China prohibirá las bolsas de plástico en las grandes ciudades y las pajitas de un solo uso en los restaurantes a finales de 2020, en un intento de reducir los residuos.

En China, con la aplicación de WeChat, similar al WhatsApp, además de chatear, se puede pedir un taxi o comida a domicilio, entre otras múltiples funciones que tiene. Con un sólo clic en el apartado de Food Delivery el consumidor tiene disponible una inmensa oferta gastronómica.

En menos de 30 minutos, recibes en tu casa todo tipo de platos caseros dentro de un inmenso tupper envuelto en varias bolsas. Porque en China no escatiman en plástico. Y ese es el problema: uno no sabe qué hacer después con tantas bolsas y recipientes de plástico, que suelen acabar en la basura, en el mismo contenedor que la comida o el papel higiénico.

Hace un año, el presidente chino, Xi Jinping, lanzó un discurso ambiental contra los plásticos, empujando al pueblo hacia una cultura del reciclaje. Instó a convertir la clasificación de desechos en «un nuevo estilo de vida».

Para lograrlo se están implementando medidas como la que acaba de anunciar el Gobierno: las bolsas de plástico estarán prohibidas en las grandes ciudades chinas a finales de 2020. El plan que ha desarrollado la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma y el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente también fija como objetivo que la prohibición se expanda a todos los pueblos en 2022.

Todo en base a un plan para restringir la producción, venta y uso de productos plásticos de un solo uso, una lucha que la ONU ya ha repetido en varias ocasiones que es uno de los mayores desafíos ambientales del mundo.

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China

Además de las bolsas, se prohibirán las pajitas de un solo uso, al igual que cualquier importación de desechos plásticos. Una política que inició en julio de 2018 con la llamada «basura extranjera».

China ya no quería ser receptor de los desechos de otros país, lo que provocó una interrupción de un flujo anual de siete millones de toneladas que les llegaba. El gigante asiático pasó de recibir plásticos a mandarlos a sus vecinos del sudeste asiático.

Diez años antes, en 2008, Pekín había prohibido a los minoristas entregar bolsas de plástico gratuitas y a las empresas a fabricar bolsas finas que se rompían enseguida y que hacían que los clientes cogieran varias o acabaran tiradas en la calle.

Los datos muestran que esta regulación funcionó, al menos en parte. Se redujo el consumo de estas bolsas en aproximadamente 67.000 millones de unidades, aunque muchas empresas se saltaron las normas y continuaron minimizando los tamaños.

En cuanto al reciclaje, el año pasado Shanghai fue elegida como ciudad piloto. Ahora, en esta gran urbe de 23 millones de personas que generan más de 22.000 toneladas de desechos domésticos diarios, tienen que clasificar sus basuras en cuatro contenedores codificados por colores: seco, húmedo, reciclable y peligroso.

Shanghai

En Shanghai establecieron un programa de educación ambiental de cara a que la población aprendiera a reciclar. Cerca de 30.000 voluntarios ejercieron de instructores a pie de calle, vigilando que la separación de la basura se hacía correctamente.

Además, se instauró un sistema de multas para que la población cumpliera a rajatabla el nuevo cometido ambiental: los residentes podían ser sancionados con hasta 200 yuanes (26,30 euros) y las grandes empresas con 50.000 yuanes (6.500 euros) si se saltaban las reglas.

Este año se espera que el sistema de reciclaje empiece a llegar a otras grandes ciudades. La siguiente será Pekín. A los hogares de la capital ya están llegando circulares del gobierno chino explicando cómo se deben separar los desechos. Una medida necesaria para la supervivencia ambiental de un país que acaba de superar los 1.400 millones de habitantes.

Fuente: LUCAS DE LA CAL / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2020/01/20/5e2570be21efa0f2078b4669.html,



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