Las crías de garza del río Ebro que anidan en las zonas más contaminadas presentan seis veces más aberraciones celulares en sangre y otros síntomas de impacto ambiental como resultado de la contaminación de la zona, según un estudio realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Barcelona, publicado en la revista “Environmental Pollution”.

Los investigadores analizaron muestras de sangre de más de 60 crías y medir la proporción de células sanguíneas con aberraciones nucleares que tiene cada ave, y tomándola como índice de la capacidad de la contaminación ambiental para producir lesiones genéticas.

En concreto, midieron la proporción de micronúcleos, es decir aberraciones celulares, que están presentes en los glóbulos rojos de las crías de cuatro especies de la familia de Ardeidas como la garza imperial (Ardea Purpurea), la gaceta común (Egretta Garzetta), garceta bueyera (Bulcubus ibis) y martinete común (Nycticorax Nycticorax) son de tres a seis veces superiores en aquellas que viven en las zonas más contaminadas del río, como el embalse Flix con respecto a áreas no contaminadas.

Además, también en el Delta del Ebro, una zona con protección especial, se advierte un «significativo» impacto ambiental a causa del cultivo intensivo de arroz y del control de plagas de insectos y crustáceos.

El investigador del CSIC Benjamín Piña, del Instituto de Biología Molecular, destaca que aunque los niveles «no son preocupantes, los resultados demuestran que la contaminación de esa zona sí se refleja en las aves», y en este sentido, el alto uso histórico de la zona muestra que la contaminación por sustancias orgánicas aromáticas, incluidos algunos pesticidas, son los causantes de daños genéticos celulares.

Daños del ADN

Así, explica que los compuestos contaminantes dañan el ADN de las células progenitoras y eso causa que el material genético no se incorpore correctamente a las células hijas en el proceso de división celular, lo que produce la aparición de aberraciones celulares independientes (micronúcleos) dentro de las células.

De acuerdo a estos datos, los científicos proponen que se realice un análisis periódico del impacto ambiental en las crías de estas poblaciones para monitorizar la contaminación. «Al ser un material biológico que se renueva cada año en parecidas circunstancias, es perfecto para ver el impacto del uso de pesticidas en esta zona especialmente sensible, así como la efectividad de las medidas correctoras que puedan aplicarse», explicó Piña.

Por último, aseguró que el método no es destructivo porque los pollos son devueltos al río una vez medidos y tras extraerles un pequeño volumen de sangre.



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