Se llevaron toda la tierra contaminada. O eso dijeron. En 1966, tras el accidente nuclear sobre Palomares, el Ejército de EE UU trasladó en avión 1,6 millones de toneladas de tierra contaminada con plutonio.

El choque en vuelo de dos aviones lanzó cuatro bombas nucleares sobre el pueblo y ahora, 42 años después, España ha hallado las dos zanjas de tierra altamente radiactiva que el Ejército estadounidense ocultó en Palomares antes de dejar Almería. EE UU, que en 2006, ya se comprometió a limpiar la zona, ha pagado dos millones de dólares (1,26 millones de euros) para el análisis del suelo y está dispuesto a llevarse la tierra contaminada, según el Gobierno.

Teresa Mendizábal, directora del Departamento de Medio Ambiente del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), explica a EL PAÍS que en la caracterización del suelo de Palomares "han aparecido dos trincheras de 1.000 metros cúbicos cada una con material radiactivo que el Ejército de EE UU dejó y que figuraba en los informes clasificados del Departamento de Energía". El Ciemat es el organismo del Ministerio de Educación heredero de la Junta de Energía Nuclear. Desde 1966 estudia la zona y en 2004 comenzó el complejo proceso de descontaminación.

Las dos zanjas tienen tres metros de profundidad media (en algunos puntos llega a cinco) por 10 metros de ancho y 30 de largo. Están a las afueras de Palomares (1.300 habitantes), junto al cementerio. Allí cayó una de las dos bombas termonucleares que liberaron plutonio y uranio. Allí EE UU estableció su campamento para los militares que limpiaron la zona. Pero "a última hora, antes de partir, se dejaron residuos" y los enterraron en esas zanjas.

Es pronto para saber qué albergan, pero el Ciemat da por hecho que "hay mucho pequeño objeto metálico radiactivo" y que encontrará plutonio y americio, activos durante miles de años.

El problema es que España no puede almacenar plutonio. Por eso le ha pedido a Washington que se haga cargo de esos residuos, aunque suponga llevarse toneladas de tierra. El acuerdo se debe alcanzar en junio, cuando una delegación americana visite España, pero en las primeras conversaciones el Departamento de Energía se ha mostrado dispuesto. "La colaboración es total y las relaciones son magníficas", señala Mendizábal: "La intención es enviarlo a EE UU. Dicen que nos ayudarán porque tenemos dificultades con los residuos de alta actividad, pero antes hay saber qué tenemos y dónde lo tenemos".

En septiembre de 2006, Madrid y Washington firmaron un acuerdo para limpiar la zona y compartir la responsabilidad. El pacto no estipulaba cantidades, entre otras cosas porque no se sabía qué aparecería. El Ciemat comenzó entonces un amplio estudio por todo el pueblo: 63.000 mediciones en 660 hectáreas con análisis de los 15 primeros centímetros de suelo. Concluyó que había 210 hectáreas contaminadas al menos en superficie. Se trata de las dos zonas donde cayeron las bombas que liberaron radiación y una hasta entonces desconocida en la sierra. El viento dispersó allí la radiación. Faltaba saber qué había bajo tierra.

Para las 40 hectáreas más conflictivas, el Ciemat diseñó un plan de estudio en profundidad, con 300 sondeos de entre 1,5 y 5 metros de profundidad. En septiembre de 2007 una delegación estadounidense visitó Madrid y abonó "dos millones de dólares para dos años con lo que se pagaba el equipamiento y la asistencia técnica" del estudio. El análisis comenzó en febrero y ha permitido hallar las zanjas ocultas.

España pone el personal y las expropiaciones de terreno -EE UU alegó que no podía pagar por un terreno que pasaría a ser español- y ha alquilado unas 30 hectáreas, la mayoría en la sierra contaminada. Alquilar es más rápido que expropiar y el suelo volverá a los dueños cuando esté limpio. A partir de 2009, cuando esté concluido el estudio en profundidad, debe comenzar la limpieza.

Que 42 años después esté en trámite la descontaminación del mayor accidente nuclear en una zona habitada (hubo una colisión en 1968 sobre Groenlandia) sólo se explica por la desidia de múltiples administraciones y a que a nadie le preocupó mientras aquello era una pedanía con poco movimiento.

Hasta 2004, sobre las zanjas se plantaban lechugas que eran vendidas sin problemas. Sólo unos medidores de radiación del aire jalonaban el suelo. Ni una valla impedía el paso. "Allí vivía poca gente y no era problema que hubiera contaminación en el subsuelo siempre que no la respiraran", explica una fuente. Desde 1966 y con el dinero de EE UU, el Gobierno ha analizado a 1.029 personas y afirma que no hay problemas de salud. Pero a finales de los 90, el Ayuntamiento de Cuevas del Almanzora diseñó un plan urbanístico que multiplicaba por cinco la población (de 2.000 a 10.000) y el movimiento de tierra de la urbanización podría dispersar el plutonio. Y eso sí era peligroso. Sólo la burbuja inmobiliaria impulsó la limpieza de Palomares.

Paseo sobre el plutonio

En noviembre de 2004, los dueños del terreno contaminado, Pascual Soler y José Zamora, paseaban por sus tierras sin saber que bajo sus pies se escondían las zanjas radiactivas. Aún negociaban con el Gobierno la expropiación. "Las cosas se podían haber hecho mejor", declaró ayer Soler.



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