¿Le frustra el hecho de que las cosas que compra no duran mucho o, que cuando se rompen, no se pueden arreglar? 

Piense en un mundo en el que el secador de pelo o la impresora le duraran mucho más tiempo y en el que, en lugar de tirarlos cuando dejaran de funcionar, se pudieran arreglar fácilmente y a un precio asequible. 

Esta es la idea que subyace bajo un nuevo modo de diseñar y fabricar los productos de uso diario, que tiene el potencial de ofrecer grandes ventajas a los consumidores, las empresas y al medio ambiente. 

Conocida como economía circular, esta nueva forma de pensar significa que los productos se diseñan y fabrican para que se usen el máximo tiempo posible, se puedan reparar con facilidad y, una vez que llegan al final de su vida útil, se reciclen o desechen eficazmente. 

Se calcula que la adopción de una economía circular supondría un ahorro anual de 600 000 millones EUR a las empresas de la UE y ayudaría a reducir las emisiones totales anuales de gases de efecto invernadero entre un 2 y un 4 %. 

Como muestra de su apoyo, en diciembre de 2015 la Comisión Europea presentó un plan de acción en que establece cómo llegar a conseguirlo, con la finalidad de motivar a las empresas para que emprendan el cambio.

Entonces, ¿cómo funciona la economía circular? 

Pongamos un ejemplo concreto: cada año se producen en el mundo más de 40 millones de toneladas de desechos procedentes de aparatos eléctricos y electrónicos, como ordenadores, televisiones, frigoríficos y teléfonos móviles. 

En 2005 en la UE se generaron unos 9 millones de toneladas de desechos y se espera que esta cifra supere los 12 millones en 2020. Hoy en día esto supone un problema que hay que abordar, pero para la economía circular, constituye una oportunidad que está a la espera.

Fairphone, una empresa social con base en Ámsterdam, fabrica un teléfono inteligente sostenible. Actualmente se han vendido 60 000 Fairphones y la firma espera llegar a 150 000 a finales de 2016.

Miquel Ballester, director de producción e innovación, explica la filosofía que inspira su trabajo.

«Empleamos un modelo comercial para tener un efecto social y ambiental. Actuamos del mismo modo que otras organizaciones que hacen campaña a favor de la sostenibilidad, pero desde dentro del sistema. Mostramos cómo podemos hacer las cosas de forma distinta y también esperamos servir de inspiración a la industria».

Esta filosofía impregna todas las actividades, desde la minería y el uso de minerales sin conflicto, hasta el diseño y la fabricación del ciclo útil de un teléfono.

En la fase de diseño se establecen unas normas estrictas para la vida útil. Por ejemplo, la carcasa protectora trasera está integrada en el diseño para que el teléfono no se dañe si se cae. Se presta especial atención al modo de simplificar las reparaciones necesarias para prolongar la vida útil de un producto. Los componentes se extraen y se reemplazan fácilmente. Las piezas de repuesto pueden adquirirse en la tienda online de la empresa y están además disponibles las guías de reparación.

La economía circular también tiene el potencial de reducir las emisiones de carbono de la UE. En Bélgica, una empresa llamada Nnof (Nearly New Office Facilities), que se dedica a transformar muebles viejos en algo nuevo, ha ayudado a conseguir un ahorro de 322 773 kg de emisiones de CO2.

Anne Lenaerts, directora de la unidad de negocio y comunicación corporativa, explica cómo:

«Al comienzo de cada trabajo, hacemos un inventario de lo que el cliente tiene y de cuáles son sus necesidades. Puede suceder que quieran escritorios más pequeños o menos cajones. Entonces combinamos ambas cosas».

El mueble se transforma para responder a los nuevos requisitos.

En la fase de diseño la empresa garantiza que el mueble será duradero y que, cuando sea necesario, se podrá reparar, desmontar y reciclar con facilidad. Los productos que fabrican son más respetuosos con el medio ambiente y más baratos que los artículos de fabricación tradicional.

