España alberga 45.000 especies de insectos. Una estimación que supera, por ejemplo, la cantidad de especies de vertebrados conocidas a nivel mundial. «Cada vez hay más interés en esta fauna, pero los fondos destinados a su conservación son prácticamente nulos», se lamenta Eduardo Galante, presidente de la Asociación española de Entomología (AeE). «Un gran número están amenazadas (95.000, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza); sin embargo, una cifra ridícula de ellas (553) se catalogan en Listas Rojas», subraya este catedrático de Zoología de la Universidad de Alicante.

De los insectos, que participan en todos los procesos ecológicos de los hábitats terrestres y de agua dulce, depende la producción agrícola. Y también actúan como los «basureros de la naturaleza», degradando los cadáveres y excrementos de otros organismos y propiciando la fertilidad de las plantas. «Hay demasiados prejuicios e ignorancia con respecto a ellos: menos del 2% constituyen plagas o transmiten enfermedades», asegura el experto.

En su opinión, los insectos solo se pueden proteger conservando y mejorando sus hábitats. Por ello, la AeE ofrece supervisión científica a las organizaciones, los particulares o las administraciones que pretendan establecer en un territorio concreto una reserva entomológica. «Se trata de una figura que concede la propia AeE desde 2012 porque, de momento, ninguna disposición legal vigente la reconoce; aunque hay comunidades autónomas que desean apoyarla e incorporarla a sus programas de protección del medio natural, como Castilla y León o la Comunidad Valenciana», confirma el investigador.

Las primeras reservas entomologicas en Europa surgieron en Reino Unido. «En otros países del continente, como Francia, Alemania o Suiza, los insectos gozan de una consideración social de la que carecen en España, donde en cambio sí existe un gran conocimiento científico» sobre esta clase animal, continúa Galante.

La Reserva Biológica Campanarios de Azaba (Salamanca) fue el primer enclave en España que obtuvo la distinción de reserva entomológica en el año 2013. Se trata de una finca de 600 hectáreas cuya superficie ha ampliado de forma progresiva la Fundación Naturaleza y Hombre (FNYH) en el contexto de un programa Life europeo aún vigente para salvaguardar el oeste ibérico. «Tras una década de esfuerzos orientados a evitar la intensificación del suelo y de las lagunas del espacio, el número de mariposas y escarabajos se ha acrecentado en el área», comenta Carlos Sánchez, presidente de la organización.

Interconexión natural de seres vivos

En el marco de otro proyecto Life, «Miera», al que da nombre un río de la cordillera Cantábrica que actúa como corredor ecológico dentro de la región, la FNYH ha presentado a la Asociación española de Entomología (AeE) la candidatura de dos espacios localizados en Cantabria para que adquieran la categoría de reservas entomológicas. Se trata, en concreto, del Paraje Cornueva-Rubalcaba, en la localidad de Liérganes, y del Parque Fluvial de La Regata del municipio de Medio Cudeyo. En el primer caso, la denominación afectaría a 40 hectáreas, las cuales se aprovechan para actividades ganaderas y madereras, y a casi dos hectáreas en el segundo, pues se trata de un enclave de ámbito urbano.

«Las organizaciones no podemos legislar, solo podemos fomentar el reverdecimiento del medio natural a través de acuerdos voluntarios de custodia de territorio, como los que hemos firmado con el Ayuntamiento de Liérganes, que nos cederá cuatro parcelas (29 ha) del Paraje Cornueva-Rubalcaba, y con la Junta Vecinal de Ceceñas, a la que pertenece el Parque Fluvial de la Regata», indica Sánchez.



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