Seguro que estamos pisando la línea del no retorno, pero no nos daremos cuenta que la hemos sobrepasado hasta bastante tiempo después. Y luego vendrán los lamentos.

Es muy probable que el margen para que no se activen los bucles de realimentación positivos esté en una concentración de 350 ppm de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Estos bucles nos podrían conducir a un nuevo equilibrio climático entre 4 y 6 grados centígrados por encima del actual y, en consecuencia, a un escenario dantesco para los ecosistemas tal y como los conocemos.

Estos 350 ppm se correspondería a un aumento de la temperatura de unos 1,5 º C, y no los 2ºC, que se podrían corresponder a 450 ppm, que tanto se repiten desde las instituciones internacionales y que es la reseña que más se menciona desde la Cumbre de París.

De hecho, algunos científicos climáticos señalan que el límite de los 2 °C es más un objetivo político arbitrario que un límite basado en la seguridad científica. Fue precisamente James Hansen, científico climático que trabajó para la NASA, el que expresó que este objetivo es más bien una receta para el desastre global.

Actualmente sobrepasamos los 400 ppm (en estos momentos, 408 ppm) y el ritmo de reducción de concentración de GEI en la atmósfera debería ser alto, del orden del 6% al año. Aun así, las temperaturas seguirán subiendo debido a la inercia que tienen estas variables en estos complejos sistemas, como es el climático.

Cada día que retrasemos el momento en que las emisiones globales de GEI hagan pico, nos obligará a ritmos de reducción más pronunciados que pueden ser materialmente imposibles, y en cualquier caso, con un coste mucho más alto. La crisis climática se podría ver beneficiada por la crisis de los combustibles fósiles, pero el cénit de estas fuentes de energía contaminantes no evitará el cambio climático.

Fuente: Ecointeligencia,



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