¿Por qué el cambio climático fue la causa de que muchos alemanes emigrasen a España?

En 1761 el rey Carlos III ordenó la construcción de una carretera general que uniera Madrid con Cádiz, la actual A-4. La decisión de llevar a cabo esta construcción no era otra que conectar Andalucía con el centro peninsular y repoblar la zona de Sierra Morena, que en aquel momento servía de abrigo a salteadores y malhechores. Se comenzaría en el espacio geográfico en el cual tuvo lugar la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, y se continuará por el curso del río Guadalquivir.

En el siglo XVIII la densidad de población de Sierra Morena era de 18 habitantes por kilómetro cuadrado. Era una zona agreste poblada, en su mayor parte, por jaras y bosques. En 1767 la Corona aprobó el plan colonizador y el fuero de las Nuevas Poblaciones, en la que se convertía a La Carolina en la capital de las colonias.

Para llevar a cabo la repoblación el soberano nombró a Pablo Antonio José de Olavide, un ilustrado criollo, que formaba parte del gobierno del conde de Aranda, Intendente de Sevilla y del Ejército de Andalucía y Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía.

Al principio se barajó la posibilidad de repoblar la zona con colonos de la Patagonia argentina o de Puerto Rico, en aquellos momentos colonias españolas, pero el rey ilustrado apostaba por europeos, con la esperanza de crear una sociedad ejemplar con trabajadores teutones. Por este motivo, se encomendó la tarea de reclutar a los colonos a un militar bávaro, el barón de Thürriegel, que se trajo fundamentalmente a alemanes y flamencos, pero también a algunos italianos, austríacos, suizos y franceses. 

El teutón se dedicó en cuerpo y alma a conseguir colonos, para ello sembró las principales ciudades de Europa Central con una publicidad optimista: “España es una tierra de clima tan feliz y una región tan bendecida por el cielo que ni el calor ni el frío muestra en ella nunca sus filos”.

Para poder formar parte del proyecto los futuros colonos debían de cumplir una serie de condiciones: ser católicos, carecer de antecedentes delictivos y, por supuesto, ser labradores. Para ayudarles en los inicios, según el fuero, a cada colono se le entregarían 50 fanegas de tierra -unas 32.5 hectáreas-, el derecho a una parte del regadío, dos vacas, cinco ovejas, cinco cabras, cinco gallinas y una puerca de parir. También se les concedía una exención total de impuestos durante los primeros diez años.



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