El plan verde de Barcelona

Dando un paseo por Barcelona, considerada como una de las ciudades con mayor densidad de vehículos de Europa, nos damos cuenta que precisamente no es un oasis verde. La ciudad necesita de nuevos espacios para combatir el efecto del calor, controlar la contaminación tanto atmosférica y sonora, así como también mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Por esta razón, a principios de año se lanzó el Plan del Verde y de la Biodiversidad de Barcelona 2020 con la intención de duplicar el número de árboles en la ciudad y aumentar el espacio verde en dos tercios. Este plan se marca como hito la creación de 44 nuevas hectáreas verdes en el año 2019 y llegar a cubrir para el año 2030, 165 hectáreas de vegetación.

El problema de Barcelona no es la carencia de parques, sino que el verde citadino está muy mal distribuido. Casi todos los parques se encuentran en las laderas que se elevan hasta la modesta cadena montañosa que respalda la ciudad, como el Parc de Collserola; un telón de fondo que está bien lejos del centro de actividad.

El ensanche barcelonés suaviza las calles con avenidas arboladas, pequeños jardines y parques, pero, aun así, la ciudad necesita de más áreas verdes.

Este desequilibrio de verde puede contribuir a grandes diferencias de temperatura entre el centro y la periferia; en el casco antiguo, por ejemplo, las temperaturas son más altas que en las afueras. A pesar de que las calles del casco antiguo se mantienen estrechas para proporcionar sombra y las viviendas permanecen con las ventanas cubiertas con toldos y persianas para mantener el interior fresco, la ciudad ya alcanza valores extremadamente altos en verano (superando los 32.2 grados centígrados). Barcelona va en camino de ser más cálida y potencialmente más incómoda. Y el plan de reverdecimiento de la ciudad es un paso esencial para garantizar que se pueda vivir en el interior de Barcelona.



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