Periophthalmus barbarus

A los peces del fango (Periophthalmus barbarus) no se les aplica la expresión popular "sentirse como pez fuera del agua". Estos pequeños animales tropicales tienen una cualidad única: pueden vivir en la superficie, en zonas húmedas. Respiran a través de su piel como los anfibios y se mueven por la tierra gracias a su poderosa cola.

Esta habilidad llamó la atención de un grupo de investigadores de EE UU que estudió los movimientos de estos peces, que se mantienen sin apenas evolución, para determinar el papel de esta extremidad en uno de los momentos clave de la vida en la Tierra: la salida de los primeros animales del agua hace 360 millones de años.

Cuando los primeros animales terrestres consiguieron moverse por el barro y la arena, las aletas con las que se desplazaban por el agua les sirvieron para deslizarse por las superficies planas. Pero los autores del trabajo, publicado hoy en Science, observaron que la cola de los peces del fango mejoraba además la movilidad lateral y la propulsión hacia arriba en las pendientes. Así, detectaron que cuando alcanzaban la cima de la cuesta, la cola actuaba como un fuerte freno que impedía que los animales se deslizasen hacia abajo.

“La cola es un apéndice que ha recibido relativamente poca atención en los estudios sobre la invasión de la tierra”, asegura a Sinc Ben McInroe, investigador en el Instituto de Tecnología de Georgia (EE UU) y uno de los autores principales. 

Para estudiar sus movimientos por la superficie, los científicos crearon un robot –denominado MuddyBot– que imita al pez del fango. Tiene dos extremidades y una potente cola que se mueve gracias a un motor eléctrico. El robot utiliza las técnicas de locomoción de los animales, permitiendo a los expertos detectar el flujo y las condiciones de arrastre.

Coordinación de todas las extremidades

Cuando se colocó al robot sobre una superficie con 20 grados de inclinación, no le bastó con aletas para subir la cuesta y recurrieron a su cola en más de la mitad de sus movimientos. Sin embargo, en terrenos llanos, la extremidad apenas interviene. Los expertos admiten que los primeros animales no tendrían un control absoluto sobre sus extremidades, actuando de la misma forma fuera y dentro del agua.

El trabajo revela que la adaptación a la tierra fue un proceso muy lento. "Nadar y andar son técnicas fundamentalmente diferentes y, sin embargo, estos primeros animales tuvieron que hacer la transición”, declara Daniel Goldman, otro de los autores del mismo centro tecnológico.



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