Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), publicado en Forest Ecology and Management, muestra cómo ha cambiado la vegetación de tres grandes regiones de la península Ibérica entre 1987 y 2012. Se trata del noreste peninsular (que una incluye buena parte de Cataluña y de Aragón, y ambas llegan hasta los Pirineos) y Andalucía (incluye Sierra Nevada y buena parte del sistema Penibético).

El artículo constata que, "tras el abandono de muchas zonas rurales y el cambio de uso de la tierra, la sequía y las variables topográficas que condicionan la disponibilidad de agua en el suelo -como la altitud, la pendiente, la humedad del suelo y la radiación solar- juegan un papel muy importante en los cambios de los bosques en los últimos años", explica el autor principal del estudio, el investigador de la UAB Juan José Vidal Macua.

El estudio constata la disminución de las coníferas (especialmente pinos) y la expansión de los planifolios mediterráneos -árboles de hoja plana y ancha, como encinas y robles-, los cuales podrían convertirse en dominantes en muchas áreas del Mediterráneo si continúa la tendencia climática de aumento de temperaturas y menor disponibilidad de agua, detalla el técnico de Comunicación del CREAF, Albert Naya i Díaz.

A las coníferas en general les afectan mucho las sequías largas, y es por este motivo que especies como el pino rojo, mejor adaptado a latitudes frías del norte de Europa, han ido quedando relegadas a zonas húmedas y en cotas altas de las montañas. Esto ha favorecido ciertos planifolios, como la encina, la coscoja y el roble pubescente. 

De hecho, los resultados muestran que bajo condiciones de sequía, los bosques mixtos de planifolios y coníferas es más fácil que pasen a ser de sólo planifolios con el tiempo. Sin embargo, en zonas con pocos episodios de sequía, algunas coníferas siguen dinámicas activas, especialmente el pino carrasco, que es capaz de competir con la encina en las cotas mediterráneas más bajas.

Al norte, en las zonas de Cataluña y Aragón, la encina y la coscoja se han visto favorecidas en aquellas zonas más afectadas por la sequía. Esto ha ocurrido tanto en bosques maduros como en matorrales, gracias a que estos planifolios perennes están más adaptados a la limitación de agua. En zonas de baja radiación solar en Cataluña, las sequías han favorecido una frondosa caduca como el roble pubescente en paisajes que comparte con el pino albar, menos adaptado al déficit hídrico.

Sin embargo, en general las transiciones a bosques caducifolios necesitan disponibilidad de agua y humedad en el suelo, por lo que suelen ser más frecuentes en el norte de la Península, y de forma más testimonial en el sur, donde el clima es más cálido y seco. Caducifolios como robles y hayas dominan la transición a partir de los 1.000 m en las montañas, especialmente en las laderas norte, donde hay más humedad. En Aragón, la zona del río Cinca ha tenido una transición importante de coníferas hacia caducifolios, dado que este río ofrece unos suelos mucho más adecuados para los árboles de hoja caduca.

"La gestión histórica del territorio, el abandono de la tierra y la sustitución de leña por combustibles fósiles como fuente de energía también han contribuido a la expansión de los planifolios", explica Cristina Domingo, una de las autoras del estudio e investigadora de la UAB y del CREAF. Y alerta: "Que los bosques cambien y las especies más resistentes a la sequía terminen dominando las comunidades forestales podría alterar el ritmo de captura de carbono y el régimen de incendios en el Mediterráneo".



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