Una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue el cambio importante que se produjo en el paradigma de la investigación científica. La importancia de la inversión en ciencia para la victoria aliada supuso un cambio en la visión de los gobiernos a la hora de dedicar parte de su presupuesto a la investigación científica y tecnológica.

La desgraciada espectacularidad de la bomba atómica ha desviado la atención de los historiadores hacia el Proyecto Manhattan como ejemplo fundamental de la aplicación de la investigación científica y la tecnología con fines militares. Sin embargo, este no fue el único proyecto decisivo en el devenir del conflicto.

Nace la Big Science

En los últimos años diferentes publicaciones han señalado al radar como el “verdadero héroe científico” de la Segunda Guerra Mundial, por encima de la bomba atómica. También muchos otros proyectos tuvieron importancia, en mayor o menor medida, en la victoria aliada.

Todos ellos trajeron como consecuencia la creación de un nuevo orden científico mundial en el que los balances geopolíticos fueron muy importantes a la hora de marcar la pauta en los proyectos de investigación. Nacía, por tanto, la ciencia a gran escala o Big Science, financiada fundamentalmente por los gobiernos y con una clara aplicación militar.

En este escenario, se crearon instituciones de colaboración científica de carácter transnacional, como las estudiadas por el historiador John Krige en el marco de Europa Occidental, que demuestran que la hegemonía estadounidense era coproducida, es decir, necesitaba de la participación negociada de los países aliados.

Inicialmente, España se quedó fuera de esta coproducción tradicional como consecuencia de su colaboración con las fuerzas del Eje durante el conflicto. España no solo no participaba de los grandes programas, sino que, si quería importar tecnología, estaba sometida a un fuerte control por parte de los países aliados para evitar que se pudiera realizar una aplicación militar de dicha tecnología.

El radar en España

Cuando el gobierno español decidió instalar equipos de radar en su flota civil, intentó adquirir dichos equipos a través de Marconi Española, filial de la compañía británica del mismo nombre.

Sin embargo, el hecho de que esos equipos pudieran tener una aplicación militar y que, de hecho, se instalaran en algunos barcos militares, llevó a una conversación a tres entre Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. La imposición final de los estadounidenses supuso la prohibición de la importación de equipos de radar y de comunicaciones en general a España.

Ante esa circunstancia, el Instituto Nacional de Electrónica decidió fabricar sus propios equipos cuyo diseño contó, paradójicamente, con la ayuda de un grupo de ingenieros alemanes contratados por el gobierno franquista.

Estos ingenieros habían colaborado con el régimen nazi en el programa alemán, que no llegó a buen puerto por la falta de financiación de su gobierno. Éste prefirió apostar por el desarrollo de armamento, circunstancia que sería clave para su derrota en la guerra.

Estos ingenieros alemanes, junto con un equipo formado por ingenieros españoles, desarrollaron un prototipo de radar de navegación marítima que estaba al nivel de lo que se estaba haciendo en otros países.

De hecho, estos radares incluían algunas novedades, como un diseño modular que permitía realizar una mejor distribución del trabajo a la hora de su fabricación y abaratar costes en mantenimiento y reparaciones gracias a la investigación científica.

Gobierno español

El gobierno español lo vendió como un ejemplo de autarquía. En realidad, como hemos visto, su fabricación había sido consecuencia de la prohibición realizada por los gobiernos aliados, encabezados por los Estados Unidos.

Los pactos de 1953 para la instalación de bases militares estadounidenses cambiaron totalmente el panorama. Estados Unidos empezó a comerciar abiertamente con España, incluyendo la venta de equipamiento científico y tecnológico prohibido hasta entonces, como es el caso de los radares.

Esto supuso un retroceso para el desarrollo de los equipos propios españoles por dos factores: por un lado, porque se compraban radares directamente a los Estados Unidos y, por otro, porque se había llegado a un acuerdo con una empresa alemana para comercializar los radares españoles en el país germano.

Acuerdo roto

Este acuerdo se rompió porque, en ese mismo año, también se abrió la comercialización de radares estadounidenses en Alemania que, hasta entonces, sufría una prohibición similar a la española. Así, esta situación motivó que el equipo español se fuera descomponiendo y el diseño modular que habían desarrollado se perdiera en favor de otros modelos de radar importados de los Estados Unidos.

A partir de ese momento, el desarrollo científico y tecnológico viene marcado en buena medida por la relación bilateral con los Estados Unidos, no solo en temas de equipos de comunicación sino en otras disciplinas.

Entre éstas destaca el desarrollo de centrales nucleares, algunas de ellas compradas llave en mano directamente a los Estados Unidos y otras construidas con tecnología proveniente de aquel país.

Se inicia, por tanto, una etapa en que el desarrollo científico y tecnológico español está fuertemente subordinado a los intereses geopolíticos estadounidenses, situación que solo empezará a cambiar cuando España, ya en la época democrática, empiece a mirar a Europa y sea admitida en los principales organismos europeos.

Fuente: Francisco Saez de Adana Herrero / THE CONVERSATION,

Artículo de referencia: https://theconversation.com/el-radar-y-su-influencia-en-la-investigacion-en-espana-115019,



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