Los flamencos parecen pájaros inventados por un niño de cuatro años con una imaginación desbordante: patas absurdamente largas, tobillos nudosos (que parecen rodillas), un cuello largo y sinuoso y un pico desmesurado, pintado con el color más llamativo de la caja de ceras.

Pero la suma de todas esas rarezas físicas permite al flamenco del Caribe vivir y prosperar en salinas, humedales costeros, lagunas mareales y manglares.

Con el pico ganchudo reúne trozos de barro para fabricar el nido. Y las laminillas del interior del pico le sirven para filtrar el agua, que contiene pequeños crustáceos, moluscos, insectos y larvas, así como vegetación acuática.

¿Y qué decir de las gloriosas plumas de los flamencos?

Parecen existir únicamente para nuestro deleite. Aunque de hecho al principio no son tan rosadas. Los pollos nacen con plumas blancas que luego se tornan grises, y con el tiempo cambian al rosa por la acción de unas bacterias del agua y del betacaroteno contenido en la comida que ingieren.

Aunque los flamencos se han convertido en una imagen tópica, siguen siendo animales misteriosos. «Por muy reconocibles que nos parezcan, sabemos muy poco de ellos», dice Chris Brown, conservador de aves del zoo y acuario infantil de Dallas, que estudia los flamencos en la península mexicana de Yucatán.

Los científicos ni siquiera pueden explicar algunos de sus comportamientos más simples, como el hecho de quedarse de pie sobre una sola pata (algunos presuponen que tiene que ver con su manera de descansar).

Recuento de sus poblaciones

puesto que los flamencos viven en regiones de difícil acceso y se marchan cuando los terrenos que habitan se secan o se inundan, no es fácil hacer un recuento de sus poblaciones ni seguirles la pista, y menos aún averiguar cómo les afectan las sequías, los huracanes y las fluctuaciones del nivel del agua causadas por el cambio climático o el desarrollo costero.

Sabemos, sin embargo, que los flamencos que viven en libertad en grandes bandadas son gregarios y extremadamente fieles al grupo.

A veces los machos se reúnen para interpretar juntos danzas de apareamiento. Los progenitores cuidan con suma atención de los pollos, reuniéndolos en «guarderías» para que estén protegidos mientras machos y hembras van a buscar comida.

Y cuando amenaza un peligro, miles de aves se mueven como una sola, en una coreografía que quizás aumente sus probabilidades de supervivencia en un mundo peligroso.

Fuente: National Geographic,



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