En la industria para el reciclaje de los residuos sólidos urbanos, al igual que en industrias tales como papeleras, depuradoras de aguas residuales, tratamiento de harinas cárnicas o de pescado, etc. se originan una serie de sustancias malolientes que generan molestias en la zona. El problema se complica cuando las instalaciones generadoras de malos olores se encuentran cerca de núcleos de población, polígonos industriales, etc.

En ningún caso esta situación puede considerarse peligrosa, ya que las concentraciones de las sustancias malolientes son mínimas debido a la gran capacidad de dilución por parte del aire, pero si resulta molesta, incidiendo considerablemente sobre el nivel de vida de la población cercana.

Otro caso, no tratado en este momento, es la concentración de estas sustancias en los lugares de su generación con respecto al personal que las maneje. En el caso del tratamiento de residuos sólidos urbanos no se da el caso, pero puede suceder en otro tipo de industrias químicas que la concentración de estas sustancia llegase a ser peligrosa para el trabajador.

El olor característico de la basura depositada en contenedores en la vía pública procede de la fermentación de la materia orgánica contenida en esos residuos. En la mayoría de poblaciones de cierta importancia existen normas, a través de ordenanzas municipales, recomendaciones de las empresas de recogida de RSU, etc., para que el ciudadano deposite sus residuos en los contenedores a partir de una cierta hora, normalmente a partir de las 20:00 horas, cercana a la hora de su recogida, para evitar la permanencia excesiva de los residuos en el contenedor. Si a esto se añaden altas temperaturas en el exterior e interior del contenedor en épocas estivales, se obtiene un recipiente con óptimas condiciones para la fermentación de la materia orgánica.

En las instalaciones de tratamiento de RSU con obtención de compost a partir de la fermentación aerobia o anaerobia de la materia orgánica se tienen grandes cantidades de materia orgánica fermentando. Lo habitual es que este tipo de instalaciones se encuentren lo suficientemente alejadas de núcleos poblacionales, pero aún así es recomendable contar con algún tipo de instalación que trate las emisiones de aire viciado procedente de estos procesos.

Los compuestos malolientes generados en estos procesos son múltiples, destacando entre ellos las siguientes sustancias: hidrógeno sulfurado y otros derivados del azufre, acetaldehído, tolueno, fenol, ácido acético, mercaptanos, aminas, amoniaco, etc.

Para el control y establecimiento de criterios objetivos que determinen el grado de olor de unas determinadas sustancias en el medio ambiente existe el método de cubrir un área de terreno, a determinadas distancias del punto de generación de emisiones olorosas y en diferentes direcciones con el denominado «panel de narices», o sea, cierto número de individuos que identifiquen el olor. A partir de estas pruebas se puede determinar el «Umbral Porcentual de Percepción», ATC, de esa sustancia. Otro índice de medida de olores es el «Valor Límite del Umbral», TLV, que no debe superar un trabajador expuesto al mismo durante ocho horas de trabajo, cuarenta horas semanales. Más complicado es determinar el grado de «molestia» de la misma sustancia, concepto muy subjetivo dependiendo de las condiciones climatológicas de la zona, percepción de las personas, etc.

Los principios básicos de tratamiento de olores son varios; oxidación de los compuestos malolientes, aplicación de inhibidores que modifican la naturaleza de los compuestos olorosos, adsorción a compuestos produciendo otros nuevos que no generen mal olor, etc. y los métodos de tratamiento habituales son los filtros de carbón activo, scrubbers de lavado de gases, filtros biológicos, o la aplicación de los denominados «aceites esenciales», además de otros métodos más concretos según el tipo de industria, que emplean sustancias que neutralizan a las malolientes.

Los filtros de carbón activo se basan en la atracción, por parte de los átomos de carbono existentes en la superficie interna del carbón, a través de fuerzas de «Van der Waals», de las partículas de los gases que atraviesan el filtro. Estos sistemas tienen aplicación en los tratamientos terciarios de aguas residuales; eliminación de compuestos de olor y sabor desagradable, en la purificación de gases y líquidos, productos y materias primas, usados en las industrias farmacéutica, alimenticia, química, etc., pero en el tratamiento de residuos sólidos urbanos, debido a las grandes superficies empleadas en las instalaciones de tratamiento, los volúmenes de aire son lo suficientemente grandes como para aconsejar otro tipo de tratamientos.

