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El 5 de marzo se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una iniciativa que busca consumir energía de forma más inteligente, sin desperdiciar unos kilovatios que de una forma u otra acaban dañando a la atmósfera. El concepto -relacionado con el medioambiente y las energías renovables, pero también con el ahorro y los hábitos de consumo- cada vez está más presente en nuestras vidas, aunque no todo el mundo tiene claro qué supone.

«El ahorro es apagar la luz y la eficiencia energética es cambiar la bombilla», resume Antonio López-Nava, gerente de la Asociación de Empresas de Eficiencia Energética (A3E). En su opinión, «ha mejorado» el conocimiento respecto a lo que cree que es «una de las armas que tenemos para combatir el cambio climático».

Eficiencia energética

A grandes rasgos, la idea de eficiencia energética es «consumir menos aplicando instalaciones más eficientes», pero con el mismo nivel de confort, según explica López-Nava. No tiene tanto que ver con la procedencia de la energía (aunque los conceptos suelen estar ligados) ni su desperdicio como con un uso sensato de ésta. Utilizarla siempre que sea necesario, pero sólo lo que sea necesario.

Incluso las algunas compañías energéticas tratan de explicar a sus clientes cómo ser más eficientes. Es el caso de Universal Energía, cuyo CEO, Ángel Pérez Valero, admite que ha habido «un cambio cultural» en la sociedad. «En nuestro sector antes se miraba simplemente el precio y ahora es un punto importante», reconoce. «La gente está mucho más concienciada, tanto a nivel individual como a nivel de empresa y de responsabilidad corporativa».

La empresa de Pérez Valero ofrece un seguimiento a quienes contratan su servicio que permite explorar por qué hay picos de consumo no esperados. De este modo es posible que las compañías y particulares puedan identificar, por ejemplo, electrodomésticos defectuosos que están consumiendo más de lo necesario. «Al final es un tema cultural», cuenta. «En el momento en el que abres esta puerta el consumo será menor, el cliente lo verá reflejado en su factura y a entenderá que hace algo que es beneficioso para todos«.

Claves generales

De todos modos, hay unas claves generales que se pueden seguir sin necesidad de abrir la factura. Durante muchos años se difundió la idea de evitar los ‘vampiros energéticos’ que acechaban con los ojos rojos del LED de un televisor en standby y hoy podrían tomar la forma de un teléfono cargando toda la noche, incluidas las horas en las que ya no necesita estar conectado al enchufe.

«Todos nos hemos quedado con esa idea aunque realmente luego no tenga mucha repercusión ni es importante», confiesa un López-Nava que, eso sí, reconoce que «define bastante el concepto de ahorro, más que de eficiencia». En realidad, como decíamos, el cambio no tiene tanto que ver con lo que no se apaga, sino con lo que se mantiene encendido. Como las bombillas.

«El cambio de bombillas es lo más directo y lo más fácil de hacer», explica. La inversión es menor (sólo hay que comprar bombillas LED, cuyo precio ronda los dos o tres euros) y «ahorra mucho». «Una LED, comparada con una incandescente, a lo mejor consume el 70 o el 80% menos», razona.

Si bien esto no va a suponer un ahorro equivalente, pues la factura, como recuerda el directivo de A3E, tiene costes fijos, «al menos estás reduciendo el consumo en ese porcentaje» y esto es algo que notan tanto el bolsillo como el planeta. Como apunta Pérez Valero, «el consumidor final se está dando cuenta de que puede hacer acciones que beneficien».

Fuente: GUILLERMO DEL PALACIO / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/03/03/603e65a5fc6c83f64c8b467e.html,



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