Una de cada ocho especies de aves en el mundo (1.226) corre el peligro de extinguirse, según pone de manifiesto el informe «El Estado de Conservación de las Aves en el Mundo», presentado el pasado lunes por la organización BirdLife Internacional en Buenos Aires (Argentina) en el marco de la Conferencia Mundial de Conservación.

Concretamente, 190 especies están en peligro crítico y se enfrentan a un «altísimo riesgo de extinción» en un futuro inmediato. El estudio revela que las familias de aves más amenazadas son, en general, aquellas con grandes tamaños corporales y las que tienen bajas tasas reproductivas (debido a pequeños tamaños de nidadas): albatros (82 por ciento), grullas (60 por ciento), loros (27 por ciento), faisanes (23 por ciento) y palomas (20 por ciento).

Aunque en todo el planeta hay aves amenazadas, existe una mayor concentración en los trópicos y, especialmente, en los bosques. «Las disminuciones de los tamaños poblacionales pueden ser rápidas y catastróficas, pero incluso pequeños aumentos en la mortalidad pueden poner en peligro la supervivencia de las especies», indica el informe.

Según las evaluaciones de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN, por sus siglas en inglés), en los últimos años ha habido un «deterioro estable y continuado» del estado de las aves en el mundo, así 225 especies subieron a una categoría de amenaza más alta frente a 32 especies que redujeron su estado de riesgo.

A pesar de que esta situación se da en todos los principales ecosistemas, el aumento de riesgo fue mayor en las aves marinas y de Oceanía, más amenazadas y con un nivel de disminución más rápido, mientras que «las aves asiáticas muestran un marcado declive relacionado con la destrucción de bosques».

Por otro lado, la investigación revela que que el 45 por ciento de las aves comunes en Europa está en declive y en fase de reducción, de acuerdo a la monitorización efectuada a 124 especies de aves durante 26 años en 20 países europeos. Asimismo, las aves asociadas con las tierras agrícolas son las que se encuentran en una peor situación. Entre las excepcione, figuran algunas especies que han mantenido estable su población e incluso otras, que han aumentado gracias a los esfuerzos en materia de conservación y a la adaptación de ciertas especies para prosperar en hábitats modificados.

En los últimos cinco siglos se extinguieron el 40 por ciento del total de las especies de aves, y 50 de ellas desparecieron tras haber sufrido sobreexplotación. Sin embargo, en 2008 ese fenómeno afecta ya a un tercio de todas las especies de aves globalmente amenazadas. El impacto de la sobreexplotación está mucho más extendido en Asia, donde se ubican ocho de los diez países del mundo con el mayor número de aves en peligro debido a la explotación.

PRINCIPALES AMENAZAS

En ese sentido, el estudio de SeoBirdlife señala que la caza no sostenible y la captura para el comercio de aves siguen siendo una «importante amenaza» actualmente. Los loros, las palomas y los faisanes son algunas de las familias de especies más sobre explotadas del planeta.

Asimismo, el 87 por ciento especies de aves del mundo (1.065) se ven amenazadas globalmente por la agricultura, el 55 por ciento (668) por la tala de árboles y el 51 por ciento (625), por las especies invasoras. Estas actividades producen presión o «stress» en las poblaciones, sobre todo porque provocan la destrucción y la degradación de los hábitats, fenómenos que en total afectan al 93 por ciento de las aves en peligro.

El documento subraya que todas estas amenazas son responsabilidad del ser humano por la expansión e intensificación de la agricultura y la silvicultura, que producen la destrucción, la degradación y la fragmentación de los hábitats. Por tanto, advierte de que «a largo plazo, el cambio climático provocado por el hombre puede convertirse en la amenaza más seria de todas».

Con respecto al fenómeno de las especies exóticas invasoras, las que corren mayor riesgo son las aves de las islas pequeñas. Esas especies de animales, plantas y microorganismos provocan enfermedades que, según el estudio, ya han producido muchas extinciones y siguen constituyendo una amenaza, en especial para las aves de esas islas. Los viajes internacionales, el comercio mundial y un clima cambiante fomenta «todavía más la propagación de las especies invasoras». Las más amenazantes son ratas, gatos, perros, cerdos, plantas y microorganismos.

Por su parte, la agricultura es el factor que más destruye la biodiversidad, en especial en las regiones tropicales. En concreto, «El Cerrado», una de las sabanas más ricas del mundo, que cubre el 21 por ciento del territorio de Brasil y alberga 935 especies de aves y 10.000 de plantas, ha reducido su extensión original casi a la mitad a causa de la agricultura, en concreto para el cultivo de soja y caña de azúcar a gran escala para la producción de biocombustibles.

Finalmente, otro efecto «devastador» es causado por la contaminación, que afecta directa e indirectamente a las aves y a las personas. El informe señala que los contaminantes transportados por el agua, los pesticidas, los derrames de petróleo, pueden devastar hábitats de humedal, costeros y marinos y, además, «poco se sabe de los efectos a largo plazo que tienen muchas sustancias contaminantes.

En el otro lado de la baraja, el informe de la ONG para la UINC destaca la «voluntad política» de los gobiernos de Sierra Leona e Indonesia, que «están llevando la delantera para demostrar que una fuerte voluntad política puede convertir compromisos asumidos en medidas de conservación». En particular, el Gobierno de Sierra Leona ha declarado el Bosque de Gola Parque nacional de Bosque Tropical y ha firmado un decreto para prohibir toda explotación mineral. Por su parte, en Indonesia se ha aprobado una ley que permite la concesión de la recuperación de bosques, y el Gobierno ha firmado convenios a nivel estatal, provincial y municipal en el Bosque de Harapan, en Sumatra.

Si bien, la inversión mundial en conservación aún sigue estando muy lejos de lo que sería necesario. La financiación para la conservación, «rara vez se continúa» y a veces no está bien dirigida. Por último, el estudio denuncia que precisamente las mayores deficiencias se encuentran en los países en vías de desarrollo, muchos de los cuales son de los más ricos en biodiversidad pero pobres económicamente.



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