La biodiversidad retrocede en todo el planeta a pasos agigantados. El Informe Planeta Vivo 2014 de WWF indica una disminución del 52% de las especies de vertebrados entre 1970 y 2010, es decir, que en cuatro décadas el número de mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces del planeta se ha quedado en menos de la mitad. Al analizar los datos por zonas geográficas, la peor tendencia es la del Neotrópico, una región que básicamente se corresponde con América Latina y el Caribe, donde el descenso llega al 83%.

Los científicos coinciden en que la situación es grave, aunque algunos cuestionan que esas diferencias entre continentes sean tan dramáticas. “Debemos ser muy cautelosos con cifras arrojadas por análisis comparativos globales”, aseguran desde la Universidad Veracruzana, en México, dos expertos en conservación biológica, Eric Ameca Juárez y Ernesto Rodríguez Luna.

Aunque es cierto que la pérdida de biodiversidad es muy elevada en la región neotropical, este espacio geográfico contiene una enorme diversidad que está muy estudiada. Por eso, los investigadores de Veracruz consideran que otras regiones del planeta "pueden tener cifras similares”, pero al no haber sito tan exhaustivamente investigadas, ofrecen datos menos impactantes que América Latina y que las regiones tropicales en general.

En cualquier caso, en su opinión, las causas de la pérdida de biodiversidad son similares en todas las ecorregiones y citan las principales: “Destrucción del hábitat, efectos negativos de especies invasoras, sobreexplotación de especies y poblaciones y cambio climático”, además del efecto en cadena que puede provocar la extinción de una especie sobre otras.

Un caso particular que ha estudiado en profundidad Eric Ameca y Juárez es el del mono aullador (Alouatta palliata mexicana), que se encuentra en peligro de extinción “afectado por efectos climáticos extremos en combinación con la degradación de su hábitat”, indica el investigador, que ha publicado en la revista Trends in Ecology and Evolution un artículo sobre esta especie que sirve de referencia para analizar la vulnerabilidad de los mamíferos terrestres. La combinación de varios factores, como los eventos naturales y la acción del hombre, incrementa su riesgo de desaparición.

Especies invasoras

Las especies invasoras también ejercen un efecto devastador. Las universidades argentinas de Comahue y La Plata, junto a un equipo español liderado por el biólogo Salvador Peris, han analizado durante años la introducción de diversas especies en el Parque Nacional Lanín, situado en la Patagonia cerca de la frontera chilena: el salmón y el jabalí europeos o el visón de Norteamérica causan estragos.

Por ejemplo, en los lagos y lagunas de la provincia de Neuquén donde se ha documentado la presencia del visón, los gansos y los cisnes han desaparecido casi por completo en apenas 15 años.

El informe de WWF alerta de que el cambio climático puede ejercer aún una mayor presión sobre las poblaciones en el futuro. Si las cifras que recoge hacen referencia al pasado inmediato, cuando las variaciones de temperatura o precipitaciones apenas se estaban empezando a notar, los modelos de evolución del clima indican que a lo largo del siglo XXI los ecosistemas se pueden ver mucho más afectados.

Según las cifras que recoge el Sistema de Información sobre Biodiversidad (SIB) del Instituto Humboldt de Colombia, el 47% de la superficie de Latinoamérica y el Caribe corresponde a bosques y en ellos se esconde buena parte de la riqueza faunística y, por supuesto, botánica de la región. En general, se considera que más de la mitad de las especies animales y vegetales tienen su hogar en las superficies arboladas.

El país de las aves

En la propia Colombia, el país del mundo con mayor diversidad de aves, existen unas 350 especies de fauna con algún grado de amenaza, de acuerdo con los Libros Rojos publicados hasta la fecha. Sólo en los bosques húmedos de los Andes y en la costa Pacífica se contabilizan 68 aves amenazadas, 40 mamíferos, 55 anfibios y 25 reptiles.

La mayoría de ellos están clasificados como “vulnerables”, pero buena parte se consideran especies “en peligro” o “en peligro crítico”, los siguientes escalones hacia la desaparición. Anfibios y reptiles son los que salen peor parados en las montañas y los bosques occidentales.

Sin embargo, los científicos colombianos llaman la atención sobre otros animales menos visibles: se estima que hay 300.000 especies de invertebrados, de las cuales se conocen menos del 20%. En estas condiciones, es difícil conservar lo que ni siquiera se sabe que existe en un país con un enclave privilegiado entre el Caribe, el Pacífico y el Amazonas.

Una pérdida irreparable

Por eso, los científicos latinoamericanos coinciden en las graves consecuencias de perder biodiversidad incluso antes de llegar a conocerla. “Supone una pérdida de bienes”, señalan los mexicanos Ernesto Rodríguez Luna y Eric Ameca Juárez, por ejemplo, “comida, medicinas, fibras o materiales para construcción”.

La disminución de especies acarrea también alteraciones ambientales aún difíciles de evaluar: la polinización, el reciclaje natural de nutrientes, la alteración de ciclos biogeoquímicos, la regulación climática y otros muchos aspectos esenciales para el equilibrio de los ecosistemas se pueden ver modificados de forma drástica. En definitiva, “el fin de nuestra forma de vida como hoy la conocemos”, advierten.

El desarrollo deja su huella 

Revertir la situación en las próximas décadas parece una tarea extremadamente difícil, pero en todo caso pasaría por “un cambio de patrones de consumo”, según los expertos. En la actualidad, el ser humano está utilizando más recursos de los que la Tierra es capaz de suministrar y el desarrollo económico que está viviendo América Latina hace que incremente de forma notable su huella ecológica, el indicador que recoge el impacto ambiental que las actividades humanas tienen sobre los recursos disponibles en relación a su capacidad de regeneración. En este sentido, Brasil ya se ha colado entre los países cinco primeros países del mundo con mayor huella ecológica, que representa ya el 3,7% del total mundial.



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