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Después de varios días en los que la tierra temblaba, demasiado quedo y demasiado profundo para que la gente de La Palma pudiera llegar a notarlo, después de que la tierra se fuera levantando de una forma tan sutil que sólo los científicos con sus instrumentos podían notarlo, después de reuniones para explicar qué hacer en caso de evacuación, después de todo eso, el domingo 19 de septiembre a las tres de la tarde, un crujido de la tierra seguido de una explosión anunció a los vecinos del oeste de Cumbre Vieja, en La Palma, que el volcán había nacido.

Tierra

Y nació como nacen los niños vigorosos, rugiendo y lanzando a lo alto sus “humos” que venían a decir:

«Ya estoy aquí, temblad y huid. Soy un volcán y no puedo reprimir la destrucción que voy a causar en vuestras haciendas y la conmoción que voy a sembrar en vuestro ánimo. Por ahora, soy el último volcán que nace en vuestra isla –la bonita–.

Soy el último de los muchos volcanes que han levantado desde el fondo del océano la tierra en la que vivís, el último, por ahora, de los que han creado el paisaje, las montañas que miráis cada día, el último de los que han hecho que esta tierra sea fértil para sembrar y cosechar.

Ahora os estoy causando daño y dolor. Os pido perdón y también os pido que entendáis que es el riesgo que hay que asumir cuando se vive en una isla volcánica que forma parte de un archipiélago volcánico –las islas Canarias– que junto a Cabo Verde, Madeira, las Salvajes y Azores integra la Macaronesia. Ahora os van a explicar mi génesis, mi alumbramiento y como estoy modificando el territorio en mis escasas horas de vida».

Este volcán, que aún no tiene nombre, se abre después de varios días de mantener activo un importante enjambre sísmico con miles de terremotos, en la ladera occidental del estratovolcán Cumbre Vieja.

Dos puntos de emisión

Se abre en el entorno de otro viejo volcán en el paraje de Cabeza de Vaca, formando una fisura con, en principio, dos puntos de emisión, que en la actualidad se han convertido en ocho.

A través de ellos se emiten gases volcánicos (CO2 y SO2), cenizas, lapilli y escorias, desarrollando una pequeña columna eruptiva grisácea y negruzca de unos centenares de metros de altura y también, en las bocas centrales, fuentes de lava por las que salen escorias –spatter– que, sin duda, habrán desarrollado efímeros “hornitos” y que en la actualidad han llegado a formar conos de piroclastos perfectamente visibles en el paisaje.

Una lava lenta, pero destructiva para la tierra

La gran cantidad de lava emitida ha permitido el desarrollo de coladas que, adaptadas a la topografía, se han movido ladera abajo a velocidades de unos cinco metros por hora. Son coladas escoriáceas, típicas de las erupciones canarias, que tenían en su frente una temperatura de 1 075 ℃ (datos obtenidos por investigadores del INVOLCAN) que podrían suponer temperaturas de salida del orden de los 1 100-1 200 ℃.

La erupción en sí no es peligrosa para la población de la zona, aunque sí para bienes personales –viviendas y cultivos, principalmente– así como para las infraestructuras de comunicaciones y otros servicios comunitarios como tendidos eléctricos, colegios, centros sanitarios, etc. Las coladas avanzan lentamente hacia la costa, disminuyendo la velocidad a medida que disminuye la pendiente del terreno, lo que implica un crecimiento de los frentes que han alcanzado alturas de 6-7 metros.

Aunque es difícil de cuantificar, estimaciones de los científicos que están trabajando in situ hablan de entre 17 y 20 millones de m³ de lava emitidos. Pretender salvar infraestructuras es complejo. Todo aquello que toca una lava de más de 1 000 ℃ de temperatura entra en combustión espontáneamente. Solo la roca y algunos muros de hormigón de especial resistencia podrían aguantar el empuje del frente de la colada.

180 casas engullidas por la lava

Hasta ahora hay unas 180 casas engullidas por la lava o dañadas en mayor o menor medida, así como terrenos de cultivos. El Instituto Geográfico Nacional ha elaborado un modelo probabilístico de movimiento de lavas que alcanzarían la costa al norte del núcleo de La Bombilla, saltando los acantilados costeros y afectando a los invernaderos situados en la zona.

A los 50 años de la erupción del Teneguía, la naturaleza recrea el paisaje con una nueva erupción, bellísima para los simples espectadores, interesantísima para los científicos y muy triste para los que lo han perdido todo.

Los investigadores vamos a seguir la evolución de este volcán, su duración, que va a depender del volumen de magma acumulado en los reservorios bajo la corteza, y su impronta final en el territorio. Cuando esto pase, la vida cotidiana, ahora completamente descompuesta, regresará y quedará esperando a una nueva irrupción de vida de la indomable naturaleza de los países volcánicos.

Fuente: Elena González Cárdenas / THE CONVERSATION,

Artículo de referencia: https://theconversation.com/la-tierra-respira-en-la-palma-168355,



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