Existen muchas probabilidades de que haya comido hoy algo que vino del otro lado del mundo. Sobre todo sabiendo que cada año se comercializa a nivel internacional la impresionante cifra de 1,1 billones de dólares EE. UU. en productos agrícolas, siendo los alimentos un 82% del total.

Y si las frutas o plantas pueden viajar, también lo hacen pasajeros menos recomendables. Nadie ve los huevos de mosca de la fruta ocultos en la piel de las naranjas o los escarabajos y coleópteros que se esconden en los embalajes de madera y escapan a la detección. Del mismo modo, las esporas de hongos se meten entre las juntas de los contenedores de metal y se desplazan mucho más lejos de lo que el viento los habría transportado jamás.

Si no se aplica un tratamiento cuando llegan a su destino, las consecuencias pueden ser nefastas: cada año el rendimiento de los cultivos a nivel mundial se reduce entre el 20 y el 40% debido a las plagas y enfermedades de las plantas, según advierte la Secretaría de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria (CIPF), albergada por la FAO. No hay datos exactos disponibles, pero se sabe que un número significativo de estas plagas de las plantas se introdujeron a través del comercio internacional.

No es sólo la producción de alimentos la que está en riesgo. Los bosques de todo el mundo, de los que en alguna forma dependen 1.600 millones de personas para su subsistencia, se han visto también muy afectados.

Además de los "sospechosos habituales" más conocidos, las moscas de la fruta del Mediterráneo, la roya del trigo, la gardama africana, existe un amplio abanico de culpables que están dañando cultivos y socavando los medios de vida de los agricultores de todo el mundo: el barrenador de la berenjena, el tizón bacteriano de la yuca, los nematodos de la papa, la polilla de la uva y los caracoles gigantes del arroz (del género Pomacea). La lista es larga y muy variada.

Más allá de los efectos inmediatos que tienen sobre los rendimientos de los cultivos y la seguridad alimentaria, hay otras consecuencias.

Hacer frente a la introducción y brotes de plagas cuesta a los gobiernos, agricultores y consumidores miles de millones de dólares cada año. Además, una vez que las plagas se han establecido su erradicación es a menudo imposible, y combatirlas supone un porcentaje importante del coste de la producción de alimentos.

Todos estos motivos llevaron a la creación de la CIPF.

Las normas son una herramienta clave

En 1952, con el aumento del volumen del comercio de productos agrícolas, la comunidad internacional se reunió para establecer un mecanismo a través del cual los países pudiesen trabajar juntos para evitar que plagas y enfermedades se propagasen a través de comercio agrícola.

La CIPF actúa como red para el intercambio de información entre los países sobre la incidencia de plagas, las medidas activas para combatirlas, los reglamentos fitosanitarios y las mejores prácticas, apoyando sus esfuerzos para proteger los recursos fitogenéticos y el comercio seguro. Otras actividades centrales de la Convención incluyen la aplicación de las normas a través de la creación de capacidad y la solución de controversias comerciales.

La principal actividad de la CIPF es la formulación de normas de base científica acordadas a nivel internacional, que detallen cómo se deben manejar las plantas y productos vegetales en el comercio, conocidas como Normas Internacionales sobre Medidas Fitosanitarias (NIMF).

Hasta ahora, se han desarrollado cincuenta NIMF. Por ejemplo, cómo deben ser tratadas los productos vegetales o los embalajes de madera antes de la exportación, o los procedimientos y metodologías recomendadas para los inspectores agrícolas. Existen otras 90 normas en fase de estudio.

Actualización de normas

Esta semana, la Comisión de Medidas Fitosanitarias (CMF) -el órgano rector de la CIPF, aprobó dos NIMF revisadas durante su reunión anual.

La primera fue una actualización de la NIMF 11: Análisis de riesgo de plagas para plagas cuarentenarias, incluido el análisis de riesgos ambientales y organismos vivos modificados que añade una guía detallada sobre cómo las autoridades deben realizar un análisis de riesgo para determinar si una planta importada puede constituir una plaga para los cultivos o las plantas silvestres, si debe ser regulada, y la forma de identificar las medidas fitosanitarias oportunas que reduzcan el riesgo a un nivel aceptable.

En segundo lugar, la NIMF 15: Directrices para reglamentar el embalaje de madera utilizado en el comercio internacional, fue revisada para ofrecer una orientación más específica sobre los tratamientos aprobados para los embalajes de madera.

El CPM acordó igualmente continuar avanzando hacia una nueva NIMF destinada a reducir la transmisión de plagas y enfermedades de las plantas a través de los contenedores marítimos. (que suponen cerca del 90 por ciento de todas las mercancías transportadas en el mundo, con cerca de 5 millones en tránsito por el mar en permanencia).

Los miembros de la CMF discutieron también las opciones para mejorar la vigilancia y control de plagas para los envíos internacionales de cereales.



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