Suele pensarse en el ecoturismo como una forma sostenible de explotar el patrimonio natural de un país mediante la preservación de la integridad de sus ecosistemas y la generación de ingresos para las comunidades locales. Pero a juicio de la ecóloga Helena de Godoy Bergallo, docente de la Universidad del Estado del Río de Janeiro (UERJ), en Brasil, este tipo de actividad puede causarle impactos considerables a la fauna. Impactos que la ciencia debe comprender y que deben minimizarse mediante una gestión más eficaz, informa la agencia para la difusión de la ciencia y la tecnología (Dicyt).

«Conocemos bien los impactos directos y observables del ecoturismo, pero no sabemos qué dimensiones tiene este problema. ¿Cuál es el efecto que la mortalidad de algunos ejemplares puede tener sobre la población de una especie y sobre el ecosistema? La escala de aceptabilidad de los impactos suele basarse en motivos estéticos y no científicos. Hacen falta más estudios», recomendó De Godoy durante un taller organizado recientemente por la Fundación para el Amparo y la Investigación de la Biodiversidad del Estado de Sao Paulo.

Entre los problemas que mencionó la investigadora se encuentra el aumento de la mortalidad de animales relacionado con las actividades de pesca y caza o con la colisión contra vehículos y embarcaciones. De Godoy citó el caso concreto de los manatíes que pierden la vida como consecuencia de las hélices de los barcos.

Asimismo, la investigadora alertó sobre las alteraciones del hábitat y en la composición de plantas ocasionadas por la construcción de posadas, restaurantes y toda la infraestructura necesaria para recibir a los turistas.

«El pisoteo de la vegetación en los senderos causa la compactación del suelo y la modificación de las plantas. Puede darse también la pérdida de especies autóctonas y la entrada de especies invasoras, así como una merma de la floración y de los frutos. En tanto, las olas que hacen los barcos pueden generar la intrusión de sal en ambientes que no toleran ese mineral», añadió.

También es frecuente que se produzca una distorsión de los hábitos alimentarios de los animales, ya sea a causa de la comida que les ofrecen los turistas o por las carnadas que emplean los organizadores de los paseos para atraer a especies, como el delfín rosado, por ejemplo. «Suelen mantenerse ejemplares en cautiverio para que los visitantes puedan tener un contacto más cercano con la fauna», aseguró la experta. «Otras fuentes de impacto pueden pasar desapercibidas para los humanos», advirtió la investigadora: la luz artificial y los sonidos que emiten los barcos, las aeronaves y los vehículos terrestres.



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