Un equipo de científicos estadounidenses ha identificado la primera evidencia de combustible procedente del vertido de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en un animal no acuático, el chingolo costero (Ammodramus maritimus), un paseriforme típico de humedales costeros del sureste de los Estados Unidos. 

Los investigadores analizaron la dieta y las plumas de ejemplares capturados más de un año después del vertido de petróleo, acaecido en 2010 frente a las costas del golfo de México. Las aves capturadas en zonas de marisma que habían estado expuestas al fuel albergaban contaminantes en sus tejidos, mientras que los ejemplares de áreas no expuestas al vertido se vieron exentos de dicha contaminación.

De esta manera, los resultados muestran que el petróleo derramado, en este caso por el Deepwater Horizon, se incorporó dentro de las presas de las que se alimentan estos gorriones y de ahí pasó a sus plumas.

“Sabemos que el carbono del petróleo entró en las redes alimenticias tanto de fuera de la costa como de cerca de la misma, como demuestran el plancton, el pescado y los animales filtradores. Pero esta es la primera demostración de que el petróleo se integró dentro de los vertebrados terrestres”, explica Sabrina Taylor, investigadora de la Universidad Estatal de Luisiana.

Este gorrión es residente anual en las marismas de Luisiana y este nuevo estudio sugiere que la exposición directa al petróleo puede haber influido también en el detrimento del éxito reproductivo de las aves.

“Los resultados sugieren que las diferencias que hemos observado en la expresión de los genes de esta especie y en el éxito reproductivo entre los lugares expuestos al petróleo y los no expuestos, puede haber sido causada por efectos toxicológicos directos, no solo por la degradación del hábitat o la pérdida de presas”, matiza Taylor.

“Tendemos a pensar que los ecosistemas terrestres están a salvo de la contaminación por vertidos. Sin embargo, la frontera entre los ecosistemas marinos y terrestres está mucho menos definida de lo que se cree. Las especies que viven en esta frontera no solo son muy vulnerables a los efectos tóxicos del petróleo sino que pueden ser responsables del transporte de este combustible hacia las redes tróficas terrestres. La valoración de daños y riesgos futuros deberían incorporar una evaluación de la amenaza potencial que suponen para la vida terrestre las operaciones de petróleo y los derrames”, explica Andrea Bonisoli Alquati, autor principal del estudio y profesor de Toxicología Ambiental en la Universidad Cal Poly Pomona.

A la luz de estos resultados, los científicos animan a que se hagan más estudios sobre el efecto de los derrames petrolíferos en especies terrestres.

Las plumas, excelentes indicadores

El uso del plumaje de las aves como indicador de los niveles de contaminación del medio no es nuevo. Utilizan las plumas como mecanismo de “excreción” de los contaminantes que ingieren a través de la dieta, por lo que estos tejidos acumulan concentraciones importantes, que reflejan los niveles de su entorno. Esto ha permitido, por ejemplo, entender las tendencias históricas de algunos contaminantes, gracias al análisis de colecciones de museo.

En España cabe destacar los estudios que se hicieron con motivo de otro gran derrame de petróleo, el del Prestige. “Los efectos de este vertido sobre el medio marino fueron catastróficos, y las aves no estuvieron exentas”, comenta Pep Arcos, responsable del programa marino de SEO/BirdLife. “Sufrieron efectos tanto directos (mortalidad) como indirectos (acumulación de contaminantes, escasez de alimento, cambios en la estructura poblacional, etc.). En el caso particular de la acumulación de contaminantes en plumas, se detectaron niveles de cobre y plomo entre dos y cinco veces más altos de los detectados antes del accidente, y no volvieron a la ‘normalidad’ hasta pasados tres años”, concluye Arcos.

La adecuada evaluación del impacto de vertidos como el del Deepwater Horizon o el del Prestige requiere de programas de seguimiento que permitan contar con información de calidad antes y después del accidente. Si bien en el caso del Prestige estos eran deficitarios, y hubo que recurrir a la información recogida por iniciativa propia de varios grupos de investigación, ahora las Estrategias Marinas deberían garantizar la puesta en marcha de unos programas de seguimiento adecuados para evaluar posibles incidencias en el futuro.



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