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La erupción volcánica más grande de los últimos dos millones de años ocurrió en lo que hoy es Sumatra hace unos 74.000 años. Para hacernos una idea de su capacidad destructiva, basta recordar que la supererupción de Toba, como se la conoce, fue unas 5.000 veces más grande que la del Monte Santa Elena en Washington en la década de 1980, una de las más terribles del siglo XX.

La montaña indonesia eyectó a la atmósfera unos 800 km cúbicos de cenizas, que llegaron a miles de kilómetros de distancia. La ceniza tapó el Sol y enfrío el clima, dando lugar a un «invierno volcánico» que duró de seis a diez años. Las plantas dejaron de florecer y los grandes mamíferos enflaquecieron hasta morir de hambre.

Cómo afectó esto a nuestra propia especie es algo que está en discusión. La erupción se produjo en un capítulo clave de nuestra evolución, cuando los humanos anatómicamente modernos se preparaban para expandirse fuera de África. Algunos investigadores creen que solo unos pocos miles sobrevivieron al desastre, produciendo un cuello de botella en la población que estuvo a punto de extinguirnos. Pero otros no están de acuerdo.

Erupción

Un nuevo estudio, que ha llevado a cabo 42 simulaciones de modelos climáticos globales, cree que la erupción masiva en Indonesia causó una alteración climática severa en muchas áreas del mundo, pero no precisamente donde estaban asentadas las primeras poblaciones humanas. Según concluye el trabajo, publicado en la revista PNAS, nos libramos de los peores efectos.

«Pudimos utilizar una gran cantidad de simulaciones de modelos climáticos para resolver lo que parecía una paradoja», dice el autor principal, Benjamin Black, de la Universidad de Rutgers. «Sabemos que esta erupción ocurrió y que las consecuencias climáticas podrían haber sido graves, pero los registros arqueológicos y paleoclimáticos de África no muestran una respuesta tan dramática», señala.

Sergey Osipov del Instituto Max Planck de Química, se expresa de manera similar: «Toba se ha postulado durante mucho tiempo como la causa del cuello de botella, pero las investigaciones iniciales sobre las variables climáticas de temperatura y precipitación no proporcionaron evidencia concreta de un efecto devastador en la humanidad». ¿Fue así realmente?

En sus simulaciones climáticas, los investigadores variaron la magnitud de las emisiones de azufre, la época del año de la erupción, el estado del clima general y la altitud de la inyección de azufre para hacer una evaluación probabilística del rango de alteraciones climáticas que la erupción de Toba pudo haber causado.

Peor en el hemisferio norte

Los resultados sugieren que probablemente hubo una variación regional significativa en los impactos climáticos. Y esto es fundamental. Las simulaciones predicen un enfriamiento en el hemisferio norte de al menos 4° C, con un enfriamiento regional de hasta 10° C dependiendo de los parámetros del modelo.

Por el contrario, incluso en las condiciones de erupción más severas, era poco probable que el enfriamiento en el hemisferio sur, incluidas las regiones pobladas por humanos primitivos, superara los 4° C. Como mucho, las regiones del sur de África y la India pudieron haber sufrido disminuciones en las precipitaciones en la circunstancia del mayor nivel de emisión de azufre.

Los resultados respaldan la evidencia arqueológica independiente que sugiere que la erupción de Toba tuvo efectos modestos en el desarrollo de las especies de homínidos en África. Estaban en el mejor lugar para superar la catástrofe.

Los humanos antiguos se libraron de una buena. La nube generada por Toba agotó los niveles globales de ozono hasta en un 50%. Los peligros para la salud resultantes de una mayor radiación ultravioleta en la superficie habrían afectado significativamente a las tasas de supervivencia humana.

«Nuestros resultados sugieren que es posible que no hayamos estado buscando en el lugar correcto para ver la respuesta climática. África e India están relativamente protegidas, mientras que América del Norte, Europa y Asia son las más afectadas por el enfriamiento. Un aspecto intrigante de esto es que los neandertales y los denisovanos vivían en Europa y Asia en ese momento, por lo que nuestro artículo sugiere que evaluar los efectos de la erupción de Toba en esas poblaciones podría merecer una investigación futura», afirma Black.

Comprender mejor otras erupciones explosivas pasadas y futuras

Según los autores, su enfoque podría usarse para comprender mejor otras erupciones explosivas pasadas y futuras. «Nuestro trabajo no es solo un análisis forense de las secuelas de Toba hace unos 74.000 años, sino también un medio para comprender la desigualdad de los efectos que pueden tener erupciones tan grandes en la sociedad actual», afirma Anja Schmidt, de la Universidad de Cambridge y coatura del estudio. «En última instancia, esto ayudará a mitigar los peligros ambientales y sociales de futuras erupciones volcánicas», señala.

«Los efectos del estrés ultravioleta podrían ser similares a las secuelas de una guerra nuclear», dice Osipov. «Por ejemplo, los rendimientos de los cultivos y la productividad marina caerían debido a los efectos de la esterilización UV. Salir al aire libre sin protección UV causaría daño ocular y quemaduras solares en menos de 15 minutos. Con el tiempo, los cánceres de piel y el daño general del ADN habrían llevado a una disminución de la población», indica.

Fuente: ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-humanidad-salvo-peor-supererupcion-hace-74000-anos-202107070153_noticia.html,



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