El trabajo ha sido publicado recientemente en la revista internacional Journal of Civil Engineering and Construction Technology. Esta reevaluación se ha realizado utilizando una nueva metodología, diferente a la utilizada en su momento, incluyendo además varias décadas más de sismicidad.

El estudio ha dado como resultado que los niveles que se eligieron para los llamados terremotos de diseño (operation basis earthquake y safe shutdown earthquake) no sólo son correctos, sino que en algunos casos son conservativos. Por ejemplo, en el caso de la central nuclear de Vandellós II, en Tarragona, en explotación desde marzo de 1988, el movimiento del suelo esperable, del orden de 0.06g, es varias veces inferior al que se eligió en su momento para el diseño del safe shutdown earthquake, 0.20g. Es más, es aún más bajo que el valor obtenido (0.30g) en las evaluaciones de riesgo sísmico realizadas en las centrales nucleares españolas a finales de la década de los 90, supervisadas por el Consejo de Seguridad Nuclear.

Según los propios investigadores de la UJA, en principio estos resultados no son sorprendentes, sino que es lo que cabía esperar, dado que la construcción de las centrales nucleares se realizó en zonas alejadas de fallas activas o estructuras sismogenéticas importantes, así como de las regiones con mayor sismicidad de la península. El trabajo realizado por los investigadores José A. Peláez y Carlos López Casado se justifica por el hecho de que alguna de las centrales nucleares españolas lleve más de 40 años en funcionamiento, como es el caso de la longeva Santa María de Garoña, en Burgos, construida entre 1966 y 1970, que entró en explotación en mayo de 1971. Esta central pertenece a la llamada primera generación de centrales nucleares.

Los investigadores de la UJA aseguran que desde su diseño, han cambiado de forma significativa los métodos de evaluación de la peligrosidad sísmica y la información de la que se dispone al respecto de la sismicidad en España. La primera central nuclear española fue la José Cabrera, en Guadalajara. Fue autorizada su puesta en marcha en octubre de 1968 y empezó a producir energía al año siguiente. El cese de la explotación se declaró en el año 2006, encontrándose en este momento en fase de desmantelamiento.

Fallo en Ascó

Para Ecologistas en Acción, el nuevo año empieza para la central nuclear de Ascó como terminó el anterior, tomando la delantera a todas las demás centrales en cuanto a fallos, sucesos y paradas no programadas se refiere. Es el segundo ocurrido en este mes de enero, que se inauguró con un problema en la calibración de una de las válvulas de seguridad del presionador, el pasado día tres.

En este caso la consecuencia ha sido una parada no programada, que ha provocado una reducción brusca del abastecimiento eléctrico, de los mil megavatios de potencia que suministra el reactor averiado. Según la nota publicada por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), escueta como siempre, ha sido provocada por un "descenso en el nivel de uno de los generadores de vapor". Según la notificación del titular, este hecho se produjo "por el cierre de una de las válvulas de aislamiento de agua de alimentación principal del citado generador".

Para Ecologistas en Acción, el desprecio por la cultura de la seguridad, por parte de los titulares de la planta, hace tiempo que debería haber llamado la atención del CSN, que se limita a sancionar solamente sucesos extraordinarios como la fuga de partículas ocurrida en la misma central hace cuatro años. Para los ecologistas, sucesos como este invitan a desconfiar de las instalaciones del ciclo del uranio, e invitan a llevar a cabo de una vez por todas el cierre de la vieja central de Garoña, y a impedir la instalación de un cementerio nuclear, en Cuenca o en cualquier otro sitio.



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