Aseguran la existencia de los misteriosos cristales de tiempo

A finales del pasado mes de enero, ABC publicaba la noticia de que dos equipos independientes de investigadores, de las Universidades de Maryland y Harvard, habían logrado, cada uno por su cuenta y usando métodos diferentes, crear por primera vez cristales de tiempo. Los trabajos, por aquel entonces, estaban aún a la espera de ser publicados por una revista científica "seria". Algo que, por fin, ha ocurrido esta misma semana.

Nature, en efecto, una de las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo, acaba de publicar en su último número uno de esos dos estudios, el de la Universidad de Maryland, avalando así el nacimiento de toda una nueva rama de la Física y dando carta de identidad a algo que hasta hace apenas un año se consideraba una mera especulación. La creación de cristales de tiempo nos conduce hacia formas aún inexploradas de la materia y abre las puertas a una realidad que hasta hace poco se consideraba poco más que un juego matemático.

Cosas como la sal, los copos de nieve o los diamantes son, todos ellos, cristales, lo cual significa que los átomos que los componen están dispuestos en patrones tridimensionales que se repiten. Pero el trabajo que publica Nature nos habla de una nueva fase de la materia, un cristal de tiempo, en la que los átomos se mueven en un patrón que se repite, sí, pero en el tiempo, no en el espacio. Y nos explica exactamente cómo los científicos han conseguido, por primera vez, crear esas extraordinarias estructuras.

Seguir un patrón temporal (en vez de espacial) implica que los átomos de un cristal de tiempo nunca se acomodan en su estado fundamental, cosa que sí hacen los átomos de los cristales convencionales. Por lo general, cuando un material está en su estado fundamental (estado de mínima energía, también conocido como energía de punto cero de un sistema) su movimiento es imposible, porque eso requeriría un gasto de energía de la que ese sistema ya no dispone.

Por eso, los cristales "normales", como un rubí o un diamante, permanecen inmóviles, ya que están en equilibrio y en su estado fundamental. Pero los cristales de tiempo tienen, repetimos, una estructura que no se repite en el espacio, sino en el tiempo, y por lo tanto siguen oscilando incluso en su estado fundamental. Es decir, nunca alcanzan el equilibrio. Lo más perturbador es que esa oscilación cíclica y repetida tiene lugar una y otra vez sin necesidad de utilizar energía alguna. Ante este panorama, los físicos se sienten como exploradores que entraran por primera vez en un continente totalmente desconocido.



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