¿Cómo aprende un pájaro a cantar y, más en concreto, a cantar sonidos tan importantes como el del cortejo? ¿Son sus padres los maestros? ¿Es autodidacta? ¿O su cerebro ya lo sabe? 

Neurocientíficos del NYU Langone Medical Center han descubierto que los juveniles de diamante cebra (Taeniopygia guttata) experimentan cambios en las redes neuronales del su cerebro al escuchar los cantos de cortejo de sus padres para aprenderlos por ellos mismos.

El estudio, que luce portada en la revista científica Science, revela cómo estas aves aprenden cantos mediante la observación y la práctica, pero va más allá: los autores esperan que el trabajo contribuya en futuras investigaciones a encontrar la manera de ayudar a pacientes con daños cerebrales a recuperar la habilidades perdidas, como por ejemplo conversar.

“Mientras hemos sabido durante décadas que las aves de canto adolescentes solo aprenden sus cantos escuchando a un ‘tutor’, creemos que nuestro estudio es el primero en detallar cambios en las redes neuronales que hacen posible esta maestría en cerebros maduros”, explica el autor principal del estudio, Michael Long.

“Nuestros resultados muestran que el aprendizaje del canto por parte del diamante cebra refleja un ‘baile’ en el interior del centro de control vocal del cerebro, entre las células nerviosas que capturan la información cuando el ave escucha y aquellas que dirigen los músculos mientras canta”, añade Long.

Los investigadores han encontrado que al inicio de la adolescencia, al escuchar una canción paterna se encendían las mismas redes neuronales que el joven pájaro usará más tarde para cantarla una vez aprendida.

Un segundo resultado del trabajo gira en torno a un conjunto de células nerviosas en el cerebro -interneuronas inhibitorias- que amortiguan la actividad de los nervios circundantes para así esculpir la información sensorial que está funcionando. Los investigadores hallaron que las interneuronas suprimen el impacto de cada nota en cada canción paterna tan pronto como es aprendida, ‘encorsetándola’ en la memoria del joven pájaro pieza por pieza”.

“Nuestra investigación avanza en la comprensión de cómo se aprenden las habilidades conductuales, y el papel jugado por la inhibición sensorial en crear patrones memorizados permanentemente”, cuenta Long. “Ese enfoque -añade-podría aplicarse a conductas complejas en personas, como bailar o jugar al beisbol”.

Los investigadores usaron electrodos para seguir la actividad cerebral en diamantes cebras mientras aprendían cantos de un mentor durante varias semanas. Generalmente, esta especie aprende los cantos durante su adolescencia, que comienza aproximadamente un mes después del nacimiento y dura100 días, durante los cuales practican cientos de canciones miles de veces. Los autores hallaron que la influencia del padre en el circuito nervioso del adolescente decrece gradualmente cuando aprenden las canciones y que los rápidos aprendices tenían cambios cerebrales más rápidos.

Particularidades del diamante cebra

Anteriormente, diamante cebra se consideraba una sola especie, pero actualmente se separa en dos, una habita en Australia (diamante cebra australiano) y otra en algunas cercanas islas del Índico (diamante cebra de Timor). Su plumaje, tamaño y canto es diferente, pero llegan a hibridarse y dan lugar a individuos fértiles a diferencia de otros miembros de la familia de los estríldidos (pinzones). En la reproducción, especialmente la elección de pareja, juega un papel muy importante la experiencia. Vive en bandadas de pueden alcanzar centenares de individuos, en regiones relativamente áridas y siempre cerca de puntos de agua, de los depende hasta el punto de desplazarse diariamente varios kilómetros para beber.

Otras conductas aprendidas

Las aves, durante su desarrollo, aprenden conductas de sus progenitores. Una de las experiencias más asombrosas del mundo de las aves es la migración. Los jóvenes de muchas especies viajan desde sus zonas de cría a sus cuarteles de invierno con sus padres y otros adultos, aprendiendo las rutas que en el futuro tendrán que encabezar con su propia familia y otros jóvenes. Un ejemplo clásico es la grulla común, que desde los humedales de los países del entorno del Mar Báltico visita cada año nuestro país. El paso en vuelo de los grupos, que mantienen el contacto gracias a los trompeteos de los adultos, entre los cuales se escuchan débilmente los silbidos de los jóvenes, se observan anualmente incluso sobre la gran urbe de Madrid.



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