El cambio climático ha aumentado hasta un 30% el riesgo de fuegos extremos, como los que han asolado Australia en los últimos meses, según un estudio del grupo de científicos de World Weather Attribution.

Una semana de temperaturas récord, como la alcanzadas en diciembre (en las que los termómetros se dispararon hasta los 49.9 grados en Nullarbor), multiplica hasta por 10 veces la posibilidad de incendios devastadores, como los que arrasaron los estados de Nueva Gales del Sur y Victoria, según los investigadores.

El fuego, que se cobró al menos 34 víctimas mortales, afectó al final a una superficie de más de 11 millones de hectáreas (superior al territorio de Portugal). Se estima que más de 1.000 millones de animales perecieron o se vieron severamente afectados por las llamas, con especial incidencia en las poblaciones de koalas, antequinos y otras especies autóctonas.

Más de 6.000 edificios quedaron destruidos y decenas de miles de personas tuvieron que evacuar sus hogares para encontrar refugio temporal en playas como Mallacoota.

Al impacto de los fuegos hay que añadir las tormentas de polvo y las lluvias torrenciales que afectaron a las principales ciudades del sureste australiano, de la capital Canberra a Sydney, Melbourne y Adelaida. Los daños materiales se estiman en 100.000 millones de dólares australianos (59.000 millones de euros).

Australia y el cambio climático

«El cambio climático es ya parte del paisaje de Australia«, advierte Sophie Lewis, de la Universidad de Nueva Gales del Sur y miembro de World Weather Attribution.

«El calor extremo está claramente influido por el cambio climático inducido por la acción humana, que puede influir en la condiciones propicias para la propagación del fuego. Hay una clara evidencia de que las estaciones de alto riesgo de incendios se han alargado y son más intensas, y las temperaturas extremas han jugado un papel en todo esto».

La propia Sophie Lewis experimentó las condiciones extremas en Canberra, cubierta durante semanas por una nube de humo proveniente de los incendios y que disparó los niveles de partículas contaminantes hasta 20 veces por encima de los máximos permitidos. La capital fue sacudida después por una lluvia de granizo, que causó graves estragos y llegó a romper los parabrisas de los coches.

«La experiencia de vivir en una ciudad asediada por el humo durante semanas fue estresante y difícil», reconoce Spohie Lewis. «Como científica, estoy habituada a investigar el cambio climático como producto de complejos procesos en sistemas a gran escala. Está claro que el cambio climático está detrás de las temperaturas extremas que hemos vivido en el sureste de Australia».

Cuatro veces más riesgo

El informe de World Weather Attribution compara las olas de calor en Australia en los arranques del siglo XX y el siglo XXI. Las temperaturas extremas han aumentado entre 1ºC y 2ºC grados. Se estima que, con un aumento de 2ºC, el riesgo de ‘superincendios’ se multiplicaría por cuatro.

Varios factores han contribuido al peor escenario posible del verano austral. Entre ellos, el fenómeno conocido como ‘dipolo del Océano Índico’ (también llamado El Niño indio). Esta anomalía causa temperaturas más altas de lo normal a ambos lados del Océano Índico. El 2019 ha sido, además, el año más seco desde el 1900 en Australia.

Los científicos advierten de que, aunque no está demostrada la relación directa entre la baja pluviometría y el cambio climático, sí existe un vínculo directo con las bajas reservas de agua y los suelos secos.

El equipo de World Weather Attribution, integrado por científicos europeos, norteamericanos y australianos, llegó el año pasado a la conclusión de que las olas de calor, como las que sacudieron en junio el sur de Francia, son hasta cinco veces más probables por el cambio climático.

Fuente: CARLOS FRESNEDA / EL MUNDO,

Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2020/03/04/5e5fe7b3fdddffa8be8b4622.html,



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