Los signos del cambio climático son evidentes en todas partes, pero a los vinicultores franceses, que ya notan la competencia de otros países, un año de tiempo voluble no les ha sentado nada bien. Mucha lluvia, una primavera tardía y un verano que no acababa de llegar han dado lugar a cosechas tempranas. Esto ha hecho que la uva sea menos ácida y tenga un contenido de azúcar mayor. En otras palabras, se obtiene más alcohol y un sabor más afrutado, y con ello vinos empalagosos, con demasiado azúcar residual y una acidez demasiado baja como para equilibrar el carácter del vino.

El clima variable ha afectado al equilibrio delicado entre el clima, el suelo y otros factores esenciales para producir vino. El año pasado se produjo la cosecha más escasa en al menos cuarenta años, según el Ministerio de Agricultura francés. Se estima que la producción global en Francia puede haberse reducido en un 20% debido a los caprichos del tiempo.

Se cree que si no se hace nada por reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero, los viñedos se habrán desplazado más de mil kilómetros fuera de sus límites tradicionales a finales del siglo actual, lo cual amenaza al sector vitivinícola. Ya resulta cada vez más difícil producir vino de uva Pinot Noir en su territorio tradicional de Borgoña. Pero los efectos del cambio climático sobre el cultivo de la vid también son visibles en el resto del mundo.

El profesor Gregory Jones, climatólogo investigador de la Southern Oregon University (Estados Unidos), cree que el ambiente cambiante empieza a zarandear un sistema que ha sido fundamental para el vino europeo desde hace siglos. Afirma que: “Históricamente, en Europa ha habido identidades regionales basadas en variedades de vinos y estilos particulares. Las que tengan capacidad de adaptación frente al cambio climático serán mucho más aptas para adaptarse a los distintos climas futuros”.

Pero las regiones vitivinícolas también se pueden adaptar y abordar el desafío del calentamiento global adoptando distintas técnicas, incluidas la plantación de los viñedos en suelo superficial para reducir el consumo de agua, introducir el regadío controlado y proteger a las uvas del sol mediante sombreadores. También hay medidas más radicales en forma de técnicas a escala industrial, como la eliminación del alcohol, que ya se utiliza con mucha frecuencia en regiones vitivinícolas de Australia, España y Sudáfrica.

No obstante, el profesor Jones advierte que: “Las fluctuaciones del clima, que duplican y triplican las que eran habituales, podrían amenazar a todo el sistema vitivinícola francés. Francia tiene una historia larga y rica de cultivo de vides y elaboración de vinos. La producción es variable, hay años buenos y malos, y los vinicultores franceses siempre han soportado esa circunstancia. El problema actual es que, al parecer, el clima cambia y varía más de lo que solía hacerlo históricamente, y nuestra capacidad para adaptarnos está más comprometida”.

Sin embargo, hay estudios que indican que el calentamiento del clima podría ser beneficioso para algunos países que anteriormente se consideraban demasiado fríos para elaborar vinos, como Alemania y el Reino Unido. Al parecer, el cambio climático y el gusto por vinos “más ligeros” podrían ofrecer una nueva oportunidad para los vinos centroeuropeos.



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