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El proyecto europeo SURE-Farm, en el que participan investigadores de la UPM, subraya la necesidad de enfocar la nueva política agraria a la resiliencia e incrementar la capacidad de los sistemas agrarios para adaptarse si quiere sobrevivir en un entorno cambiante, más aún tras los efectos de la pandemia.

La crisis del coronavirus ha cambiado nuestro día a día de un modo que nunca nos hubiéramos imaginado antes. No solo nuestros hábitos, nuestra movilidad o nuestra capacidad para relacionarnos con nuestros amigos y familiares han cambiado, sino que todos los sectores de actividad se han visto afectados.

La agricultura no ha estado ajena a este fenómeno y ello ha puesto de manifiesto una vez más, la importancia de que las políticas favorezcan sistemas agrarios más resilientes. Así lo señala el último policy brief publicado por el proyecto europeo SURE- Farm, centrado en la investigación sobre la resiliencia de la agricultura en Europa y en el que participan investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

Resiliencia

“La crisis sanitaria creada por el COVID ha sido un motivo de preocupación para los políticos y la sociedad europea que también ha afectado a la agricultura.  Los efectos del COVID en el sector agroalimentario han sido muy acusados debido entre otras causas a las restricciones impuestas en los mercados para el cruce de fronteras, el cierre de del canal HORECA o las restricciones al turismo,b que han afectado también a la demanda de alimentos y productos agrícolas a nivel mundial”, explican los investigadores del proyecto SURE-Farm de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB-UPM) y del  CEIGRAM-UPM.

“A ello se suman los retos que ya afrontaba el sector como consecuencia del cambio climático, las modificaciones en los hábitos de los consumidores, la globalización de los mercados, la inestabilidad política o la baja aceptación de la agricultura intensiva”, añaden.

Ante esta situación, la resiliencia debe convertirse en piedra angular para el definición de nueva la Política Agraria Común (PAC) post 2020. Y es que hasta ahora, tal y como se señala en el documento elaborado por los investigadores, las políticas conducentes a lograr una mayor resiliencia no han obtenido los resultados deseados.

“Decimos que un sistema agrario es resiliente cuando es capaz de mantener sus funciones esenciales en un contexto marcado por la inestabilidad y la complejidad tanto económica, como social, ambiental e institucional, tanto en el corto plazo como si estos cambios son duraderos”, explican los investigadores.

3 ejes para conseguir la resiliencia

Para conseguirlo, es necesario actuar en tres ejes. El primero es la robustez o capacidad para adaptarse o sobrevivir a los cambios más repentinos y también a situaciones adversas más duraderas a través, entre otras de la diversificación o los seguros.

El segundo es la adaptabilidad, que implica la capacidad para adaptar los modelos de producción las tecnologías o las estrategias de mercado sin cambiar la lógica operacional del sistema. Es una estrategia más enfocada al medio plazo.

Y por último el eje de la  transformabilidad, es decir la capacidad para alterar la lógica operacional y la identidad del sistema agrario para que este pueda adaptarse a los cambios  de un modo duradero.

Actuaciones más diversificadas

Y es que, para los investigadores del proyecto SURE-Farm la aproximación reduccionista que tienen las políticas agrarias, centrándose solo en la robustez, es una de las razones de su falta de éxito.

Para evaluar el grado de resiliencia de la agricultura europea y ver hasta qué punto las políticas adoptadas están influyendo de manera positiva o negativa en este aspecto, los investigadores del proyecto SURE-Farm han desarrollado la herramiennta ResAT (Resilience Assessment Tool), que evalúa diferentes factores para establecer la influencia de la PAC en el sistema agrícola.

“El análisis de 6 casos diferentes de estudio ha demostrado que las políticas europeas han estado, hasta el momento, excesivamente centradas en promover la robustez, olvidando los otros dos aspectos clave. Como consecuencia de ello, el resultado son políticas incapaces de producir los efectos deseados puesto que mantienen el statu quo vigente hasta la actualidad, sin promover los cambios necesarios para afrontar las nuevas necesidades”.

Retos de la PAC post 2020

En un momento en el que se debaten las líneas de una nueva PAC, los investigadores tienen claro en qué deberían concentrarse los esfuerzos.

“Es necesario apostar por un sistema de políticas mixtas y coherentes que tengan en cuenta los diferentes retos y necesidades regionales con una visión a más largo plazo”, explican. La reorientación de la PAC post 2020 implica reemplazar los pagos directos, principalmente orientados a mantener el status quo, con medidas focalizadas en el desarrollo de las capacidades de resiliencia relativas a la capacidad de adaptación y transformación de los sistemas agrarios.

Para ello, alguna de las propuestas que destacan son la definición de eco-esquemas y de programas agroambientales que promuevan la integración de la producción de alimentos con la provisión de bienes públicos, la adaptación coordinada a los mercados, la provisión de un amplio apoyo a la cooperación entre sectores productivos y el fomento de la innovación acompañada de formación y asesoría especializada.

Fuente: UPM,

Artículo de referencia: https://www.upm.es/?id=6d2c96221c035710VgnVCM10000009c7648a____&prefmt=articulo&fmt=detail,



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