Para ayudar a los polinizadores más necesarios a sobrevivir y colonizar nuevos territorios, en muchos lugares se están empezando a colocar los llamados hoteles de insectos, como en el caso de Barcelona, que el año pasado anunció la ubicación de 10 de estos habitáculos en otros tantos parques de la ciudad.

Llega la primavera, y con ella las flores, pero cada vez tienen menos visitantes. Desde hace bastantes años, las abejas y otros insectos polinizadores están en regresión, lo cual no solamente supone una lamentable pérdida de biodiversidad sino también una seria amenaza para el ser humano, más que probable culpable de la muerte de estos invertebrados a causa de nuestro abuso de pesticidas y otros agentes químicos: de ellos dependen la inmensa mayoría de los cultivos que nos alimentan, así que no parece nada inteligente que nuestras actividades acaben con ellos.

Se atribuye a Albert Einstein, aunque sin evidencias incontestables de que la pronunciara, la frase: “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida”. Aunque no lo dijera él, y que los plazos de la amenaza fueran algo más largos, el resto de la afirmación es plausible: decenas de miles de especies de plantas necesitan a las abejas para reproducirse, y aunque pueden lograrlo en ausencia de éstas, los resultados no son los mismos y ponen en riesgo su futuro.

En un estudio publicado el año pasado, investigadores del Departamento de Botánica Sistemática y Evolutiva de la Universidad de Zurich (Suiza) constataron que plantas de nabo silvestre (Brassica rapa, una especie similar a la colza) “polinizadas por abejorros evolucionaron en solo nueve generaciones hasta alcanzar mayor tamaño y tener flores con más fragancia y con mayor reflexión ultravioleta”, mientras las polinizadas por otros insectos se hicieron en el mismo periodo de tiempo más pequeñas y sus flores perdieron aroma.

Los expertos también confirmaron que abejas y abejorros facilitan la polinización cruzada entre diferentes plantas, lo que incrementa la variabilidad genética de las especies vegetales, potencia sus cualidades y las hace más resistentes a las enfermedades. Florian Schiestl, coautor del estudio, se declaró sorprendido por la rapidez con la que degeneran las plantas en unas pocas generaciones en ausencia de un polinizador eficaz. A menudo se autopolinizan, lo que redunda en una pérdida de la valiosa variabilidad genética.

Falta de madera muerta

Ya se están colocando los llamados hoteles de insectos, como en Barcelona, que en 2017 anunció la instalación de 10 de estos habitáculos en espacios verdes de la ciudad. Para ayudar a los polinizadores más necesarios a sobrevivir y colonizar nuevos territorios, en muchos lugares se están empezando a colocar los llamados hoteles de insectos, como en el caso de Barcelona, que el año pasado anunció la ubicación de diez de estos habitáculos en otros tantos parques de la ciudad. 

Se trata de refugios bajo un techo que los protege de la lluvia y el sol con distintas piezas de madera y otros materiales con orificios y oquedades en los que muchas especies de insectos pueden esconderse instalar sus nidos. Los principales ocupantes de los hoteles de insectos son las abejas y avispas solitarias, que los utilizan para construir las celdas donde nacerán sus larvas. En la naturaleza, estos himenópteros buscan todo tipo de agujeros y galerías excavadas en madera muerta por una gran variedad de xilófagos, sobre todo larvas de escarabajos. La eliminación de los árboles muertos en nuestros bosques y jardines les deja sin este recurso. Y en las ciudades, la disponibilidad de posibles huecos disponibles en materia orgánica es todavía menor.



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