Tenía capacidad para almacenar 150.000 litros de agua y fue construido por los pobladores del territorio que hoy es Galicia hace más de dos milenios. Se trata de un gran depósito de agua cuyos restos acaban de salir a la luz en el castro de Viladonga, a 23 kilómetros al norte de Lugo.

Según explica el arqueólogo Miguel Ángel López Marcos, director de los trabajos de excavación de este yacimiento situado en el municipio lucense de Castro de Rei, el descubrimiento del aljibe cambia por completo la historia de este castro.

Hasta ahora, se pensaba que el asentamiento era de origen romano y había sido fundado hacia el siglo II, con alguna ocupación ocasional anterior. Sin embargo, la presencia de esta estructura excavada en la roca sugiere que ya estaba habitado de manera estable antes de la llegada de los romanos.

«Es una obra pública de carácter monumental que no tiene que ver con asentamientos ocasionales», asegura López Marcos. Tras la ocupación, el enclave fue romanizado, como tantos otros en el noroeste peninsular.

Sistema de abastecimiento

El sistema de abastecimiento ideado por esta comunidad galaica no tenía mucho que envidiar a las ingeniosas estructuras romanas para abastecerse de agua.

«Es un gran continente de agua que aprovecha un manantial antiguo y las filtraciones de la roca madre, acompañado de una gran construcción ciclópea, [con piedras de gran tamaño] para almacenar el agua de lluvia y la que discurría por la zona. Por supuesto, tiene una cubierta y unas escaleras de acceso para su limpieza y mantenimiento», explica.

El arqueólogo cree que el aljibe fue construido como una gran infraestructura, pues «se excavó en la roca viva de pizarra y cuarcita», para abastecer a una gran población que habría fluctuado según la época pero que según estimaciones, sería de entre 300 y 500 personas.

La presencia del manantial de agua seguramente fue la causa por la que el enclave fue construido en este punto. «Con el depósito podrían abastecer a la población en tiempos de paz y cuando se produjo la ocupación, resistir largos periodos en caso de asedio de los romanos», relata.

Hallazgos poco habituales

Este tipo de hallazgos, asegura López Marcos, no son habituales. «A veces se encuentran depósitos de agua fuera del poblado, pero es la primera vez que se localiza dentro del recinto principal«.

Con el tiempo, la cisterna se derrumbó y posteriormente se construyó la muralla por encima. Después el depósito fue rehabilitado con otra forma. Por lo tanto, dice López, la infraestructura se utilizó durante mucho tiempo en distintos periodos: «Antes de la construcción de la muralla, fue usado por un poblado primigenio, hoy perdido. Y después, en el poblado castreño que se puede contemplar hoy en día».

Han sido necesarios dos meses de campaña, durante los cuales se extrajeron más de 340 metros cúbicos de tierra y 120 toneladas de piedra, para dejar al descubierto la estructura subterránea excavada en el subsuelo para buscar el manantial del que obtenían parte del agua con la que se abastecían.

Aunque «aún no se ha excavado en su totalidad porque el proceso es muy largo», sí han podido estimar las medidas que tenía: unos 70 metros cuadrados y cuatro metros de profundidad.

Estructura dañada

El mal estado de la estructura, dañada por el paso del tiempo, la acción del hombre y los derrumbes, han complicado la excavación, financiada por la Consejería de Cultura y Turismo de la Xunta de Galicia a través del programa Operativo FEDER. Una de las esquinas del aljibe, recuerda López, fue excavada en los años 80 pero nunca se identificó como depósito de agua.

Por lo que respecta a la cantidad de agua disponible hace dos milenios, «los datos existentes revelan que los niveles freáticos eran más altos. En la actualidad, el manantial que dio vida al depósito está perdido, pero aun así, es capaz de seguir recogiendo agua de lluvia».

Durante los trabajos de excavación del pozo los arqueólogos también han encontrado piezas de cerámica común y de lujo como la terra sigillata [de color rojo brillante], utensilios de hierro, como clavos y hoces, y alguno de bronce, como fragmentos de caldero.

Aunque en los yacimientos gallegos no es frecuente encontrar material orgánico debido a la acidez del terreno, sí han recogido huesos de suidos (familia de mamíferos entre los que están los jabalíes y los cerdos) y ovicaprinos. Analizando todos estos restos, los arqueólogos esperan saber más sobre el tipo de dieta que seguía la población de este enclave galaico.

Fuente: EL MUNDO / TERESA GUERRERO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2018/12/08/5c07b252fc6c83b6608b46d0.html,



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