Pocas especies de aves resultan tan reconocibles y familiares a simple vista como la cigüeña blanca, que tras un tiempo en el que su supervivencia estaba en entredicho, ha visto cómo los cambios de hábitos propiciados para su conservación han hecho que vuelva a estar presente en nuestros ecosistemas.

Pero, ¿es compatible su presencia en ciertas zonas con el uso de las mismas para la ganadería extensiva? Un trabajo desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid subraya la importancia de equilibrar la presencia de la cigüeña blanca en las dehesas para evitar que sus hábitos reduzcan la diversidad florística en ciertas áreas y por tanto limiten que estos terrenos puedan utilizarse para el pastoreo.

El trabajo, uno de los pocos que se centran en cómo la conservación de una especie protegida puede afectar a la composición del estrato herbáceo en las dehesas en que se concentran densamente, pone de manifiesto la capacidad de colonización de la cigüeña blanca y su potencial para modificar la estructura de las dehesas si no se limita su presencia en ellas.

“El objetivo de este estudio fue evaluar el impacto causado por la presencia de una colonia de cigüeñas con una elevada densidad de individuos sobre algunos servicios ecosistémicos de aprovisionamiento (cantidad y calidad de forraje para el ganado), de soporte (ciclo de nutrientes, biodiversidad) y de regulación (secuestro de carbono, estructura del suelo) generados en una dehesa de fresnos localizada en la sierra de Guadarrama (Madrid)”, explica Aida López, investigadora del Departamento de Sistemas y Recursos Naturales de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la UPM y una de las autoras de este trabajo.

Dehesas

Las dehesas son hábitats que se reconocen internacionalmente por su importancia ecológica, socioeconómica y cultural ya que mantienen niveles de diversidad biológica más elevados que los bosques originales de los que proceden. Además, los beneficios que proporcionan a nivel medioambiental se consideran como unos sistemas de alto valor natural.

“Aunque a veces no se las tenga en suficiente consideración, las dehesas cumplen importantes funciones entre las que destacan la protección del suelo, la mitigación de los microclimas, el secuestro de carbono, funciones de recreo e incluso de mantenimiento de los valores estéticos del paisaje y otras muchas con las que contribuyen al mantenimiento de la fauna y la flora, pero también al bienestar humano”, explica Ramón Perea, otro de los investigadores y profesor de la UPM participantes en el estudio.

Lograr el equilibrio de las especies, la clave para el mantenimiento del ecosistema

Sin embargo, para su conservación, las dehesas ibéricas requieren de la  actividad ganadera, ya que el ganado o los grandes herbívoros silvestres como los ciervos son los que se encargan de mantener y perpetuar la diversidad de especies herbáceas a través del pastoreo. De ahí la importancia que la introducción de especies protegidas, como la cigüeña blanca, no altere el equilibro de vegetación que caracteriza a estos ecosistemas.

Los resultados del análisis desarrollado en la ETSI de Montes y en el que también ha participado la Comunidad de Madrid, pone de manifiesto que en las áreas proyectadas bajo las copas arbóreas que mantenían un nido de cigüeña se produjo una reducción de algunos servicios ecosistémicos de aprovisionamiento (calidad del forraje) y de soporte (ciclo de nutrientes y biodiversidad), tal y como explica Sonia Roig, también investigadora y profesora de la UPM.

“Encontramos un incremento de los nutrientes del suelo (nitrógeno, fósforo y sodio) y de la producción de gramíneas. También se observó una reducción de la producción de leguminosas y de la diversidad de plantas, y por tanto una reducción de la calidad del pasto herbáceo en esas áreas. Además, la composición florística estuvo dominada por unas pocas especies altamente demandantes de nutrientes y colonizadoras”.

Y es que, aunque la protección de especies favorece la conservación y persistencia de las mismas; la competición por los recursos naturales puede, a veces, causar un conflicto entre los variados intereses humanos, incluyendo la gestión de la fauna silvestre, que origine impactos negativos tanto para el bienestar del ser humano como de la conservación de la fauna silvestre.

Equilibrio

“A nivel social, esto significa que debe establecerse un equilibro entre determinadas políticas proteccionistas y de uso, aprovechamiento y conservación de recursos del medio natural a través de información científica y de la formación e información a la sociedad”, explican los investigadores que añaden que  con más estudios como este, se podrán establecer conclusiones más ajustadas sobre las interacciones exactas al respecto antes de poder establecer soluciones concretas, especialmente en el caso de trabajar con especies protegidas asociadas a grandes impactos sociales.

“Es necesario aplicar unas medidas de gestión adecuadas que reduzcan los conflictos entre los intereses de los humanos y la fauna silvestre, para asegurar la conservación de las especies protegidas a la vez que se mantiene la sostenibilidad del ecosistema y la provisión de importantes servicios ecosistémicos”, concluye Aida López.

Fuente: UPM,

Artículo de referencia: https://www.upm.es/?id=9479b32a27333710VgnVCM10000009c7648a____&prefmt=articulo&fmt=detail,



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