La economía circular podría producir ahorros de 600 000 millones EUR a las empresas de la UE, el equivalente al 8 % de su facturación anual. Es evidente que ser sostenible resulta rentable. Esto no es nuevo para VAUDE, una empresa familiar alemana que fabrica productos innovadores y funcionales para la práctica de montaña y ciclismo, y que ya en 1994 creó una red de reciclaje.

Desde el principio, los productos se diseñan de forma que se puedan reparar o reciclar posteriormente. Para garantizar que son lo más duraderos y sostenibles posible, la empresa ofrece a los clientes instrucciones específicas de cuidado y mantenimiento.

VAUDE dirige un departamento completo de atención al cliente y reparaciones en su sede de Obereisenbach. La empresa trabaja ahora en poner a disposición del público las 30 instrucciones de reparación más importantes. Y los artículos que no se pueden reparar, pero que aún están en uso, se donan a FairWertung, una organización central que engloba a organizaciones sin ánimo de lucro.

Como explica Antje von Dewitz, consejero delegado de VAUDE:

«Nos estamos posicionando de una forma clara y global como una marca sostenible. Esto lo aplicamos en todas las áreas, en el desarrollo del producto, así como en logística y recursos humanos. El gasto que conlleva es enorme. Pero estamos convencidos de que tiene sentido y merece la pena a largo plazo».

Paolo Falcioni, director general del Comité Europeo de Fabricantes de Equipos para uso doméstico, que representa a las empresas que fabrican productos de línea blanca (electrodomésticos de gran tamaño), cree que los fabricantes tienen que pensar y actuar de forma sostenible para poder competir en el mercado europeo actual. «Hoy en día nadie fabrica, usa y desecha. Todo eso ha terminado», explica. «Ahora —añade—, tenemos que comprender dónde y cuánto puede el sector de los grandes electrodomésticos mejorar la circularidad de sus mercancías».

Cuenta que, por ejemplo, en la fase de diseño los fabricantes deciden si usar materia prima virgen (materiales que no se han usado ni consumido previamente) o materia prima secundaria (materiales que ya se han utilizado y tienen el potencial de ser reutilizados), dependiendo del tipo de aparato y de si el consumidor está dispuesto a aceptar esta reutilización. 

En el caso del acero, como mínimo el 20 % del acero reciclado se usa en la fabricación de un nuevo producto. En algunos casos llega hasta el 100 %.

El plan de acción de la Comisión Europea ayuda a financiar el desarrollo de la economía circular en cada fase del proceso: desde el diseño y la producción de un artículo, hasta el uso que le da el consumidor y su posible reparación, pasando por cómo se desecha cuando llega al final de su vida útil, como materiales que pueden ser reutilizados para fabricar nuevos productos o, si esto no es posible, como residuos.

Esto es solo el comienzo porque para los próximos meses se han planificado una serie de iniciativas cuya finalidad es ayudar a las empresas y a los consumidores a seguir avanzando hacia una economía circular. 

Por ejemplo, la economía circular estará incluida en la agenda de la próxima Semana Verde, el evento anual más importante de Europa sobre política ambiental, que se celebrará del 30 de mayo al 3 de junio. 

Centrada en el lema «Invertir en un futuro más verde» esta iniciativa de la UE pretende contribuir a responder a la pregunta de cómo lograr un crecimiento inteligente, sostenible e integrador en Europa. 

Para seguir la Semana Verde por Internet, visite: http://ec.europa.eu/environment/greenweek/index_en.html

Son muchas las empresas que ya aplican conceptos de la economía circular a sus procesos de producción y se espera que esa cantidad aumente en el futuro. Este nuevo enfoque trae consigo muchas ventajas para los consumidores, pero también ayudará a crear empleo y servicios, lo que impulsará la economía en toda Europa.  



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