¿Qué pasa con las abejas?

Las abejas son el equivalente al sexo animal para muchas plantas. Gracias a su cuerpo cubierto de pelos, transportan fácilmente el polen desde las partes masculinas de una flor hasta las partes femeninas, ya sean de la misma planta o de otras alejadas. Así ocurre la reproducción en muchas especies vegetales, como la fresa, cuyo fruto requiere al menos 21 visitas de abejas para ser grande y sabroso, según los cálculos de Naciones Unidas. Las abejas no son los únicos insectos polinizadores, pero son vitales en cultivos como la alfalfa, las almendras, los pepinos y las fresas.

La Unión Europea está preocupada. En los últimos años, diferentes estudios científicos han señalado el declive de las abejas, asediadas por una multitud de amenazas: la destrucción de su hábitat, el uso abusivo de algunos pesticidas hoy prohibidos temporalmente en la UE, la invasora avispa asiática que ataca las colmenas, el ácaro Varroa que chupa sus líquidos internos, el parásito Nosema apis que afecta a su aparato digestivo, el cambio climático. Y el principal problema es que se desconoce qué está pasando realmente. Faltan datos.

“Nuestro objetivo es reunir a los apicultores, los agricultores, la industria, los científicos, los expertos en evaluación de riesgos, los ciudadanos y los políticos para estudiar cómo mejorar la toma de datos para evaluar de manera más realista el estado de salud de las abejas en Europa”, declaró ayer el veterinario Simon More, del University College de Dublín (Irlanda).

More ha inaugurado el simposio científico Hacia una asociación europea para las abejas, coorganizado en Bruselas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que ha invitado al acto a EL PAÍS. La reunión supone un intento de iluminar un sector a menudo opaco por la mezcolanza de intereses. El mensaje es claro: hay que recoger muchos más datos sobre lo que está pasando y, sobre todo, compartirlos.

El alemán Walter Haefeker, presidente de la Asociación Europea de Apicultores Profesionales, se ha encargado de poner los pies en el suelo a los asistentes. “Los apicultores necesitamos privacidad”, ha defendido. Su organización aboga por ofrecer “datos anonimizados” o “cifrados, con la llave en la mano del apicultor”. Divulgar un problema en las colmenas de una empresa puede arruinar su negocio.

El zoólogo Miguel Ángel Miranda, de la Universidad de las Islas Baleares, señala otro problema: la abundancia de “apicultores de fin de semana”. En España, hay 24.755 apicultores, de los que solo el 19% son profesionales, según las cifras del Ministerio de Agricultura. Esto puede provocar, según Miranda, que los tratamientos de las abejas se apliquen mal en muchas colmenas, generándose resistencias contra las enfermedades.



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