Hace 50 años, el importante e influyente economista Milton Friedman, el que fuera adalid del libre mercado, dejó muy claro que la única prioridad de los presidentes y gestores empresariales era maximizar el beneficio económico de los accionistas de sus empresas. Al margen debían quedan otros posibles impactos negativos que la consecución del objetivo principal pueda producir. Y es cierto que, para muchas empresas, esta prioridad sigue plenamente vigente, sin tener en cuenta la sostenibilidad de las mismas.

En su momento, la idea de Friedman era certera, y se hizo en un determinado contexto que no podemos perder de vista. No la podemos juzgar sin reflexión previa y sin tener en cuenta el momento socioeconómico en el que se pronuncia. No obstante, en la actualidad resulta incompleta, ya que han sido muchos los cambios que ha afrontado y tiene que afrontar nuestra sociedad en este plazo de tiempo.

Para empezar, y desde el momento en el que Friedman se pronunciara, las actuales necesidades de materias primas se han triplicado, y de ello da fe nuestras exigencias de consumo en vivienda, movilidad, servicios, comunicaciones, etc. Todo ello animado por el crecimiento demográfico, por el aumento de forma proporcional de nuestros vertederos en tamaño y número, y con el consiguiente deterioro de nuestro ecosistema.

ODS y cambio climático

Como resultado final, surge el mayor reto que afronta la humanidad: el cambio climático. Todos los indicadores apuntan a que el modelo lineal de economía que actualmente tenemos implantado no es sostenible. Totalmente inviable tanto en lo social como en lo medioambiental. Y todos debemos contribuir a revertir este modelo para conseguir implantar la economía circular: los gobiernos, los ciudadanos, las universidades y centros de conocimiento, los mercados financieros, y de forma muy destacada… las empresas.

Y como telón de fondo, ahora que en septiembre de 2020 cumplen su quinto aniversario, están los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, conocida también como Agenda 2030, de cuyos objetivos, también son responsable de cumplir las empresas. Gracias a su actividad, son capaces de generar empleo y riqueza, y de igual forma, deben ser capaces también de contribuir a la sostenibilidad de nuestro entorno apostando por la igualdad, el empleo digno, el respeto a los derechos humanos y finalmente, al entorno medioambiental donde desarrollan su actividad.

Cabe mencionar que la Red Española del Pacto Mundial toma el mandato de Naciones Unidas y ayuda a las empresas a implantar los 10 Principios de dicho Pacto, y en definitiva, a que integren en sus modelos de negocio estrategias que aceleren la consecución global de los ODS.

Sostenibilidad: Responsabilidad Social Corporativa (RSC)

Lo que surgió como una tendencia tímida a finales del siglo pasado, y que pasó después a denominarse Responsabilidad Social Corporativa (RSC), se está consolidando con el término de Sostenibilidad, y se ha empezado a incluir dentro de los ejes en la estrategia de muchas empresas. Y como eje estratégico afecta a todos los departamentos y niveles de la empresa, de forma sistémica.

Incluso a nivel regulatorio, ya existe la obligatoriedad para grandes empresas, de reportar la información no financiera, e incluso existen estándares consolidados para su reporte. Y seguro que la tendencia es extender la obligatoriedad de reportar la Sostenibilidad a empresas cada vez más pequeñas.

Es decir que, siendo sostenible social y medioambientalmente, los riesgos en la empresa se reducen, y la reputación corporativa y la imagen de marcha mejoran ostensiblemente. En otras palabras, surgen multitud de oportunidades y se facilita la rentabilidad económica.

Por descontado, esto no afecta únicamente a empresas consolidadas de cierto tamaño. El valor de éstas aumenta cuando inversores y clientes pueden constatar su transparencia y sus buenas prácticas en todos los ámbitos.

Economía de impacto

También afecta a las empresas jóvenes (start-ups y scale-ups), las cuales podrán tener un mayor acceso a los mercados financieros e inversores en la medida que sus objetivos estén alineados con los ODS, y por tanto sean respetuosas social y medioambientalmente. Es lo que se denomina la economía de impacto. El criterio económico, ya no es el único que satisface al accionista. No todo vale. Rentables, por supuesto, pero también sostenibles. Dicho con las 3P de la Sostenibilidad: People, Planet y Profits.

Afortunadamente, la Sostenibilidad empieza a echar raíces en el tejido empresarial: ha venido para quedarse y seguir creciendo. Seguro que Friedman, en la actualidad, estaría de acuerdo y que apostaría por ella sin dudarlo.

Fuente: José Luch / Director del Máster Economía Circular y Desarrollo Sostenible de la Universidad Internacional de Valencia,



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