La Unión Europea quiere restringir definitivamente el uso de los pesticidas que están matando de forma masiva a las abejas y a otros polinizadores de los que depende el 90% de las especies de plantas con flores y el 75% de los cultivos en el mundo. El grave perjuicio que algunos de estos químicos -especialmente los conocidos como neonicotinoides- están causando a los insectos, quedó científicamente confirmado por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en un informe publicado en febrero que ha servido para que la Comisión Europea se plantee ahora tomar cartas definitivas en el asunto.

Aunque según Greenpeace en Europa se usan hasta siete insecticidas peligrosos para las abejas, el foco del problema está puesto en tres sustancias en concreto, sobre las que existen más evidencias y cuyo uso está más extendido: clotianidina, imidacloprid y tiametoxam. Las tres fueron autorizadas en la UE en 2005, pero ocho años después, en 2013, tuvieron que ser parcialmente restringidas por los riesgos para los polinizadores. Ahora la Comisión Europea ha propuesto prohibir por completo su uso en cultivos al aire libre -se sigue tolerando su utilización en invernaderos permanentes- en una propuesta que debe conseguir este viernes el visto bueno de al menos 16 Estados miembros que representen el 65% de la población comunitaria para salir adelante.

Hasta el momento, y según ha podido saber este periódico, Holanda, Alemania, Reino Unido, Austria, Luxemburgo, Francia, Croacia, Irlanda, Chipre, Estonia y Suiza votarán a favor de la restricción. España, uno de los países con más población y por tanto crucial en la votación, se ha negado a adelantar su posición.

“El Ministerio de [Isabel García] Tejerina se suele posicionar en favor de la industria química y tememos que vuelva a ocurrir esta vez”, reconoce a este periódico el diputado de Unidos Podemos y coportavoz de Equo Juantxo López de Uralde. La formación registró varias preguntas en el Congreso para saber qué postura defenderá el Gobierno este viernes, pero no ha obtenido respuesta.

“En las conversaciones que nosotros hemos tenido con el Ministerio nos dijeron que todavía no se había definido una postura, pero tenemos la sensación de que el Gobierno podría hacer caso omiso a la ciencia. Creo que esperarán a ver qué posición adoptan el resto de países”, añade por su parte Luís Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace España.

Las desapariciones masivas de abejas y de otras especies polinizadoras es un fenómeno que los científicos llevan estudiando desde hace prácticamente dos décadas, cuando aparecieron los primeros casos, sobre todo en Norteamérica y en el sur de Europa. De este lado del Atlántico, el 37% de las poblaciones de abejas está en declive y el 24% en peligro de extinción, según la Coalición para la Conservación de los Polinizadores, de la que España forma parte desde 2016.

Y su declive es también el de la biodiversidad y la alimentación de la humanidad, porque su función influye en el desarrollo de tres cuartas partes de los cultivos mundiales y es vital para la existencia de alimentos tan básicos como frutas, verduras, semillas, frutos secos y aceites. La polinización animal incide directamente sobre una agricultura que mueve entre 235.000 y 577.000 millones de dólares al año en el mundo, sostiene la Coalición. Ferreirim recuerda además que los insectos están en la base de la cadena trófica terrestre y que por tanto hay muchas otras especies que dependen de ellos para alimentarse, como las aves, que también se están viendo afectadas.



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