Su nombre científico es "Tetraclinis articulata" y crece sólo en zonas muy concretas del norte de África; con una excepción, el este de la Región de Murcia, donde se localizan las únicas poblaciones europeas naturales de sabina "mora" o ciprés de Cartagena, lo que puede convertir este recurso en un atractivo y un revulsivo. 

Se trata de uno de los árboles más escasos de la península Ibérica, está considerado como una reliquia del pasado, y la mayor parte de los ejemplares naturales viven en el Parque Regional de Calblanque, una zona identificada como Lugar de Importancia Comunitaria dentro de la red europea Natura 2000 por tratarse de un enclave “único” en Europa.

Y para asegurar la conservación de este hábitat y de esta especie en el continente europeo, varias instituciones y ong (el Gobierno de Murcia, el Ayuntamiento de Cartagena, la Fundación Sierra Minera y la organización ecologista ANSE) están ejecutando un proyecto Life financiado por la Unión Europea.

La iniciativa se va a prolongar hasta 2018 y se van a invertir 1,5 millones de euros para tratar de garantizar su supervivencia natural, para mejorar y aumentar la superficie que ocupa, para concienciar a las poblaciones locales de la importancia de la conservación de este recurso, y para conciliar esa conservación con las actividades humanas.

El 96 por ciento de su área de distribución está en Natura 2000

El 96 por ciento del área de distribución de esta sabina está incluido en la red Natura 2000, el principal instrumento de conservación de la biodiversidad de la UE, y la ejecución del proyecto ha permitido impulsar actividades de educación ambiental, voluntariado o recreativas que están contribuyendo a dinamizar la zona.

Francisco Corbalán, coordinador del proyecto, ha incidido en que éste puede ser además un recurso natural que se acabe convirtiendo en un polo de atracción que redunde en beneficio de las localidades donde crece, y ha subrayado en ese sentido el esfuerzo que están realizando para poner en valor la especial singularidad de estos árboles.

“Son los únicos ejemplares naturales del continente europeo”, ha subrayado Francisco Corbalán, para quien esa peculiaridad “debe ser un aliciente para despertar la curiosidad de las personas que podrían venir a visitar la zona para conocer el árbol”.

Entre las amenazas que se ciernen sobre esta sabina destacan, además del sempiterno fuego, la competencia con el pino carrasco, el sobre-pastoreo en algunas zonas o la proliferación de actividades incontroladas al aire libre.

Una reliquia del pasado con el foco puesto en el futuro

Para mejorar la diversidad genética de las poblaciones de árboles locales el proyecto prevé siembras en determinados lugares, pero también la eliminación de algunas plantaciones artificiales que se han producido durante las últimas décadas y que no presentan unas características genéticas muy apropiadas.

Francisco Corbalán ha explicado que todas las actuaciones están orientadas a frenar el declive de la especie (en África ha perdido dos terceras partes de su área de distribución) y a garantizar su supervivencia en Europa, pero también a aumentar el nivel de conocimiento que existe sobre la presencia de esta singular especie.

Para conseguirlo, la iniciativa planea la puesta en valor del bosque de Tetraclinis a lo largo de casi 14 kilómetros de senderos, con la adecuación de esos caminos y cartelería informativa del hábitat, lo que, según Corbalán, será muy positivo para fomentar las actividades lúdico-deportivas como el senderismo.

El esfuerzo económico, humano y científico que las instituciones están haciendo para asegurar el futuro de la sabina mora se sustenta además la importancia e interés que ha tenido en el pasado, ya su madera se ha encontrado en yacimientos de la Edad del Cobre -unos 4.000 años a.c.-, y fue especialmente apreciada por los romanos. 



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