La hora de la explotación comercial del espacio ha llegado. Las principales agencias nacionales y un buen número de empresas privadas (como Planetary Resources o Deep Space Industries, entre otras) se preparan ya, en efecto, para lo que será sin duda la actividad más lucrativa del próximo siglo: la minería espacial.

Millones de asteroides, ricos en minerales que a menudo escasean en la Tierra, esperan «ahí arriba» a que alguien tenga la tecnología (y los fondos) necesarios para recuperar toda esa riqueza y traerla hasta nosotros. Algo que según los expertos empezaremos a ver hacia finales de 2030.

El camino para el establecimiento de esta nueva industria quedó abierto en Noviembre de 2015, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, firmó la «U.S. Commercial Space Launch Competitiveness Act», la ley que establece que cualquier empresa que tenga los medios necesarios para llegar y explotar un asteroide se convierte automáticamente en propietaria de la roca y de todos sus recursos.

Algo que, por cierto, contradice de lleno el anterior Tratado sobre el uso del espacio, que desde 1967 especificaba que ningun cuerpo celeste podrá «ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera» y uno de cuyos artículos especifica que la exploración y uso de esos cuerpos «deberá hacerse en provecho y en interés de todos los países, sea cual fuere su grado de desarrollo económico y científico».

Cómo abordar la minería extraterrestre

Con el marco legal debidamente despejado, a las empresas empieza a merecerles la pena pensar seriamente en este nuevo negocio. Y las ideas sobre cómo plantear esta «minería extraterrestre» son muy variadas: desde bases orbitales cerca de los asteroides, para que los mineros espaciales residan durante largos periodos de tiempo, hasta viajes rápidos, de ida y vuelta, con las bodegas repletas con la preciada carga. Pasando por cargueros e incluso «trenes espaciales» que irían y vendrían contínuamente a la Tierra cargados de minerales.

Y ahora, un nuevo análisis llevado a cabo por Thomas Maindl y su equipo de la Universidad de Viena sugiere que podríamos, incluso, colocar una estación espacial dentro de un asteroide en rotación (lo que proporcionaría gravedad a los trabajadores), una fórmula que permitiría explotar sus recursos «desde dentro». El trabajo se acaba de publicar en arxiv.org.

Los últimos cinco años han sido testigos de un interés creciente en la minería espacial. La idea básica consiste en enviar sondas hasta rocas espaciales distantes, extraer materiales y metales preciosos y traerlos de vuelta a la Tierra. O usarlos para construir naves e instalaciones en el espacio.

Una mina dentro de la roca

El problema es que resulta imposible «atacar» un asteroide con métodos convencionales. La mayor parte de ellos, en efecto, cuenta una gravedad tan débil que el primer martillazo o golpe de excavadora daría, seguramente, con todo el equipo flotando sin control en el espacio.

Pero la solución de Maindl y sus colegas no tendría ese problema. En efecto, si se construyera una estación espacial directamente dentro de un asteroide en rotación, se crearía una gravedad artificial que permita llevar a cabo los trabajos, al mismo tiempo que se protegería tanto a la plataforma minera como a sus habitantes de los peligros del entorno, especialmente impactos de micrtometeoritos y dosis letales de radiación.

El equipo modeló su estación espacial en forma de cilindro, dentro de un asteroide más o menos redondo y de unos cientos de metros de ancho. Después, y según las características del propio asteroide, se podría construir en su superficie una serie de estructuras u optar por excavar una caverna en la misma roca e instalarse dentro.

«Si encontráramos un asteroide lo suficientemente estable -explica Maindl- es posible que no necesitemos intruducir en él un cilindro metálico, y que podamos utilizar todo el asteroide como si fuera una estación espacial».

La importancia de la gravedad

Los investigadores consideraron un asteroide hecho de roca sólida, y calcularon que la estación espacial necesitaría, como mínimo, el 38% de la gravedad terrestre, algo parecido a lo que se experimenta en la superficie de Marte. Con eso sería suficiente para que los astronautas (o en su caso los robots mineros), pudieran mantenerse y trabajar cómodamente en posición vertical.

Para que se den esas condiciones, los investigadores calcularon que el asteroide debería girar entre una y tres veces por minuto. Con eso se crearía la fuerza centrífuga necesaria. Existe, sin embargo, el riesgo de que esa rotación cause «estrés» en el asteroide, que podría llegar a fragmentarse, pero Maindl y sus colaboradores creen que la roca sólida debería ser lo suficientemente fuerte como para mantenerse de una pieza y no dar al traste con toda la expedición.

Lo cual, por supuesto, no significa que sea posible convertir cualquier asteroide en una estación espacial. Muy al contrario, serían necesarias unas condiciones muy específicas, y se necesitarían toneladas de información previa sobre el asteroide elegido para estar seguros de que «incrustar» en él una estación espacial completa no terminara por romperlo.

Por desgracia, explica por su parte Peter Veres, del Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional «no conocemos las características físicas de la gran mayoría de los objetos en este rango de tamaños». Y lo poco que sabemos de ellos parece indicar que muchos podrían no ser más que montones de escombros flotantes y no grandes y sólodas rocas, como sería necesario.

¿Y si se desmoronan?

Incluso para un asteroide «estructuralmente sano», explican los científicos, excavar en él primero una caverna para construir la estación, y luego seguir excavando para extraer los minerales, podría terminar haciendo que se desmorone.

Por no hablar de que durante esas operaciones la distribución de su masa cambiaría constantemente, lo que haría muy difícil mantener la rotación constante necesaria para que haya gravedad. Incluso los continuos movimientos de personas y/o robots podrían desestabilizar la rotación.

La idea, por lo tanto, podría ser aplicable solo a una pequeña población de asteroides. En palabras de Maindl, «la frontera entre ciencia y ciencia ficción es aquí un poco borrosa. Mi intuición es que pasarán por lo menos 20 años antes de que sea posible llevar a cabo una extracción real en un asteroide, y bastantes más para que algo como esto se convierta en realidad».

Fuente: José Manuel Nieves / ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-viviremos-dentro-asteroide-201902052020_noticia.html,



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