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Si a cualquier persona de a pie le preguntaras si la industria eólica le parece un buen lugar para hacer negocios, la mayoría te diría que sí. Al fin y al cabo, hay un plan ambicioso para descarbonizar la economía en los próximos años y la energía eólica está llamada a ser, junto a solar, una de las principales protagonistas. Además, 2020 fue el año con más instalación de eólica de toda la historia y las previsiones de cara a los próximos años son muy ambiciosas, especialmente en el caso de la eólica marina.

Sin embargo, y a pesar de que todos los indicadores apuntan a que el ahora mismo el sector eólico es el negocio adecuado en el momento adecuado, los fabricantes de aerogeneradores no son capaces de entregar los resultados que prometen: en todos los casos los resultados son peores de los previstos y en algunos directamente se presentan en números rojos.

Todo ello en una coyuntura de guerra donde se han destapado los problemas de Europa respecto a la dependencia energética de los combustibles fósiles importados, lo que ha llevado a poner sobre la mesa la necesidad de aumentar y acelerar las inversiones en energías renovables.

Empezó con las subastas y fue agravado por la pandemia

Los problemas de rentabilidad no son algo nuevo para los fabricantes de aerogeneradores. Su travesía en el desierto comenzó cuando los sistemas de fijación de precio mediante subastas comenzaron a proliferar por todo el mundo. Estos sistemas consisten en subastas a la baja por la venta de energía: quienes prometen una energía más barata son quienes construyen el proyecto; a cambio se les garantiza cobrar la tarifa ofertada durante los siguientes “X” años.

Antes de las subastas lo habitual en el mundo era la retribución a través de “feed in tariff” o “primas” como las conocemos en España, que permitían a los promotores disfrutar de un pago razonable (a veces jugoso) por cada MWh de origen eólico vertido a la red.

La realidad es que el sistema de subastas es muy bueno para reducir el precio de las energías renovables. Según datos de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el LCOE para la energía eólica onshore ha disminuido en casi un 60% de 2010 a 2020 hasta unos 37 €/MWh de media, mientras para la energía eólica offshore se ha reducido a casi la mitad hasta alcanzar los 73 €/MWh. No hay más que ver los últimos resultados de las subastas en España para confirmar que esto es cierto.

Sin embargo, las subastas son también un sistema un tanto perverso, ya que obligan a los promotores a competir exclusivamente a la baja, tirando los precios. Lo que a la postre los lleva a “presionar” a toda la cadena de suministro (fabricantes de aerogeneradores, constructores, suministradores de equipos, etc), estrechando sus márgenes.

Diseñar máquinas capaces de generar más energía a menor coste económico

En paralelo, y empujados por la competencia generada por la adopción mundial de estos sistemas de fijación de precio, los fabricantes de aerogeneradores comenzaron una carrera por diseñar máquinas capaces de generar más energía a menor coste económico. Algo que han conseguido, principalmente, a base de sacar al mercado aerogeneradores cada vez más grandes. El ritmo de presentaciones de nuevos modelos en los últimos años ha sido más alto que nunca, con la inversión y el riesgo que ello conlleva.

En los últimos tiempos esta ya de por sí complicada situación se ha agravado con la llegada de la pandemia y los problemas logísticos derivados (con los costes del transporte marítimo por las nubes), además del notable aumento del coste de las materias primas y de la energía. Un aumento de costes que también afecta a los proyectos firmados (con otros precios) pero aún no construidos.

Industria eólica: luz al final del túnel

En cualquier caso, y a pesar de que las perspectivas a corto plazo no son buenas, las previsiones de instalación a futuro siguen siendo enormes, por lo que la industria (y los inversores) siguen confiando en ser capaces de enderezar el rumbo. Además, también está la baza del hidrógeno verde, el cual podría agregar una demanda adicional de aerogeneradores.

Sin embargo, hay que ser conscientes de que, si no se quiere poner en peligro la transición energética e incluso se quiere aumentar su ritmo, es necesario contar con una industria eólica fuerte y saneada capaz de hacer frente a los retos tecnológicos que están por llegar.

Una de las medidas que podría ayudar a mejorar las cifras de los fabricantes es aumentar la cantidad de megavatios a subastar, es decir, que el pastel a repartir sea más grande. Y no sería nada descabellado, ya que para alcanzar los objetivos a 2030 la Unión Europea necesita instalar 30 gigavatios anuales, pero en 2021 solo se instalaron 11.

75 MW de eólica

No obstante, aumentar las instalaciones no es tan sencillo como parece. Europa vive actualmente un cuello de botella en la tramitación de nuevos parques, con las administraciones colapsadas y sin capacidad de gestionar todas las nuevas solicitudes. En ese sentido, el Gobierno de España ha anunciado recientemente que acelerará la tramitación de los proyectos de hasta 75 MW de eólica cuyo suelo tenga baja afección ambiental.

Otra demanda de la industria es optar por subastas que maximicen el valor y no se enfoquen exclusivamente a minimizar el precio. Subastas que consideren también el impacto económico, la generación de empleo, los ahorros para el ciudadano, la cadena de suministro existente en el país, el beneficio a las comunidades locales, etc.

En definitiva, son tiempos difíciles para los fabricantes de aerogeneradores, que tendrán que sobrevolar las turbulencias a la espera de una segunda mitad de década con mejores expectativas.

Fuente: Sergio Fernández Munguía / El Periódico de la Energía

Artículo de referencia: https://elperiodicodelaenergia.com/la-paradoja-de-la-industria-eolica-mas-demanda-que-nunca-pero-sin-rentabilidad/



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