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Avi Loeb lo ha vuelto a hacer. El mismo científico que sostiene que Oumuamua, el primer objeto interestelar observado por los astrónomos mientras atravesaba nuestro Sistema Solar en 2017, es una nave extraterrestre, lanza ahora a través de su columna en Scientific American otra idea fascinante: ¿Fue nuestro Universo creado en un laboratorio?

Si lo hubiera dicho cualquier otro, la cuestión no merecería más que un breve comentario, ya que no existe ningún modo de comprobar algo así. Pero Loeb no es un científico cualquiera.

Hasta 2020 dirigió el Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, es director del Instituto de Teoría y Computación en el Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica y forma parte, entre otras cosas, del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología del Presidente de los Estados Unidos.

En su nuevo artículo, Loeb parte de lo que se considera «el mayor misterio en la historia de nuestro Universo, qué es lo que sucedió antes del Big Bang».

Y tras repasar brevemente las varias teorías al respecto, entre ellas que todo surgió a partir de una fluctuación del vacío, o que se contrae y expande continuamente dando lugar a un nuevo Universo cada vez, Loeb pasa a «una posibilidad menos explorada: la de que el Universo fuera creado en el laboratorio de una civilización tecnológica avanzada».

Según el investigador, «sería posible que dicha civilización hubiera desarrollado una tecnología capaz de crear un ‘Universo bebé’ a partir de la nada y «a través de un túnel cuántico».

Universo

En el mundo de la Mecánica Cuántica, algunas partículas subatómicas utilizan túneles cuánticos para llegar a lugares a los que en teoría no podrían, ya que carecen de la energía suficiente. Loeb cree que esa sería la forma en que se podrían crear universos bebé.

Dado que actualmente los humanos no disponemos de una teoría capaz de combinar la Mecánica Cuántica y la Relatividad, los dos pilares de la Física moderna, Loeb imagina que «una civilización más avanzada que la nuestra podría haber logrado esa hazaña».

La idea, apunta el científico, puede conciliar, de paso, la noción religiosa de un Creador con la noción científica de la gravedad cuántica, algo que hoy por hoy nuestros científicos no han logrado todavía.

Si la idea fuera correcta, escribe Loeb, y en el Universo existen civilizaciones capaces de generar universos bebés, entonces formaríamos parte de un ‘Universo biológico’ mucho mayor, un sistema que sería capaz de mantener «la longevidad de su material genético» a través de múltiples generaciones de nuevos universos.

Por lo tanto, y si nuestro Universo no es más que un ‘universo bebé’ dentro de otro Universo mayor, en el que habita la civilización que lo creó, el Universo en que vivimos no habría sido creado para nosotros, sino para civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra, con la tecnología necesaria para crear a su vez nuevos ‘universos bebé’.

Es lo que Loeb llama «proceso de selección darwiniana cósmica». «Una forma de decirlo -escribe en su artículo- es que nuestra civilización (que aún no es capaz de crear nuevos ‘universos bebés’) sigue siendo cosmologicamente estéril, ya que no podemos reproducir el mundo que nos creó».

El nivel de las civilizaciones

Para Loeb, por lo tanto, el nivel tecnológico de las civilizaciones no debería medirse por su capacidad de aprovechar los recursos, como indica la conocida escala propuesta en 1964 por Nikolai Kardashev, según la que existen civilizaciones de Tipo I, II y III, capaces respectivamente de aprovechar totalmente la energía disponible en un planeta, una estrella y una galaxia. En lugar de eso, el nivel alcanzado por una civilización «debería medirse por su capacidad para reproducir las condiciones astrofísicas que llevaron a su existencia».

En la nueva clasificación propuesta por Loeb, por lo tanto, una civilización de clase A podría reproducir las condiciones cósmicas que hicieron posible su existencia. O lo que es lo mismo, debería poder crear universos bebé en sus laboratorios. Una civilización de clase B no sería capaz de tanto, pero sí de «ajustar las condiciones de su entorno inmediato para ser independiente de su estrella anfitriona». Es decir, de recrear las condiciones habitables de su planeta con independencia de su sol.

Civilización tecnológica

En este contexto, está claro que la nuestra sería una civilización tecnológica de muy bajo nivel, o de clase C, «ya que somos incapaces de recrear incluso las condiciones habitables de nuestro planeta cuando el sol muera».

Y no solo eso, sino que podríamos incluso estar más abajo en la escala, y ser una civilización de clase D, «ya que estamos destruyendo descuidadamente el hábitat natural de la Tierra».

Por supuesto, alcanzar el nivel tecnológico necesario para convertirse en una civilización de clase A es algo extremadamente difícil y al alcance de muy pocos. Pero un Universo como el que describe Loeb solo necesitaría tener una civilización de clase A para seguir replicándose.

Loeb termina su artículo con una llamada a la humildad. Nosotros somos una civilización muy mediocre, y ‘ahí fuera’ debe de haberlas mucho más avanzadas. Lo único que tenemos que hacer es encontrarlas.

Fuente: José Manuel Nieves / ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-pudo-nuestro-universo-creado-laboratorio-202110210131_noticia.html,



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