Otra solución, no muy extendida, pero eficaz, e el empleo de los denominados «aceites esenciales». Este sistema utiliza productos químicos biodegradables tras su uso, no tóxicos, fabricados a partir extractos de aceites vegetales, los cuales adsorben las sustancias malolientes formando agregados macromoleculares exentos de olor. Este sistema inyecta estas sustancias en forma de nebulosas, con tamaños entre 2 y 7 micras, sobre el punto generador de malos olores. Con un tiempo de permanencia en el aire de varios minutos y, una aplicación programada, se garantiza la eliminación de las sustancias malolientes, además de la molestia del polvo, sin crear sensaciones de humedad en el ambiente. Este sistema ha sido aplicado en granjas de ganado porcino, vacuno y bovino, en mataderos y otras industrias alimenticias, así como en planta de tratamiento de aguas residuales y de residuos sólidos urbanos.

En el caso de instalaciones donde se fermenta la materia orgánica procedente de RSU, caracterizadas la mayoría por poseer grandes superficies destinadas a la fermentación, el sistema para tratamiento de malos olores más extendido es el filtro biológico. Consiste en forzar el paso del aire viciado a través de un lecho filtrante formado básicamente a partir de compost. El principio de su funcionamiento es biológico, y no químico como los casos anteriores, siendo una flora microbiana la encargada de oxidar los compuestos olorosos.

Este tratamiento requiere de la existencia de una nave cerrada, o de túneles de fermentación acelerada donde sea posible instalar un sistema de captación del aire viciado, ya sea a través de las cubiertas de las naves, en el interior de los túneles, etc. Dependiendo del tamaño de la instalación y del volumen que seanecesario renovar a la hora, dependerá el tamaño de los filtros biológicos.

Se compone esta instalación de tres partes; la ya citada instalación de captación de aire, diseñada para renovar el aire de todo el volumen disponible, la instalación de reparto del caudal de aire a todo el lecho filtrante, diseñada para garantizar la correcta difusión por toda la superficie filtrante y, la más importante, el lecho filtrante.

El lecho filtrante se distribuye en amplias superficies de como mínimo 150 metros cuadrados, con una altura nunca superior a un metro. Está compuesta por varias capas, la primera normalmente de árido de gran tamaño con un espesor de unos 60 milímetros, que rodea las conducciones de aire y distribuye mejor el caudal de aire. Encima de esta y separadas por malla textil para evitar mezclas queda el lecho filtrante, compuesto por varias capas de distintas mezclas de un medio de soporte y cultivo granular que proporcione nutrientes y condiciones adecuadas a los microorganismos que llevarán a cabo los procesos de oxidación. Este medio estará formado por una mezcla de compost maduro, turba y limo. Se completa la mezcla con un agente tramante o abultante que garantice la homogeneidad la textura y consistencia de la matriz, evitando su apelmazamiento, consistente en tallos de girasol, de cereal, virutas de madera, cortezas de pino o combinaciones de ellos. Cabe citar la posibilidad de usar el rechazo de un proceso de afinado de materia orgánica de una criba no superior a 30 milímetros, ya que aportará, al cabo del tiempo, una mezcla de compost maduro con todo tipo de elementos extraños de mayor tamaño que actuarán de agente abultante.

El empleo de filtros biológicos para la eliminación de bajas concentraciones de compuestos olorosos en industrias químicas, plantas de compostaje, depuradoras de agua, etc. se remonta a más de 25 años. Es una instalación caracterizada por su bajo coste de mantenimiento, precisa pocos equipos electromecánicos, ventiladores, y el lecho dura varios años según la calidad del aire a tratar. Los problemas más frecuentes son la desecación parcial o total de la matriz, además de su acidificación por la oxidación de compuestos azufrados hasta ácido sulfúrico. Ambos parámetros son controlables mediante la instalación de una red de riego y la adición de álcalis.

La masa microbiana transforma las sustancias olorosas. El tratamiento de olores en los procesos de fermentación de la materia orgánica, muy necesario en los casos de poblaciones cercanas, debe considerarse un aspecto más en la gestión integral de los residuos sólidos urbanos, siendo los métodos propuestos, sobre todo el filtro biológico, muy adecuados para su tratamiento.



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