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Abrir una lata de bebida se ha convertido en un gesto habitual, pero este envase es relativamente reciente. ¿Sabías que la cerveza fue la primera bebida que se envasó en lata? Fue Krueger, una pequeña cervecera americana, la que en 1935 apostó por el aluminio para este cometido. 

A Europa llegaría en 1936 y en España habría que esperar todavía 30 años más para ver las primeras latas, también de cerveza. Al principio, la lata tenía forma de botella y cierre tapón corona. Pero pronto se dieron cuenta de que el cierre plano comportaba numerosas ventajas y, salvo pequeñas modificaciones, así ha llegado hasta nuestros días.

Sostenible e infinitamente reciclable, el aluminio es uno de los máximos exponentes de la economía circular, un modelo económico que pretende optimizar los productos a lo largo de todo su ciclo de vida. De hecho, un 75% del aluminio producido en algún momento todavía sigue en uso hoy en día. Y reciclar aluminio y no tener que volver a producir material virgen supone un ahorro de energía del 95%, y contribuye a alcanzar los objetivos de reducción de emisiones de dióxido de carbono.

En España siete de cada 10 latas de aluminio se reciclan, pero en opinión de Myriam Galmés, directora comercial de Ball en el sur de Europa, empresa líder en la fabricación de latas de bebida, «este porcentaje resulta insuficiente». Por eso, añade, «apostamos por tasas cercanas al 100% de reciclabilidad».

Aunque en el resto de países de nuestro entorno los porcentajes son similares, ligeramente superiores en Italia (78%) e inferiores en Francia (66%) o Portugal (43%), lo cierto es que aún estamos lejos de ese 100%. Pero, ¿qué se puede hacer para reciclar más?

Cada lata cuenta

Sin duda, «hay dos pilares clave», defiende Galmés, «mayor concienciación social para que la gente sea consciente de que cada lata cuenta e inversiones adicionales en las plantas que permitan optimizar la separación del metal con el objetivo de que ninguna lata se pierda».

Y es que el aluminio presenta enormes ventajas. Pese a su ligereza, las láminas de aluminio con las que están hechas las latas son capaces de soportar una presión superior a la de un neumático de un vehículo. Y, además, el ciclo de reciclado es enormemente ágil.

«Una lata desde que se deposita en el contenedor amarillo para ser reciclada necesita tan sólo 60 días para volver a convertirse en una lata y estar en el lineal de un supermercado. Es un ciclo cortísimo. Se trata de un proceso muy óptimo y a unos precios relativamente económicos», sostiene Galmés.

«La enorme ventaja de la lata de aluminio es que el aluminio es un metal infinitamente reciclable, sin que a lo largo del proceso pierda propiedades, hasta tal punto de que no se distingue del aluminio virgen. Por eso, puedes reciclar indefinidamente. Eso es algo brutal desde un punto de vista de reciclabilidad y sostenibilidad», añade.

Proceso de reciclaje

Pero, ¿cómo la lata que tiramos en el contenedor amarillo termina en 60 días otra vez en el lineal del supermercado? Tras la recogida, los restos se envían a los centros de selección donde se separan de otros materiales por medio de corrientes magnéticas. Se conforman en balas o cubos de aluminio comprimido que se envían a las plantas de reciclado.

Allí, se trituran estas balas y se elimina cualquier componente ferroso por imantación y aislado del aluminio por medio de corrientes de Foucault. Tras su refundación, se produce el vertido del aluminio líquido a una mesa de moldeo para la obtención de enormes lingotes de aluminio a partir de los cuales, por laminación en caliente, se conforman las bobinas utilizadas en el proceso de fabricación de nuevas latas de aluminio.

Certificación ASI

Conscientes de que los consumidores buscan cada vez productos más respetuosos con el medio ambiente, Ball ha hecho una apuesta decidida por la sostenibilidad. Así, se ha convertido en el primer productor de latas de bebida en alcanzar la certificación ASI (Aluminium Stewardship Initiative) en 2020.

Esta certificación pone en valor el compromiso de Ball con la reducción de su huella de carbono, al emplear energía renovable en todas sus actividades en la Unión Europea, Serbia y Reino Unido. ASI es una iniciativa compuesta por varios integrantes que garantiza que el suministro, la producción y la gestión del aluminio se realizan de manera responsable a lo largo de toda la cadena de valor.

Además, en verano del año pasado, Ball firmó dos contratos de compraventa de energía (VPPA, por sus siglas en inglés) en Europa, que permitirán a la empresa atender cerca del 63% de la demanda de energía eléctrica en sus plantas de fabricación de latas de bebida en Europa (excluyendo Rusia) con nueva energía renovable.

Gracias a esto, la compañía ha reducido en Europa sus emisiones de gases de efecto invernadero de alcance 2 cerca de un 60% en comparación con el año previo, lo que equivaldría a la reducción de la huella de carbono conseguida al retirar más de 47.000 automóviles de la circulación en un año.

Fuente: ISABEL MUNERA / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/04/26/606c8992fdddff24ae8b45c2.html,



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