Autopsias. Hacen falta más autopsias. Con 4,3 millones de infectados y más de 297.000 muertos en el mundo, los científicos no saben aún exactamente cómo mata el coronavirus. Lo que sí tienen claro, sin embargo, es que si se quiere comprender cómo la enfermedad está afectando a los distintos órganos, la forma más efectiva es hacer la mayor cantidad de autopsias que sea posible.

Y ahí, precisamente, es donde está el problema. Tal y como señala la revista «Nature», la urgencia de la situación, con miles de enfermos saturando la capacidad de los hospitales, ha ralentizado mucho el ritmo al que se llevan a cabo las autopsias.

Literalmente, casi no hay tiempo para hacerlas, ni tampoco manos suficientes para dedicarse a la tarea. Además, al tratarse de una enfermedad infecciosa, el contacto con cadáveres que aún pueden transmitir el virus necesita de medidas adicionales de seguridad, lo que complica aún más la capacidad para hacer todas las autopsias que serían necesarias.

Efectos desconcertantes del coronavirus en el corazón y los riñones

Pero los patólogos necesitan desesperadamente esos tejidos para determinar qué es exactamente lo que está matando a los pacientes. ¿Es neumonía? ¿Coágulos de sangre? ¿Una respuesta inmune masiva?

Además, ¿por qué muchos desarrollan insuficiencia renal? ¿Y qué pasa con los niños? Lo cierto es que, le pese a quien le pese, se trata de preguntas para las que aún no existen respuestas claras.

Resulta muy interesante al respecto el artículo de recopilación que un equipo de investigadores de la Universidad Médica de Zunyi, en China, acaba de publicar en la revista «Frontiers in Public Health».

En él se revisa la epidemiología, los síntomas, los diagnósticos y los tratamientos actuales que se utilizan para tratar los casos más graves de COVID-19. En otras palabras, todo lo que se sabe a día de hoy cobre cómo actúa y cómo mata el coronavirus.

El importante papel del sistema inmune ante el coronavirus

En su estudio, los investigadores destacan el importante papel que tiene la reacción exagerada (y potencialmente letal) del sistema inmune de los pacientes infectados. Muchos, en efecto, mueren víctimas de lo que sus propios cuerpos hacen para tratar de defenderse del virus.

Los expertos explican paso a paso lo que se sabe sobre cómo el virus infecta las vías respiratorias, se multiplica dentro de las células y, en casos más graves, hace que las defensas del organismo desencadenen una auténtica «tormenta de citoquinas», producto de una sobreactivación de los glóbulos blancos que, en esas circunstancias liberan en la sangre cantidades demasiado altas de esas moléculas cuyo papel es estimular la inflamación.

La tormenta de citoquinas causa fiebre alta, pérdidas en los vasos sanguíneos, coagulación de la sangre dentro del cuerpo, presión arterial muy baja, falta de oxígeno, exceso de acidez de la sangre y acumulación de líquido en los pulmones.

En esa situación tan dramática, los glóbulos blancos se «vuelven locos» y atacan incluso al tejido sano, lo que lleva a la insuficiencia de los pulmones, el corazón, el hígado, los intestinos, los riñones y los genitales. Los médicos conocen este cuadro como Síndrome de Disfunción Orgánica Múltiple, o MODS.

Y la cosa puede empeorar aún más. A veces, los restos de proteínas y células muertas por los glóbulos blancos pueden llegar a recubrir los pulmones con una fina capa (la membrana hialina) que dificulta la absorción de oxígeno. Los pulmones se apagan y se produce una insuficiencia respiratoria aguda que acaba con la vida del paciente. La mayor parte de las muertes por COVID-19 siguen este terrible patrón.

Filtrar la sangre para salvar la vida

En su artículo, los investigadores afirman que, en ausencia de una cura antiviral específica, el objetivo del tratamiento debe ser el de combatir los síntomas, y reducir la tasa de mortalidad a base de mantener a cualquier precio las funciones de los órganos.

Por ejemplo, un sistema artificial de purificación de la sangre del hígado o una terapia de reemplazo renal, filtrando la sangre por medios mecánicos.

Por no hablar de los métodos para complementar o reemplazar la función pulmonar, bien sea a través de ventilación mecánica (con máscaras o tubos hasta la tráquea) o administrando oxígeno húmedo y caliente a través de un tubo insertado en la nariz. Tratamientos en general muy agresivos y que no siempre consiguen la recuperación de los pacientes.

En resumen, el estudio explica que los pacientes graves de coronavirus pueden morir de formas muy diferentes y a causa del fallo de pulmones, corazón hígado o riñones. Por eso resulta tan importante averiguar con exactitud cómo funciona la maquinaria letal del virus.

En «Nature», los expertos abogan, como ya se ha dicho, por un incremento exponencial del número de autopsias. Por eso, y al mismo tiempo que los investigadores luchan por comprender los muchos efectos del COVID-19 en el cuerpo humano, reclaman cada vez con más fuerza por el acceso a un mayor número de muestras de los pacientes.

Hospitales

En muchos hospitales la demanda de tejidos aumentó desde los primeros días de la pandemia, pero ha resultado materialmente imposible hacer el número de autopsias necesarias. Y las muestras disponibles se reparten con cuentagotas, de forma que son muchos los médicos que no tienen ocasión de examinarlas.

Para determinar exactamente qué es lo que está sucediendo en los órganos infectados, los investigadores necesitan grandes cantidades de muestras. Incluso antes de esta era del coronavirus, las autopsias responden preguntas que pueden resultar vitales para un paciente. Y ahora, con una enfermedad nueva y desconocida, la información de las autopsias podría resultar crítica para toda la humanidad.

Fuente: José Manuel Nieves / ABC,

Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-como-mata-coronavirus-cientificos-siguen-sin-saberlo-202005142031_noticia.html,



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