierte Andrew Plumptre, que advierte sin embargo de los efectos de la caza en el continente africano: «las partidas de caza se celebran durante semanas y se adentran en la sabana, y penetran en zonas de vida silvestre hasta entonces intactas». Curiosamente, el estudio recalca la labor de la comunidades indígenas para gestionar el territorio y preservar los ecosistemas.

Rewilding

Los bosques tropicales del Congo y de la Amazonia, la tundra del este de Siberia y del norte de Canadá y grandes partes del desierto del Sahara figuran entre los ecosistemas «intactos» (el estudio no incluye la Antártida). El continente europeo no cuenta con zonas «intactas», pero sí reúne las condiciones -en opinión de Plumptre- para emprender acciones masivas de «restauración ecológica».

«Lo que en Europa llamamos «rewilding» -o sea, la reintroducción de animales silvestres en sus hábitats- puede contribuir a restaurar ecosistemas en el 20% de la Tierra», asegura el biólogo de Cambridge, que menciona como ejemplo los efectos de la reintroducción del lobo en Yellowstone o en Italia (o en España, sin ir más lejos).

Le preguntamos por último al profesor Plumptre si el objetivo de proteger el 30% de la superficie terrestre en el 2030 es suficiente o si hay que ir más allá. «Obviamente, devolver la integridad ecológica al 30% del paneta, ayudaría a hacerlo más resiliente ante el reto del cambio climático. Pero es lo mínimo que necesitamos para preservar la biodiversidad y frenar las extinciones».

«No nos basta con recuperar los espacio degradados», advierte. «Tenemos que identificar los lugares donde existen especies únicas. Ese es el objetivo del programa Zonas Clave de Biodiversidad, en cooperación con 13 organizaciones ambientalistas de todo el mundo, para ayudarnos a identificar esos lugares y conservarlos a toda costa».

Fuente: CARLOS FRESNEDA / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/04/28/607ee709fdddff3d9f8b4646.html,



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