La Albufera de Adra (Almería) es un lugar con extraordinarios valores naturales y constituye también un espacio para la ciencia y para la educación que sobrevive con un adecuado estado de salud incrustado en un mar de invernaderos.

Se trata de un sorprendente humedal compuesto por dos lagunas separadas del mar Mediterráneo por una estrecha franja litoral y empotradas en un entorno desértico dominado por ese característico mar de plástico que durante los últimos cincuenta años ha transformado el paisaje del poniente almeriense.

La Albufera está incluida en la lista Ramsar que incluye los 2.000 humedales más importantes del mundo, pero está además catalogada como Zona de Especial Protección para las Aves y Lugar de Importancia Comunitaria dentro de la red europea Natura 2000, y completa su currículo con el título de Reserva Natural.

El humedal es un lugar privilegiado para numerosas especies de aves procedentes del norte de Europa que buscan refugio y alimento durante el invierno en zonas más cálidas, y para muchas procedentes de lejanas regiones esteparias y desérticas de Asia y de África que aprovechan durante la primavera los cañaverales de sus orillas para nidificar y reproducirse.

Numerosas aves, y entre ellas la malvasía cabeciblanca

Entre los recursos naturales presentes en este espacio destaca además la presencia de numerosos anfibios, como el galápago leproso, y de algunos peces como el “pejerrey” o el “farfet”, una especie endémica y en peligro de extinción que ha encontrado en esta Albufera uno de los pocos ecosistemas donde sobrevivir.

Pero sobre todas las especies presentes de forma regular en el lugar destaca la “malvasía cabeciblanca”, un pequeño pato buceador que estuvo al borde de la extinción y que todavía se encuentra “en peligro”, que ha encontrado aquí uno de los mejores lugares de cría de Europa y que comparte el espacio con zampullines, somormujos o fochas.

Ramón Miguel Sánchez Real es biólogo, pero además es agricultor, miembro de la Asociación Cultural Acerobo de Adra y uno de los responsables de las labores de educación ambiental que se llevan a cabo en la Albufera para dar a conocer los extraordinarios recursos naturales que ésta tiene, desconocidos incluso para una gran parte de la población local.

“Lo más llamativo es ver esta lámina de agua encerrada entre el Mediterráneo y un mar de plásticos”, ha subrayado Sánchez Real, que ha incidido en la importancia “biológica, medioambiental, etnográfica y cultural” de este humedal.

El biólogo ha explicado que miles de aves utilizan los humedales que salpican el litoral mediterráneo como “estaciones de servicio” en sus viajes migratorios, y ha recordado que fueron precisamente las medidas de protección que se pusieron en marcha en los años ochenta -cuando se detectó la presencia de la malvasía cabeciblanca- las que han permitido la recuperación de esta especie.

Un paisaje rodeado de cientos de explotaciones agrarias cubiertas de plástico 

El paisaje que rodea las lagunas es el de cientos de explotaciones agrarias cubiertas por plástico. “Se tata de que todos tenemos que vivir; vamos a mantener lo que queremos, vamos a mantenerlo bien, pero hay que vivir”, ha manifestado Ramón Miguel Sánchez.

En la zona impera ya el concepto de “lucha integrada” y en el interior de los invernaderos ya no se utilizan ni fungicidas ni insecticidas, pero además el riego por goteo y el control por ordenador ha permitido reducir al máximo los excedentes de nutrientes (sobre todo de nitrógeno, fósforo y potasio) que llegaban a la Albufera.

Son éstos también los argumentos que se utilizan en Adra en las labores de educación ambiental, para demostrar que la conservación de los valores naturales es compatible con el desarrollo económico en un lugar tan profundamente intervenido como este espacio de la red Natura 2000.



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