Las gotas de agua salpican y aterrizan en la encimera, la tabla de cortar, las manos, la ropa, el paño de secar…

Es así como las bacterias se difunden. Es por esto que lavar el pollo aumenta el riesgo de contaminación cruzada.

Las 2 claves anti-bacterias

Para evitar sustos, hay que controlar lo que te vas a comer y lo que está a su alrededor.

El pollo: siempre hay que cocinarlo bien, procurando que no quede ni una sola parte cruda o semicruda.

El entorno: para combatir la contaminación cruzada es importante no utilizar la misma tabla de cortar (o los mismos cuchillos) para alimentos crudos y cocinados. Si usas un cuchillo o una tabla para el pollo crudo, lávalos a fondo antes de volverlos a usar para cortar el pollo ya cocinado.

Una intoxicación no es ninguna broma y el año pasado demostramos que en el pollo se encuentran con frecuencia "superbacterias" que resisten a los antibióticos.

Tampoco laves los huevos

Aunque vengan con restos de heces o paja, es mejor no poner los huevos bajo el grifo. Nunca: ni antes de guardarlos en el frigo ni cuando los vayamos a usar.

Los huevos cuentan con una capa de cutícula fina que los hace impermeables. Con el agua podemos eliminar esta protección y hacer que los gérmenes se cuelen a través de su porosa cáscara.

Una bacteria sobre la cáscara del huevo no entraña ningún peligro, pero si esos gérmenes consiguen entran dentro del huevo, se reproducirán y serán toda una amenaza.

Por esta misma razón, ten cuidado para que la cáscara no manche el interior del huevo cuando los rompas (y no uses la cáscara para separar las claras de la yema).

 



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