Por primera vez, una investigación analiza la repercusión que tiene sobre la salud la polución del aire (exterior e interior), del agua, del suelo y los contaminantes químicos que nos rodean. Todos juntos actúan incrementando el riesgo de muerte prematura por enfermedades del corazón, derrame cerebral, cáncer de pulmón y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

En definitiva, una de cada seis personas muere al año en todo el mundo por la contaminación. Según los firmantes del artículo, estos fallecimientos suponen el 16% del total de defunciones anuales y la mayoría de ellas (92%) ocurren en países de bajos y medios ingresos, donde la polución afecta de forma desproporcionada.

Son los últimos datos que se desprenden de un nuevo informe publicado en la revista The Lancet, cuyos firmantes reclaman mayor atención y voluntad por parte de los gobiernos, con el fin de destinar los recursos necesarios para afrontar y minimizar tales cifras.

La Comisión Lancet sobre Contaminación y Salud ha analizado el impacto que tienen todas las formas de contaminación en la salud global, la economía y la justicia social. Como argumenta Philip Landrigan, uno de los directores de la Comisión Lancet, de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai (Estados Unidos), «la contaminación es mucho más que un desafío ambiental. Es una amenaza profunda y penetrante que afecta a muchos aspectos de la salud y el bienestar humano. Merece toda la atención de los líderes internacionales, la sociedad civil, los profesionales sanitarios y toda la población mundial en general».

Polución

Por orden de importancia, y a tenor de los resultados publicados en el estudio, el tipo de contaminación más impactante es la del aire exterior (que incluye gases y partículas tóxicas) e interior (producido por la quema de madera y carbón, por ejemplo), al ser responsable de unos 6,5 millones de muertes en 2015.

Por su parte, la contaminación del agua (fuentes de agua contaminada o saneamiento inseguro) está vinculada a 1,8 millones de muertes. En tercer lugar se encuentra la exposición a toxinas y carcinógenos en el lugar del trabajo, ya que produce alrededor de 0,8 millones de fallecimientos por enfermedades como la neumoconiosis en el caso de los trabajadores de carbón, por ejemplo; o cáncer de pulmón en trabajadores expuestos al amianto.

En último lugar, la contaminación por plomo se ha relacionado con 0,5 millones de defunciones causadas por hipertensión arterial, insuficiencia renal y enfermedades cardiovasculares.

En España, la principal contaminación es la atmosférica, que produce unos 15 millones de muertes al año, más o menos el 4% de toda la mortalidad. «Principalmente, la atmosférica exterior en España proviene del tráfico. La interior no porque no cocinamos quemando madera como en otros países y en cuanto a la industrial, en España ya no es tan importante desde que se controla este tipo de emisiones», apunta Bénédicte Jacquemin, investigadora de ISGlobal.

«Está claro que las políticas enfocadas a contribuir en la reducción de la contaminación tienen repercusión positiva sobre la salud. Hay muchos estudios que demuestran que con la mejora de la calidad del aire aumenta la esperanza de vida, se reducen los ingresos hospitalarios, mejora la función pulmonar y se reduce la mortalidad».

Fuente: EL MUNDO,



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