Las tendencias actuales de minimización y valorización de los residuos, que tienen su exponente en la reducción, reutilización y reciclaje, implican un cambio en el modelo convencional de recogida de los residuos urbanos.

Los residuos municipales se pueden agrupar en las siguientes tipologías:

  • Residuos ordinarios generados diariamente y recogidos con sistemas actuales de contenedores, bolsas, recogida selectiva…
  • Residuos voluminosos generados periódicamente y recogidos por sistemas específicos para muebles, electrodomésticos, etc.
  • Residuos especiales generados periódicamente que forman parte del flujo que va a parar a los contenedores de la recogida diaria.

Las dos últimas precisan métodos de recogida que faciliten su tratamiento y disposición adecuados sin afectar al medio. Para recoger selectivamente este tipo de residuos y, en concreto, los especiales surge la necesidad de dotar de infraestructuras a los municipios. En este marco nacen las desecherías o también denominadas puntos limpios, que vienen a cubrir un vacío existente en la gestión de la recogida de residuos urbanos para aquellas fracciones que no se generan diariamente y que, acaban integradas en el resto de los residuos o abandonadas incontroladamente.

Estas fracciones no se generan con una periodicidad regular, de manera que, aunque la presencia de residuos atípicos sea significativa en el conjunto, no es viable plantear su recogida mediante servicios programados y regulares. Estos residuos pueden clasificarse en dos grupos. Los primeros se consideran objeto de tratamiento diferenciado debido a alguna característica especial, normalmente un efecto contaminante grave. Los segundos requieren una atención especial por su naturaleza física, formato de presentación, relación entre peso y volumen, etc. Una de las soluciones para evitar que estos materiales se incorporen en el flujo habitual de los residuos urbanos consiste en la creación de puntos de recogida voluntaria. Dichos puntos son básicamente instalaciones del servicio de recogida de basuras que están abiertas a los usuarios para que entreguen y depositen de forma diferenciada y separada los residuos voluminosos y especiales. Este tipo de instalación fija y estable permite una clasificación e incluso un pretratamiento de los residuos, facilitando de este modo su reciclaje o eliminación diferenciada.

Las grandes ventajas de estas instalaciones son:

  • Evitan que las fracciones inoportunas o peligrosas se incorporen a los residuos urbanos.
  • Facilitan que el ciudadano se desprenda de residuos que no cuentan con una recogida estructurada.

Las desecherías o puntos limpios representan el complemento obligado de todo programa de recogida selectiva, introduciendo un efecto de clasificación, regulador y ordenador en la gestión de los residuos.

La correcta caracterización de los residuos recibidos en los puntos de recogida voluntaria es imprescindible. Al tratarse de un servicio abierto al público puede presentarse una casuística muy amplia, por lo que se debe mantener en todo momento el control de los productos entregados. Para ello deben establecerse unas reglas de admisión de residuos según su naturaleza. Una posible vía de catalogación es:

  • Residuos clasificados. Los originados en pequeñas cantidades en el ámbito doméstico que deben separase del flujo de residuos por su toxicidad, carga contaminante u otra propiedad relevante.
  • Residuos especiales. Las asimilables a urbanos que requieren un tratamiento de valorización o eliminación específico:
    • Residuos voluminosos.
    • Residuos inertes.
    • Residuos reciclables.

Esta lista general debe concretarse en cada caso tras un estudio de las necesidades de la población, de los sistemas de recogida selectiva organizada en la ciudad, cómo han de clasificarse, que cantidades estimadas a recibir de cada tipo, etc.

Ello hace que, normalmente, se den facilidades para planificar la recogida de: barnices y pinturas, tubos fluorescentes y lámparas de vapor de mercurio, baterías de automóviles, placas radiográficas, fármacos caducados, pesticidas y productos de jardinería, cartuchos de tinta de impresoras y fotocopiadoras, aceites minerales, aceites vegetales…

Aprovechando la instalación pueden colocarse algunos contenedores similares a los existentes en la ciudad para residuos reciclables o restos de naturaleza industrial, fontanería, bricolaje y reparaciones caseras con el fin de facilitar que el ciudadano y los pequeños industriales se desprendan de algunos de estos productos: una moqueta, unos sacos de escombros, un sanitario deteriorado, etc.

Teóricamente, estas instalaciones pueden catalogarse como lugares donde se gestionan residuos tóxicos y peligrosos, por lo que pueden precisar de gestores legalmente autorizados. Este tema, tratado con toda rigidez, impide la recogida de dichos residuos y por otro lado es muy discutible que la simple acción de recoger y reexpedir pequeñas cantidades de residuos peligrosos responda al carácter formal que la ley da a los gestores de estos residuos. Aunque cada autonomía lo trata de forma diferente, lo habitual es que las desecherías se acepten como simples centros de recepción sin necesidad de los requisitos legales, complejos y costosos, para la gestión de residuos tóxicos y peligrosos.



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