Gravar con un impuesto las bebidas azucaradas para reducir su consumo funciona. Y es bueno para la salud. La venta de estos dañinos refrescos en Cataluña se redujo en más de un 20% en menos de un año a raíz de la aplicación de una tasa específica para los mismos, según ha concluido un estudio de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad de Barcelona.

El impuesto, que entró en vigor a primeros de mayo de 2017, siguió la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que, en un informe publicado en octubre de 2016, aconsejaba a los gobiernos de los países desarrollados cargar con nuevos gravámenes a los productos alimentarios nocivos para la salud, como es el caso de esta clase de bebidas, consideradas responsables de los elevados índices de obesidad, sobrepeso (que afecta a uno de cada tres adultos en todo el planeta), diabetes y caries dental que se registran en la mayor parte del mundo.

De momento, a la OMS no se le ha hecho mucho caso en este terreno. Solo un pequeño grupo de países, que incluye a México, Finlandia, Dinamarca, Noruega, Francia, Hungría, el Reino Unido, Barbados, Chile, Mauricio, Suráfrica y los estados insulares del Pacífico Nauru, Samoa y Fiji (en esta región del mundo la obesidad está alcanzando niveles alarmantes) han implementado un impuesto a las bebidas azucaradas o planean hacerlo en breve. También lo han hecho ciudades estadounidenses como Chicago, Berkeley, Filadelfia, San Francisco u Oakland. No es el caso de España, que ni lo tiene ni trabaja para hacerlo, ni de ninguna otra de sus comunidades autónomas hasta el momento. Es llamativo lo sucedido en Irlanda, primer país en instaurarlo, nada menos que en 1916, que lo eliminó en 1992.

Según Douglas Bettcher, director del Departamento de Prevención de Enfermedades no Transmisibles de la OMS, “la ingesta de azúcares libres, entre ellos los contenidos en productos como las bebidas azucaradas, es uno de los principales factores que está dando lugar a un aumento de la obesidad y la diabetes en el mundo. Si los gobiernos gravan productos como las bebidas azucaradas, pueden evitar el sufrimiento de muchas personas y salvar vidas. Además, se reduciría el gasto sanitario y aumentarían los ingresos fiscales”.

La recomendación de la OMS era de que los nuevos impuestos hicieran aumentar el precio de los refrescos en al menos un 20%. La tasa instaurada por la Generalitat catalana hizo subir de golpe entre un 5% un 20% (según el volumen del envase, el porcentaje más bajo para las latas y el más alto parta las botellas de dos litros) los precios de colas, refrescos, néctares y zumos de frutas, bebidas energética y deportivas, refrescos a base de té y café, leches endulzadas, batidos y aguas con sabores.

Más de ocho gramos por litro

Cada bebida se gravó en función de su contenido en azúcares añadidos, siendo los afectados el azúcar, la miel, la fructosa, la sacarosa, el jarabe de maíz, el de arce, los néctares o jarabes de agave y el de arroz. La tasa es de 0,08 euros por litro si tienen entre cinco y ocho gramos de azúcar por cada 100 mililitros y 12 céntimos por litro si la proporción es de más de ocho gramos, estando el fabricante obligado a hacer repercutir el sobreprecio en el consumidor final.

Once meses después (la medida entró en vigor con un mes de retraso sobre lo inicialmente previsto a petición del sector de la producción y la distribución, que la tachó de “discriminatoria”), el consumo de estos artículos ha descendido en una media de un 22%, de acuerdo con las conclusiones del estudio Impacto del impuesto de bebidas azucaradas sobre el consumo de estas bebidas en Cataluña, que utilizó los datos de ventas semanales de una cadena de supermercados que tiene el 10% del mercado de Cataluña y con presencia en todo el territorio. Se contabilizaron las ventas de 105 productos seleccionados, que los autores separaron en tres grupos: bebidas azucaradas (sujetas al impuesto), bebidas tipo cero y light, y aguas, exentos ambos de la tasa.

De promedio, se vendieron en este periodo seis litros menos de bebidas azucaradas por producto, tienda y semana. Extrapolando estas cifras al conjunto de ciudadanos que beben diariamente estos refrescos, el 22% de los catalanes de entre 20 y 80 años, según la Encuesta Catalana de Salud, se concluyó que cada uno de ellos ha consumido 107 calorías menos por semana. Los autores del trabajo constataron que una parte de la caída del consumo de bebidas azucaradas se sustituyó por el de bebidas light y cero, cuyas ventas aumentaron a partir de la entrada en vigor del impuesto, una tendencia que ya se venía produciendo, aunque mucho más lentamente, antes de que se instaurara el mismo.



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