Aunque apenas les prestemos atención, las cejas son uno de los elementos más expresivos de un rostro. Con ellas podemos comunicar asombro, miedo, preocupación y desconfianza.

Hasta el punto de que cuando una persona, por el motivo que sea, pierde las cejas, notamos su rostro extraño e incluso irreconocible durante días, aunque hasta ese momento las cejas nos hubieran parecido poco importantes. Y sin embargo se trata de un elemento especialmente humano, que apenas podemos encontrar en los rostros de otras especies, incluidos los otros primates.

Origen de las cejas

Sobre el origen de las cejas en nuestro rostro, las dos teorías más aceptadas hasta la fecha tenían que ver con el rol que pudieron jugar los arcos superciliares prominentes es la estructura craneal de los primeros homínidos.

Así, los biólogos proponían que estos marcados salientes sobre los ojos protegían el cráneo del estrés de masticar y morder, o bien que se trataba de la zona de unión entre dos partes bien diferenciadas como son las cavidades oculares y la caja craneal.

Para probar si estas hipótesis eran correctas, el equipo de Ricardo Godinho realizó una serie de pruebas y simulaciones a partir de un cráneo fósil de Homo heidelbergensis hallazo en Zambia conocido como Kabwe 1 y particularmente bien conservado.

Para el trabajo, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution, los autores tomaron el cráneo -cuya antigüedad oscila entre los 125.000 y los 300.000 años- y realizaron una reconstrucción en 3D con la que probar diferentes condiciones de presión y soluciones anatómicas.

“Utilizamos un software de modelado para alisar el enorme arco superciliar de Kabwe y descubrimos que un ceño abultado no ofrecía ninguna ventaja espacial ya que podría ser reducido ampliamente sin causar ningún problema”, explica Paul O´Higgins, profesor de Anatomía de la Universidad de York y autor senior del estudio.

“Entonces simulamos las fuerzas de mordida de diferentes dientes y vimos que se ejercía muy poca presión sobre el arco de las cejas. Cuando quitamos el arco no había efecto sobre el resto de la cara al morder”.

Otras explicaciones

Dado que este abultamiento extra de las cejas no aportaba ninguna ventaja adicional a la hora de morder sobre la estructura general del cráneo, los investigadores buscaron otras posibles explicaciones.

“Dado que la forma del arco superciliar no está dirigida solo por requerimientos mecánicos y espaciales, y otras explicaciones sobre las cejas como su papel a la hora de impedir que el sudor o el cabello caiga en los ojos ya han sido descartadas, sugerimos que una explicación aceptable podría ser la comunicación social”, asegura O’Higgins.

De acuerdo con esta hipótesis, la frente de Homo sapiens, más lisa y con cejas móviles fue una especie de efecto secundario de esta primera función y se fue modelando en los últimos 100.000 años.

“Los humanos modernos son el último hominino superviviente”, asegura Penny Spikins, coautora del estudio. “Mientras nuestra especie hermana, los neandertales, estaba sucumbiendo, nosotros estábamos colonizando rápidamente el planeta y sobreviviendo en ambientes extremos. Esto tiene mucho que ver con nuestra habilidad para crear grandes redes sociales”.

De esta forma, las prominentes cejas de los primeros homínidos habrían tenido un papel comunicativo y posteriormente se habrían refinado los rasgos para producir cejas más versátiles y expresivas.

De hecho, abultamientos similares se encuentran en los mandriles, que tienen hocicos coloridos para indicar dominancia en los machos y estatus reproductivo en las hembras, y que jugaran un papel parecido al de nuestros primeros ceños prominentes.

Movimientos de las cejas

“Los movimientos de las cejas nos permiten expresar emociones complejas así como percibir las emociones de los otros”, asegura la investigadora.

“Un movimiento rápido de cejas es un signo de reconocimiento en muchas culturas y subir las cejas es una expresión de simpatía. Pequeños movimientos de las cejas son también un elemento clave para detectar la confianza y el engaño. Por el lado contrario se ha demostrado que las personas que se ponen botox tienen el movimiento de sus cejas limitado y son menos capaces de empatizar e identificarse con los sentimientos de los demás”.

Las cejas, concluyen los autores, “son la pieza perdida del rompecabezas sobre cómo los humanos modernos se las arreglaron para salir adelante mucho mejor con los suyos que otras especies de homininos ahora extintas”.

Fuente: Voz Pópuli,



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